El poder de los zapatos

OPINIÓN

BENITO ORDÓÑEZ

13 dic 2021 . Actualizado a las 08:29 h.

Hay una serie de expresiones tales como «tan contento como un niño con zapatos nuevos», «no tiene ni para comprarse unos zapatos», «no le llega ni a la suela del zapato», etc., que podrían hacernos pensar: ¿qué tienen los zapatos que sirven para alcanzar tan variados significados? Los niños caminan orgullosos al estrenarlos y los adultos nos sentimos en cierto modo renovados cuando los adquirimos o hacemos limpieza en nuestro zapatero. Ocupan espacio, en los lugares lluviosos se impregnan de barro y a ellos se adhiere con facilidad lo que preferiríamos mantener alejado. Los zapatos encierran cierta problematicidad. También los rodea una aureola que convendría descifrar. Se nos puede poner un nudo en la garganta cuando descubrimos a una mujer que se levanta de su silla y se bambolea con un garbo que maravilla mientras luce sus zapatos; tal vez no le resulte cómodo mantenerse en tacones durante la jornada de trabajo, pero no renuncia al encanto que siente desprender con su último modelo, o a la seguridad psicológica que ella cree proyectar desde los pies hasta su estado de ánimo. Los zapatos bien llevados, ajustado su estilo a nuestra personalidad, nos afirman y van más allá que cualquier otro artículo de moda, quizá porque es el elemento que nos permite elevarnos, mirar al cielo.

Los tacones son de origen masculino. Los usaba Luis XIV en Versalles para aparentar menos bajito, y los quería rojos —el tinte más caro entonces como señal de poder—, por eso algunas marcas de lujo los fabrican con la suela en ese tono. Les resultaban útiles a los jinetes al mantenerse mejor en los estribos. Para las mujeres son un arma de varios filos. Las de poca estatura han de elegir no disimular o subirse a plataformas; en ocasiones cargan con el calzado cómodo en una bolsa accesoria para ponérselo cuando finaliza el evento que exigía elegancia. Deben tomar la decisión de elegir zapatos bajos o no, si su pareja «no les llega al hombro», para no destacar «su propia altura». Otras veces nos quedamos admirados al observar escaparates en los que descubrimos zapatos diseñados con originalidad y no comprendemos cómo en un pie pueden caber tantas variaciones. Algunas personas los coleccionan al no resistirse a sus encantos.

Los zapatos son útiles pero también simbólicos, llevan consigo una larga historia caminando al lado de las revoluciones, el progreso industrial, tecnológico y estético. Han sido usados, entre otras funciones, como representación de clase social, complemento de moda o expresión de erotismo, incluso para aislarnos del calor del desierto.

En España existe un Museo del Calzado en Elda (Alicante) inaugurado en 1992, que es uno de los más importante de Europa; cuenta con colecciones como las de «la historia de la humanidad a través del calzado», «diseño», «zapatos de personajes célebres», «calzado y deporte», etc. Además hay biblioteca con trabajos derivados de tesis doctorales. En 1997 se crea un premio periodístico que lleva el nombre del director de cine Luis García Berlanga y que debe trata sobre el zapato de mujer como fuente de inspiración.

Para algunas personas son fetiches; así no es extraño deslumbrarse, por ejemplo, al entrar medio dormido en una oficina a las ocho de la mañana y, de pronto despertar al descubrir allí ciertos zapatos, sorprenderse ante el mundo de la posibilidad y sentir que en algunos lugares «se pisa fuerte».