En estas entrañables fechas, Pedro Sánchez andará pensando que si Boris Johnson se come el turrón, aunque en la imagen lo que este hombre está comiendo es queso, pero el gesto es de comer turrón, por qué no habrá de tomárselo él, si su gestión está siendo, digamos, pluscuamperfecta. En estas entrañables fechas, Pablo Casado, Santiago Abascal, Yolanda Díaz e Inés Arrimadas, andarán pensando que si este señor de aspecto más bien impresentable, cabeza como de haberse caído en una centrifugadora, camisa sometida como si un incendio en el 10 de Downing Street le hubiese sorprendido al salir de la ducha, si este hombre, en fin, ha llegado al Olimpo de los mandatarios, ellos, con toda su incuestionable valía, también pueden hacerlo. Pues a eso andan Sánchez y etcétera, o sea, los unos y los otros, a comerse el turrón. Y ya, pues lo de comerse el marrón se lo han dejado, gentilmente, a los españoles. Y ahora pretenderán que el pueblo les agradezca el detalle.