Los MENA son solo el laboratorio

OPINIÓN

Antonio Sempere

04 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Discutir lo obvio es cansino y tiene algo de derrota. Gould se fatigaba ante libros de texto de ciencias en EEUU que decían que la evolución era considerada por la ciencia como un hecho probado, pero que existían otros «puntos de vista» que la discutían. Se preguntaba si en los libros de física se practicaría la misma tolerancia y dirían que la gravitación es el convencimiento científico admitido, pero que sería respetable que usted tomara en consideración la levitación o el intrigante desafío de las emanaciones ectoplasmáticas de los médiums. En Madrid PP y Vox, valga la redundancia, acaban de pactar auditorías sobre los centros donde se acoge a niños inmigrantes pobres. Las miserias en nuestra vida pública son abundantes y diversas, así que esta podría ser una más. En griego metá significaba «hacia» y hodós «camino», y de esas dos palabras viene método. El interés de esta miseria es precisamente que viene con método, en el sentido etimológico de que marca el camino. Y siempre merece atención la dirección a la que apuntan los caminos.

El facherío deshumaniza a los menores pobres extranjeros convirtiendo en nombre común el acrónimo administrativo MENA y eso tiene dos ganancias para su propaganda tóxica. Una es justamente la deshumanización, porque con eso de los menas parece que hablamos de piedras y no de niños. Y otra es que las palabras nuevas usadas en contextos rígidos, por ser recién estrenadas, asumen rápidamente el valor que se les quiera dar. La propaganda facha quiere asociar la palabra mena con cuentos de miedo: cuentos de invasiones, cuentos de delincuencia devastadora, cuentos de voracidad con nuestros impuestos. Decía que es cansino discutir lo obvio, por ser a la vez inútil e inevitable. En Madrid hay doscientos sesenta MENA, esa es la invasión que amenaza a los siete millones de habitantes de esa comunidad. Muy asustadizos nos salieron estos wannabe soldaditos. España es uno de los países más seguros de Europa (y por tanto del mundo) y en 2021 volvió a bajar la criminalidad. Y ya nos explicó Ayuso que Madrid es España dentro de España y más España que nadie, así que el terror en las calles delirado por el facherío es solo uno de esos cuentos de miedo con el que nos tratan como menores. Y el gasto público de España se va sobre todo a la atención a españoles por la misma razón por la que se va más cantidad a la atención de gente diestra que zurda. Una cuestión estadística, lo demás son chorradas.

Decíamos que lo que le da relieve al incidente es que hay método. La gente no tiene derechos si las leyes no los reconocen. Y tampoco los tiene solo porque las leyes los reconozcan. Los derechos suponen actuaciones y recursos. Tener derechos significa que hay individuos que actúan para que tengamos seguridad, para que nos curemos y para que tengamos carreteras que nos comuniquen; y que hay recursos y gestión para que tengamos jubilación. Los derechos los ejecutan personas, profesionales que se encargan de nuestra protección y atención. Para hacerlo eficientemente esas personas están organizadas en servicios públicos. Sin servicios públicos atendidos por profesionales no hay derechos, aunque las leyes los reconozcan. A las oligarquías no les gusta que la gente tenga derechos por dos buenas razones. Una es porque cuestan dinero que hay que recaudar en impuestos. Los servicios públicos son parte de la redistribución de la riqueza y el neoliberalismo predica que la redistribución de la riqueza destruye la riqueza y que la desprotección y el desamparo crean riqueza. Y la otra es que los derechos son una moderación de la ventaja que tienen las oligarquías y quien tiene ventaja no quiere cederla. A las oligarquías no les gusta una población con derechos efectivos. La ultraderecha es la versión más compulsiva, excluyente y agresiva con que las oligarquías financian el neoliberalismo desbocado.

La forma normal de atacar los derechos de la población no será retirándolos de las leyes, sino atacando los servicios públicos que los ejecutan y denigrando a quienes los necesitan. El acoso a los profesionales de esos servicios será habitual en la práctica ultra. Una auditoría caprichosa es una forma de amenazar y sembrar desconfianza. Los MENA son un laboratorio, un experimento con el que acosando a profesionales mermarán los derechos  de una parte de la población, aunque la ley los mantenga. Los MENA son una buena opción porque no importan a nadie, están indefensos y encajan bien en una maquinaria de racismo y exclusión bien engrasada con financiación generosa internacional de oligarquías variopintas. Son también una buena opción porque nuestros líderes nos van acostumbrando a una resignación hipócrita. Es resignación porque es inacción absoluta ante lo intolerable. Tenemos ante los ojos conspiraciones probadas de jueces (uno de ellos irá a prisión) con medios de comunicación y políticos (de rango ministerial) y escándalos de corrupción que siguen acumulándose sin que afecten a movilizaciones ni a expectativas electorales. Es hipócrita porque esta resignación quiere pasar por cínica, como algo que ya sabemos y que aceptamos como inevitable, cuando en realidad es una resignación falsa que se basa en reaccionar solo a lo que nos afecta aquí y ahora y a nosotros, sin tener en consideración al vecino ni a lo que ocurrirá la semana que viene. Me decía un venezolano con sorna (antes de Chávez; porque, parafraseando a Vargas Llosa, no se sabe cuándo se jodió Venezuela) que si había elecciones un domingo conseguiría votos quien prometiese que el lunes fuera festivo, que la gente estaba tan descreída que solo creía en lo tangible inmediato. A eso lleva la falta de escrúpulos continuada, a que solo se aprecie lo propio, tangible e inmediato y allá queden las cloacas del estado o los saqueos inmisericordes.

Los MENA nos quedan lejos y se puede practicar el juego de eliminar derechos acosando a quienes los gestionan y denigrando a quienes los ejercen. Ya vamos viendo que los inquilinos son okupas tan morosos y destrozones que Ayuso no se atreve a alquilar sus pisos. Enseguida insistirán en que quienes no tengan jubilación son listillos que no ahorraron y ahora quieren recoger. De hecho, ya nos lo explicó Bono con una sonrojante parábola de dos hermanos. Aznar ya dijo en su día que el sistema educativo era para quienes lo merecían y no tardarán en decir que la sanidad es para quien se cuida. Lo que acaban de firmar en Madrid es la horma que querrán repetir para ir anulando nuestros derechos.

Y hay otro aspecto metodológico que se repetirá, que es el de atacar los derechos y la democracia como el diablo atacaba a Dios en El día de la bestia: imitándolo para atacarlo burlándose de él. Una auditoría parece un acto de control y transparencia sobre el uso de los dineros públicos. Pero estos días supimos nuevos escándalos extravagantes de Juan Carlos I con nuestros dineros; sigue creciendo el caso Gürtel y aumenta el volumen del saqueo del PP a través de Madrid; el oligopolio eléctrico actúa como una banda. Y van a auditar los centros de MENA. En el mismo acuerdo donde se compromete la auditoría de esos centros se establece el desvío de dinero de la enseñanza pública para la enseñanza privada que sigue cobrando a sus usuarios quebrando la ley. No es una auditoría que busque el rigor en las cuentas públicas. Es el diablo burlándose de Dios imitándolo.

La ultraderecha con frecuencia se filtra en las instituciones como las aguas insalubres empapando como un trapo al partido conservador de turno que va llevando su humedad al funcionamiento del estado. En ese proceso el propio partido conservador se pudre de sectarismo, racismo, machismo y clasismo y pasa a ser parte de la corrosión de la democracia. Hay que sacudirse la resignación hipócrita. Hay algo que la historia demostró muchas veces en las luchas firmes por los derechos de todos. Que, llegado el caso, la oligarquía en realidad es pragmática.