Sanitarios: de aplaudirles a insultarles

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

ALBERTO LÓPEZ

09 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La explosividad de contagios de ómicron ha puesto sobre la mesa lo voluble del carácter de muchos españoles. Hemos pasado de estar enamorados de los sanitarios a amenazarlos por tener que hacer cola. Este país no conoce término medio. La verdad siempre sale a la luz cuando se multiplican los problemas y es obligación arrimar el hombro. Los sanitarios lo han hecho y lo hacen, pero están hartos de que los políticos los utilicen. Ellos no son los culpables de las colas, ni de las esperas que desesperan. Ellas y ellos están a pie de obra. Como no han dejado de hacerlo en ningún momento de las seis olas, de este maremoto que parece no tener fin. Pero el instinto básico de algunos y la falta de educación de muchos han hecho que aflorasen los problemas. Viva España: hemos pasado de aplaudirles desde las ventanas a las ocho de la tarde a insultarles a cualquier hora.

El cóctel se ha ido formando poco a poco. La deriva de ómicron ha motivado que hayan sido en primera instancia los centros de salud, la atención primaria, los que han saltado por los aires. Muchas enfermeras, médicos, han suspendidos descansos, han multiplicado guardias, pero ni así han conseguido frenar la demanda que exige esta sexta ola. Se han vivido incidentes en centros de salud de muchas provincias españolas. Una enfermera y sus compañeras han escuchado, al acabarse los test, cómo les gritaban «payasas», cómo se formaba un jaleo tremendo que terminaba casi en algarabía y en ese grito primario y de impotencia que suele ser chillar «es una vergüenza».

¿Qué nos ha pasado en la cabeza para que dejemos atrás lo mucho que valoramos el esfuerzo de los profesionales de la salud y pasar de un plumazo a considerarlos, con los políticos, parte de la culpa? La culpa es de un virus. Todos los demás intentan hacerle frente. La tensión la padecemos todos. El miedo es libre y atenaza. Impide pensar con claridad. Es lamentable que un ciudadano histérico por un posible positivo de él y de su familia haya pasado de dibujar junto a sus hijos a las enfermeras y a las médicas como aquellos héroes de capa blanca, por las batas que usan, de la primera ola, al insulto y la descalificación de esta sexta ola. Todos estamos en el hartazgo de no ver la luz al final del túnel.

Estas amenazas y hostilidades al colectivo sanitario no son nuevas. Siempre ha habido denuncias, y son pocos los que denuncian, por insultos y agresiones en centros de salud y en hospitales. Pero que la sociedad haya mudado, o demudado, en dos años, de utilizar las manos para aplaudir con emoción en un barco en el que parecía que íbamos todos a emplearlas para amenazar en un claro grito de ansiedad de sálvese quién pueda, hay un mundo. Ni antes eran las personas del colectivo sanitario los súper héroes de Los Vengadores ni ahora son unos tipos que se escasean e intentan hacer lo menos posible. Muchos están valorando dejar el trabajo. La única posibilidad que tenemos de vencer al virus, sea delta u ómicron, es como al principio. Todos a una.