Cambios por llegar

OPINIÓN

Olaf Scholz, tras la votación en el Bundestag.
Olaf Scholz, tras la votación en el Bundestag. FABRIZIO BENSCH | Reuters

10 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Olaf Scholz es desde el miércoles el nuevo canciller de Alemania y tendrá que dirigir un ejecutivo novedoso en cuanto a que el gobierno que preside lo compone un tripartito (lo llaman el ‘semáforo’ por los colores de los socialdemócratas, liberales y verdes) que ha puesto fin a dieciséis años de dominio de la democracia cristiana con un liderazgo indiscutible de Angela Merkel. Me llama la atención que en un país como España haya quien la vaya a echar de menos, porque hace diez años la responsabilizábamos de todas nuestras penurias. Está claro que la memoria es muy frágil y ya no recordamos que con sus exigencias se instauró una austeridad que para los ‘pigs’ (Portugal, Italia, Grecia y España) nos supuso un retroceso a todas luces en derechos sociales y laborales que hicieron mucho daño. De mi experiencia trabajando en un hotel de Múnich limpiando habitaciones en un hotel diré que urge arreglar el sinsentido que suponen los ‘minijobs’, trabajos totalmente precarizados donde una persona gana oficialmente 450 euros al mes (en el caso de la hostelería habría que añadir las propinas) sin posibilidad de cotizar por ellos y sin que el empresario tenga que asegurarte (ni el Estado pagarte un subsidio complementario y por supuesto no puedes estar en las listas del paro). En estos momentos hay ocho millones de personas viviendo así, y sin poner en duda que son el motor de la economía europea, a mí a veces me parece que se parece un poco a lo que ocurre con el ‘sueño americano’ en otro continente. Le deseo suerte al SPD porque lo que es innegable es que necesitamos una Alemania europea para ser más fuertes y mejores, y es obvio que romper una tendencia de la noche a la mañana no es fácil, pero ojalá nunca más vuelta la Europa sometida a las tesis a la que nos abocó Merkel en la crisis financiera

Otro país en el que viví y que estando allí me defraudó bastante fue Francia. Da miedo ver que según las encuestas uno de cada tres electores votará a la ultraderecha. El país de la libertad, la igualdad y la fraternidad se ha convertido en todo lo contrario, porque si una persona que llena mítines con discursos que proponen abrir un Guantánamo o que la legislación francesa esté por encima de la europea (al estilo polaco), mal vamos. Imágenes como las del primer mitin de Eric Zemmour, donde hubo una pelea multitudinaria con el resultado de 62 heridos, presagian una campaña al Elíseo muy enfangada y conflictiva. Ninguna opción de izquierdas supera en los sondeos el 10%, lo que ha obligado a la candidata socialista Anne Hidalgo a plantear a toda la izquierda francesa ir en una misma candidatura. Puede que sea la mejor opción con el fin de arañar y agrupar el voto progresista, que o despierta o el cambio de tendencia en la presidencia del país será tarea más que difícil.

Me llama la atención la persistente argumentación del PP en relación a que ellos son los garantes del orden constitucional cuando en la práctica se dedican a bloquear renovaciones de órganos como el Consejo General del Poder Judicial. Consiguen desviar la atención con afirmaciones del tipo «dentro del ejecutivo de Pedro Sánchez hay ministras y ministros que aspiran a que nuestro país sea una república». No sabía que apoyar un cambio del modelo de Estado te situaba fuera de la Constitución siempre y cuando lo defiendas de una manera legal. Lo que está claro es que a día de hoy es imposible cualquier modificación por pequeña que se quiera hacer y eso considero que es una mala noticia. A mí me parece que la sociedad española es ya lo suficientemente madura para abrir el melón y el paso del tiempo ha permitido avanzar en derechos y libertades que no existían en 1978. No obstante, no deja de ser menos cierto que urge recuperar la confianza de la ciudadanía en las instituciones y en el sistema antes de que se incrementen y calen mensajes que demandan una manera estática de entender España sin contemplar la diversidad de nuestro país.