El teclado averiado

Miguel-Anxo Murado ESCRITOR Y PERIODISTA

OPINIÓN

Ed

19 dic 2021 . Actualizado a las 11:41 h.

El teclado de mi ordenador portátil ha estado funcionando mal. No lo culpo, le eché una taza de té encima sin querer. A partir de entonces empezó a hacer algunas cosas raras. Escribía letras por su cuenta; o repetía una letra que escribía yo, como una ametralladora… Cosas así. Parecía que había adquirido conciencia de sí mismo, como el ordenador de 2001 Una Odisea del Espacio. Solo que esta era una máquina con veleidades literarias en el estilo del dadaísmo de entreguerras. Ideaba textos como «Errrrrrr aaaaa» o «thththththththt». O escribía como James Joyce, sin puntos ni comas. En algún momento me gastaba bromas gramaticales, como, por ejemplo, literalmente, no ponerme los puntos sobre las íes. Era como aquella máquina de escribir que tenía Isaac Bashevis Singer, que él decía que se negaba a escribir las frases que le parecían malas y boicoteaba sus textos si no le gustaban. Precisamente, recuerdo haber leído en algún lugar que a Singer también se le había averiado alguna de las teclas de la máquina, lo que era un problema, porque no le resultaba fácil encontrar un repuesto (tenía un teclado en hebreo adaptado para escribir en yiddish). Así que se había acostumbrado a teclear evitando cuidadosamente la letra que faltaba; y yo me he preguntado muchas veces, leyéndole, si alguien que pudiese entender el original en yiddish se daría cuenta de cuál era la letra que faltaba.

También algunas teclas de mi ordenador, llegado un punto, dejaron de funcionar sin más, a capricho, intermitentemente. A veces era la «b». Quería escribir «bajo ruso» y me salía «ajo ruso», o «el sonido de la brisa» se convertía en «el sonido de la risa». A veces era la «g», y «frágiles» se convertía en «frailes» o «Galicia» en «alicia», que el procesador de textos convertía por su cuenta en Alicia. Y así, cuando dejó de funcionar simultáneamente la «p», me salía, en vez de «la presidencia de Galicia», «la residencia de Alicia», «reparar» en vez de «preparar», «resumir» en vez de «presumir» o «revisor» en vez de «previsor». Cuando también falló la «m», «matizar el presentimiento» se transformó agresivamente en «atizar el resentimiento», que no es precisamente lo mismo.

Creo que era Lope (o Cervantes, no me acuerdo) quien decía que la rima obliga al poeta a decir lo que no quiere; y esto mismo me sucedía a mí con el teclado. Porque, ante la incomodidad de volver atrás y seguir presionando la tecla a ver si ocurría algo, me acostumbré a seguirle la corriente. Si escribía sobre el «crujido de las hojas» y me salía «rugido» lo consideraba una metáfora y ya está. Cuando en vez de «fosa marina» me salía «osa marina», seguía por ese camino, inventando una historia de animales al estilo de Kipling. Y si en vez de un «flechazo doloroso» me salía «lechazo oloroso», abandonaba el terreno de la literatura romántica y me pasaba a la gastronómica, situando la acción en el Mesón de Cándido en Segovia. Si incluso entonces en vez de «frito» me salía «rito», tomaba un desvío a la antropología, y si en vez de «fruta», «ruta», a la literatura de viajes. Al fin y al cabo, escribir no es sino ajustar el pensamiento a los límites del lenguaje.

Hasta que llegó el momento en que con tantas limitaciones me resultaba imposible escribir nada. Y fue cuando, venciendo mi pereza, llevé el teclado a reparar. Ahora funciona perfectamente. Ya solo escribe lo que yo quiero. Y me ocurre que no se me ocurre nada. Y echo de menos las ideas del teclado, a menudo mejores que las mías. Aunque tengo el resentimiento de que el asunto puede no haberse resuelto del todo.