Por qué estoy a favor de la oficialidad

Baudilio Alonso

OPINIÓN

Asistentes a una manifestación por la Oficialidad del asturiano
Asistentes a una manifestación por la Oficialidad del asturiano Europa Press | Jorge Peteiro

30 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Es el debate de actualidad en Asturias. Ahora que, parece, el Parlamento asturiano cuenta por primera vez con la mayoría necesaria para la reforma del Estatuto de Autonomía que permita aprobar la oficialidad del asturiano, los ánimos están más agitados que nunca. Sobre todo, en la arena política, donde la confrontación está siendo bastante visceral y encarnizada. Y es que se trata de un asunto de gran calado desde una perspectiva legal, económica y lingüística. Además, no se puede obviar que la situación de confrontación en otras comunidades bilingües afecta, y mucho, a una discusión que, entiendo, debería circunscribirse a la realidad sociolingüística de Asturias. 

Seamos claros: a pesar de que sus defensores tradicionales eran más bien liberales y conservadores, siendo los socialistas los más reacios a cambiar el estatus del asturianu (ahí están las hemerotecas con las declaraciones en los años 90 de Noval, Areces Cascos, De Lorenzo, etc. que, a vista de 2021 parecen noticias publicadas en El Mundo Today) la defensa de la oficialidad se ha escorado en los últimos años hacia el flanco izquierdo del espectro político. Conviene recordar, por ejemplo, que fue un gobierno del PP el que, en coalición con el PAS, aprobó en 1998 la Ley de Uso y Promoción del Bable/Asturiano, promovida por Xuan Xosé Sánchez. 

Sin embargo, a nivel de calle, por mucho que algunos intenten «agitar el agua de ese estanque», la crispación es bastante menor. Aunque sí provoca dudas y zozobra en muchas personas sin una posición definida. Y aquí entran las filias y fobias de cada cual, dado ese intercambio político de papeles en la defensa del asturiano, lo que ha polarizado el debate. 

En mi caso, como hablante de asturiano, me posiciono a favor de la oficialidad con claridad y firmeza, lo que, en muchas ocasiones, causa cierta dosis de sorpresa en mi entorno.

«Pero ¿cómo? ¿tú, a favor? ¿a pesar de que has vivido y viajado tantos años en el extranjero, que eres un emprendedor y que te dedicas al desarrollo de negocio internacional, a favor del asturianu?».

Pues sí, a favor. Y no « a pesar de» si no «sobre todo por» todo lo anterior.  Y no, no soy de izquierdas.

El asturianu, lengua vernácula de Asturias, forma parte de nuestro patrimonio inmaterial -que debemos defender, cuidar y transmitir a generaciones futuras- de la misma manera que la música tradicional, el Prerrománico o nuestra gastronomía (incluyendo la sidra, que se postula para convertirse en Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO en 2022). Es decir, forma parte de esos intangibles que, en un entorno tan globalizado y competitivo como el actual, ayudan a diferenciar bienes y servicios. Y eso tiene implicaciones económicas importantes. 

Una de las herramientas para luchar por su supervivencia -al igual que la de otras lenguas minoritarias españolas y europeas- es la legal, que permita a los hablantes ejercer sus derechos como tales. Es decir, la oficialidad. Y, seguramente, con todo y con ello, puede que, a tenor de varios estudios, no vaya a sobrevivir más allá de unas pocas generaciones. ¿Merece la pena el esfuerzo pues? Pues lo merece. Claro que lo merece. Y es nuestro deber como sociedad hacer ese esfuerzo. 

No hay dos oficialidades iguales al igual que tampoco hay dos situaciones sociolingüísticas iguales, ya que no es la misma la situación del gallego, el catalán, el euskera o el mirandés (del mismo grupo lingüístico que el asturianu, oficial en la parte de Portugal donde se habla, y cuya presencia, a pesar de la oficialidad, es bastante escasa) y por eso Asturias debe buscar la suya propia, ampliando consensos y adaptándola a la realidad que nos toca vivir.  Por eso son tan importantes proyectos transversales independientes como Iniciativa pol Asturianu, del cual me orgullezco ser socio.

La oficialidad es una cuestión de estatus jurídico que, llevado a los términos que se están planteando, amplia los derechos de los hablantes sin suponer una obligación para los que no quieran usarla. Entonces, ¿por qué provoca tanta zozobra? Pues quizás porque, al no existir un plan inicial profusamente detallado -eso debe regularse después por el Parlamento Regional- los detractores más radicales puedan anunciar un apocalipsis nacionalista al que es complicado rebatir con argumentos racionales. Y parte de eso es lo que está actualmente pasando.

Quizás uno de los mayores problemas de Asturias venga derivado de décadas de una alta proporción de actividad económica pública en relación con el sector privado, lo cual ha generado una mentalidad inmovilista muy poco acostumbrada a trabajar en una realidad llena de incertidumbres y retos que gestionar. Lo que se traduce en una falta de voluntad de gestión y de asunción de riesgos.

Por eso, ante un escenario que genera ciertas incertidumbres -habrá que negociar, llegar a acuerdos, volver a negociar, revisar, modificar…- es normal que una reacción sea la de no cambiar nada, esperando a que, por arte de magia, un ente superior venga y resuelva nuestros problemas económicos, sociales, demográficos y lingüísticos. Pero eso no va a suceder.

Por ello, para cambiar las cosas, me identifico con la actitud de asumir incertidumbres y riesgos, de tener la valentía de querer ser dueños de nuestro destino y de dar un paso al frente para aceptar las responsabilidades que de ella derivan. Sin nacionalismos ni posiciones exacerbadas. Dentro de nuestro actual marco de convivencia. Y un primer paso es la oficialidad del asturiano.

No somos una comunidad de segunda que necesite coartar la expresión de su patrimonio inmaterial para demostrar más que otras. Tampoco somos mejores que los demás ni deudores del título de Cuna de la Reconquista. No, no es eso. Somos simplemente otra comunidad como cualquier otra con el derecho y el deber de cuidar y defender su patrimonio, sus tradiciones y de generar las condiciones para que los asturianos y las asturianas puedan desarrollar su proyecto de vida.

Mi manera de ser español es ser asturiano. Mi manera de expresar mi españolidad es en español y en asturiano. Tan simple y sencillo como eso.

Baudilio Alonso, miembro de Iniciativa pol Asturianu.