En su enésimo cambio de estrategia política, Pablo Casado ha optado directamente por la ayusización. Así, ha replicado burdamente aquel «Comunismo o libertad» que lanzó con éxito la presidenta madrileña, con un «Más ganadería y menos comunismo», aprovechando las declaraciones de Alberto Garzón, que, inoportunas y convenientemente manipuladas, están sirviendo al PP de munición electoral en Castilla y León. Al mismo tiempo, Casado, Mañueco, Moreno Bonilla y otros dirigentes del PP han entrado en una irrisoria carrera para fotografiarse junto a vacas, con el fin de escenificar su denuncia de lo que consideran un ataque del ministro a la ganadería española, en general, aunque, en realidad, sus críticas las dirigió a las macrogranjas, paradójicamente contra las que ha votado el PP en numerosas localidades. El contagio de la estrategia de Ayuso, que parece llevar la iniciativa en el partido, se ve asimismo en la judicialización del reparto de los fondos europeos, que, tras la senda abierta por la lideresa al recurrir una partida de nueve millones ante el Tribunal Supremo, sigue Casado y secundan los barones, que también parecen poseídos por el síndrome de la ayusización. El líder popular debe pensar que lo mejor para vencer en las elecciones es copiar el discurso de quien arrasó en Madrid en circunstancias muy especiales. Pero Madrid, en contra de lo que sostiene Ayuso, no es España. La sobreactuación y el no a todo, incluso a una reforma laboral que, según él, cambia muy poco la de Rajoy, forma parte de la estrategia de Casado desde el principio. Ni siquiera la cambió en lo peor de la pandemia, sino que la acentuó. Ahora recurre a la ayusización, que recoge elementos del trumpismo. Veremos si le funciona.