Dientes, dientes

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

NETFLIXNIKO TAVERNISE

29 dic 2021 . Actualizado a las 09:09 h.

Urge aceptar que la belleza reside en la imperfección y que cuando esa imperfección se corrige el resultado siempre es perturbador. Se puede comprobar en los dientes impolutos e insuperables que lucen algunos de los personajes principales de No mires arriba. Son piños blanquísimos y correctísimos, cada uno en su sitio y a la distancia adecuada del siguiente, dentaduras hechas para marcar distancias y clases, dientes inalcanzables e hipnóticos, tan perfectos ellos que te provocan un respingo incómodo, como si una intuición genética nos previniera de los peligros que entraña una excelencia así.

Pensé al verlos que el progreso en España se ha ido leyendo en las bocas de los ciudadanos. Los boomers llegamos tarde a los correctores dentales, las micro carillas de porcelana, los brakets y la ortodoncia invisible, con lo que nuestro principal rasgo generacional son los dientes salteados y la posibilidad cierta de acabar con un bote de Corega en la mesilla. Para nosotros, las dentaduras perfectas eran una lotería genética con la que había que soñar, un bingo tan impredecible como los lunares. Se puede decir que hay una dentadura de la Transición y otra millenial, vigilada esta última desde la cuna, domesticada a base de hierros y estructuras, protegida de antibióticos que años antes velaban de grisura los esmaltes, enderezada y pulida para salir perfecta en las fotos y que los antropólogos del futuro deduzcan el tipo de sociedad que somos. Todo un ceremonial de la santidad dental que más pronto que tarde conducirá a la extinción a los dientes montados, torcidos, separados e imperfectos en los que a veces, solo a veces, reside la belleza. La Bardot hubiese sido otra sin su diastema.