La conferencia y el susto de Antonio Resines

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Efe | Rodrigo Jiménez

24 dic 2021 . Actualizado a las 09:06 h.

En los próximos días, si Dios quiere y nada se tuerce, estaremos en condiciones de comentar la reforma laboral, aceptada ya por la patronal y los sindicatos y cuyo anuncio deja una positiva impresión inicial. Hoy toca turno a las no medidas de la pomposa Conferencia de Presidentes. Fue una reunión extrañísima desde casi todas las perspectivas: desde su convocatoria, que parecía anunciar resoluciones extraordinarias para una emergencia; desde la fecha, sorprendentemente señalada para dos días antes de Nochebuena; desde la solemnidad que se quiso dar a la ocasión, con rueda de prensa del presidente, cuando este suele delegar los asuntos autonómicos en la ministra portavoz; y desde el resumen final, porque Pedro Sánchez habló de «amplísimo consenso» y lo que más se escuchó fue la crítica de cuantos asistentes hablaron después. Al final todo se quedó en la interpretación del presidente catalán, Pere Aragonés: fue más una apariencia de que se hacía algo que una acción real contra la nueva fase de la pandemia.

Quiso el destino que la primera noticia producida después fuese el ingreso en la uci del popular actor Antonio Resines, con un detalle desconcertante: Resines se había puesto las tres dosis, lo cual devuelve el miedo a quienes también nos hemos vacunado, sabemos que no estamos inmunizados, pero vemos que los pinchazos no rebajan la gravedad del contagio en todos los casos. Ignoramos si Resines es la excepción que confirma la regla o el anuncio de lo que puede ocurrir a muchos. Y en esa duda, la gran pregunta: ¿habría que haber aprobado restricciones, aunque fuesen limitadas a la Navidad y Año Nuevo? ¿Tenía razón Pere Aragonés al plantear el toque de queda y limitaciones en la hostelería? Empiezo a pensar que ni los científicos tienen una respuesta segura.

Lo único seguro es lo siguiente: para que la montaña de la conferencia pariese el ratón de la mascarilla obligatoria no hacía falta tanta solemnidad, que condujo a expectativas defraudadas. Las decisiones vuelven a quedar en manos de las comunidades autónomas, como si hubiese una frontera que impidiera el paso del virus de Asturias a Galicia y como si existiera una absoluta claridad legal, ya desmentida por los tribunales. El Gobierno de la nación no se atreve a iniciar los trámites de estado de alarma después de las sentencias del Constitucional, y no considera necesario el estado de excepción ni los engorros de su control parlamentario. La decisión de no intervenir en la hostelería es el triunfo final de Díaz Ayuso, pero también la confesión de que ahora mismo importa más la economía que la salud, justificada porque los contagios revisten menos gravedad, a pesar del episodio Resines. En resumen, demasiadas alforjas para tan pequeño viaje y lo dicho tantas veces: cuidémonos cada uno, que nadie nos va a cuidar. La gran esperanza es que el miedo guarde la viña de la salud.