Precios, un asunto muy serio

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Eliseo trigo | Efe

30 nov 2021 . Actualizado a las 09:33 h.

La palabra inflación dice muy poco. Además, se puede manipular. Puede aparecer un economista que pregone que no es tan mala, porque demuestra vitalidad económica. Puede aparecer un político que haga populismo para asegurar que quienes la pagan son los pobres o las clases medias. Puede asomar un miembro del Consejo de Ministros para tratar de convencernos de que se trata de un fenómeno coyuntural de duración limitada y, en cuanto pasen los fríos que obligan a consumir mucha energía, todo volverá a la normalidad. Y puede hablar una vicepresidenta del Gobierno, en este caso Yolanda Díaz, para hacer sombra a la vicepresidenta económica Nadia Calviño y asegurar, ante una fuerte subida de precios, que es el momento de subir los salarios.

Ayer conocimos, como todos los meses, el estirón de los precios este mes, un par de décimas que parecen poca cosa y son poca cosa, pero se suman al IPC acumulado y nos sitúan en un inquietante 5,6 por ciento del mes de noviembre del 2020 al mes de noviembre del 2021. Quienes manejan este tipo de datos no encontraron una subida igual desde 1992, es decir, hace treinta años. Como para echar a correr. Por mucho que nos aseguren que con la primavera volverá la normalidad, la realidad de hoy es que el conjunto de la sociedad española, sobre todo los sectores económicamente más débiles, son un 5,6 % más pobres. ¿Hay alguna forma de ensombrecer el panorama?

Sí, hay una, y es mirar los datos de la lucha precios-salarios desde el comienzo de la crisis financiera del 2007. Parece demagogia, pero es la demagogia de la realidad: desde ese año aciago, los precios subieron un 20 por ciento. Los salarios en el sector privado subieron un modestísimo por no decir un ínfimo 5,1 por ciento. Supongo que se trata de una media que incluye los salarios rebajados durante la crisis, que con frecuencia superaron el 20 e incluso el 30 por ciento. Y después tenemos algo especialmente doliente en el sector agrario: la alimentación es la que más ha subido para el consumidor, mientras que sus productores, los labradores y los ganaderos, aseguran que están trabajando a pérdidas, que es el camino más directo a la ruina y a la propia desaparición de la actividad.

La diferencia de precios y salarios en los últimos trece años, en todo caso, es tan importante que se puede considerar escandalosa. Es un asunto muy serio. Si la sociedad soporta esa diferencia sin provocar grandes conflictos, tenemos que considerar tres posibilidades: que tenemos unos sindicatos responsables que no aprovecharon el empobrecimiento para incendiar la calle; que tenemos un cuerpo social sacrificado, conformista o temeroso que lo acepta todo, o que ese cuerpo social tiene cubiertas sus necesidades básicas. En otros momentos de nuestra historia hubiera provocado una revuelta que ignoramos si espera agazapada en una apariencia de valiosa paz social.