¿El fin del primer ministro británico?

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

OPINIÓN

El primer ministro británico, Boris Johnson, en una imagen de archivo.
El primer ministro británico, Boris Johnson, en una imagen de archivo. TOLGA AKMEN | REUTERS

18 dic 2021 . Actualizado a las 22:11 h.

La derrota de los conservadores en la elección parcial de North Shropshire es histórica por sus dimensiones (un movimiento de voto de más de un 30 por ciento hacia los liberal-demócratas, que han ganado el escaño) y también porque afecta a un bastión tory que había estado en manos del partido casi ininterrumpidamente desde 1832. Pero, más concretamente, el resultado es un golpe personal para Boris Johnson, porque la elección se produjo a causa de la dimisión del diputado local, Owen Paterson, a quien el primer ministro había apoyado a pesar de haberse visto envuelto en un escándalo de tráfico de influencias. El episodio trae a la memoria otra famosa derrota de los conservadores en una elección parcial, la de Eastbourne de 1990. Aquella fue por un margen menor, y sin embargo supuso el fin de Margaret Thatcher en seis semanas. ¿Podría suceder lo mismo con Johnson?

Antes de responder a eso conviene mirar con más detalle lo que ha ocurrido en North Shropshire. La participación cayó un 20 por ciento, y se calcula que la inmensa mayoría de los que se quedaron en casa eran conservadores. En la práctica, no más de unos 3.500 votos tories (de 23.000) fueron a parar los liberal-demócratas, que si ganaron claramente fue porque recibieron los votos «tácticos» de los laboristas, quienes, de hecho, han perdido muchos más votos que los conservadores (más de un 70 por ciento). Esto significa que estamos ante un voto de protesta interno, no todavía ante un resurgir de la oposición laborista. North Shropshire es especialmente conservador, uno de los lugares más pro-brexit del Reino Unido, y su descontento con Boris viene por su giro hacia el centro-izquierda, sus subidas de impuestos y sus políticas verdes, muy impopulares en distritos rurales como este.

Esto da cierto margen al partido conservador, cuya cúpula no parece por ahora dispuesta a deshacerse del primer ministro. El momento no es oportuno: la epidemia se está agravando y no hay un claro sucesor (Liz Truss y Rishi Sunak están todavía verdes). Ya sucedió con Theresa May, que era un cadáver político desde el 2017, pero siguió al frente del Gobierno hasta el 2019 ante la dificultad de encontrarle un sustituto. Lo más probable es que los enemigos internos de Boris se contenten de momento con una masacre de ceses en su equipo. Pero, en cualquier caso, es difícil imaginar que las cosas puedan mejorar para el primer ministro en los próximos meses. El comienzo del año va a estar dominado por la inflación y las restricciones de la epidemia, una de las principales causas del descontento (cien diputados conservadores acaban de votar contra los planes de Boris en este sentido). En abril se hará notar una nueva subida de impuestos. Y en mayo son las elecciones locales. La última vez que se celebraron, en el 2018, conservadores y laboristas estaban empatados en votos, con lo que va a ser muy fácil hacer comparaciones. Si el partido de Johnson no queda entonces claramente por delante, entonces sí es probable que comience una de esas conspiraciones para derribar al primer ministro por las que el partido conservador británico se ha hecho famoso.