Margaritas a los cerdos

Javier Guitián
javier guitián EN OCASIONES VEO GRELOS

OPINIÓN

Almudena Grandes, en una imagen tomada en el 2017.
Almudena Grandes, en una imagen tomada en el 2017. Benito Ordóñez

06 dic 2021 . Actualizado a las 09:48 h.

No estaba en mi cabeza escribir sobre Almudena Grandes. No he leído sus últimas novelas y, aunque soy un ávido lector de sus columnas, me parecía más adecuado que sobre ella se pronunciaran quienes la conocieron. Sin embargo, hay algo que me ha encendido la luz y, superado el asco, he decidido dedicarle un cariñoso recuerdo. 

Lo que ha encendido mi interruptor ha sido un despreciable comentario de un portavoz de Vox que la ha despedido con estas palabras: «Con odio has vivido y con odio has muerto». El mensaje es tan indecente que se califica por sí solo, pero sabiendo de donde viene, uno no puede dejarlo pasar sin recordarles algunas cosas.

Almudena Grandes ha sido una escritora con mayúsculas y una extraordinaria columnista. Su trayectoria está avalada por los premios y, por encima de todo, por sus millones de lectores.

Solo quien no lee, y no la ha leído a ella, puede ignorar la calidad de su obra. Solo quien no la ha escuchado en los medios puede atribuir odio a la simpatía y calidez con que se expresaba.

La escritora decía, a través de un personaje de una de sus novelas, que «con el tiempo comprendí que la alegría era un arma superior al odio, las sonrisas más útiles, más feroces que los gestos de rabia y desaliento».

Ella lo puso en práctica y desde su posición, muy crítica con la derecha española, nunca le escuché una salida de tono como la que le han dedicado los salvadores de la patria.

La cuestión no es que a la ultraderecha no le guste su obra, porque no la han leído; la verdadera razón de su odio es que no soportan que una mujer, escritora de éxito, les pusiera en su lugar con lucidez, sin gritos ni aspavientos.

El problema es, en definitiva, que cuando alguien hace del odio a lo diferente el sentido de su vida, su vida carece de sentido.

Con la aparición de los señores de extrema derecha en la escena política nos hemos acostumbrado a soportar mentiras, comentarios insidiosos e insultos hasta un nivel inimaginable.

Una cosa es que sea un partido político legal y otra es el tono faltón y la basura permanente que cada día esparcen sus dirigentes; les ampara la libertad de expresión, pero a mí me dan asco.

Con todo, me quedo con los múltiples mensajes de cariño de amigos, escritores, cineastas, etcétera, y de sus muchos lectores.

Me quedo, también, con la obra de Luis García Montero y muchos otros que han hecho de España un país mejor, sin insultos. Nuestra historia actual no puede ser entendida sin sus novelas, sus ensayos y su poesía.

Me quedo, finalmente, con el Evangelio según San Mateo: «No deis lo sagrado a los perros, ni echéis vuestras perlas (margaritas, en latín) a los cerdos, no sea que vayan a pisotearlas con sus patas y, vueltos hacia vosotros, os despedacen».