Boris Johnson está una vez más en el ojo del huracán y no se apea del candelero y el trending topic. Sabíamos que el excéntrico premier británico era un admirador confeso del alcalde de la película Tiburón por ser capaz de mantener las playas abiertas pese a que «un pez gigantesco se está comiendo a sus votantes». Y descubrimos hace unas semanas que cuando pierde (literalmente) los papeles, improvisa discursos sobre otro personaje tan resiliente como el regidor retratado por Spielberg, la cerdita Peppa Pig.
En este contexto, parece complicado ponerse el traje de gobernante serio e imponer restricciones para luchar contra la irreductible pandemia. Y más aún cuando sacas tu «plan b» contra el covid en medio de un monumental escándalo que amenaza su mandato. ¿La razón? La confirmación de que las normas que se aplican en el 10 de Downing Street no son las mismas que en el resto del Reino Unido.
Los saraos que acogió la Moncloa británica no existían oficialmente hace dos días. Después se convirtieron en reuniones de trabajo «sin distancia social». Hoy, cuando en todos los pubs se sabe que existieron esas fiestas, ya han provocado una dimisión de primer nivel. Y suenan tambores de guerra en el seno de los conservadores británicos, siempre dispuestos a deponer a los primeros ministros de su partido. Si pudieron con Margaret Thatcher, ¿no podrán con Boris? ¿Tomará el turrón como premier? Permanezcan atentos a sus pantallas.