Marasmo español y crisis de Ucrania

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Luis Tejido | Efe

25 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Miren por dónde, la gravísima crisis de Ucrania se está convirtiendo en una crisis española. Tan española, que hace inevitable dos preguntas: ¿debe seguir Unidas Podemos en el Gobierno? ¿Se puede participar en una guerra, real o fría, con un Gobierno no solo enfrentado por la diferencia de criterios, sino con cada una de sus partes favorable a una de las potencias enfrentadas? Parece cómico, pero es así: aunque resulte injusta la simplificación, el sector socialista del Gabinete está con la OTAN, y el sector podemita está claramente con Putin. Esto no tiene lógica y conduce a explicaciones tan elementales como la de escuchar al ministro de Asuntos Exteriores el recuerdo de que la iniciativa de política internacional corresponde al presidente del Ejecutivo.

De todas las discrepancias producidas o visibles en los dos años de la coalición, esta es la más explosiva por la importancia de lo que está sobre el tapete: nada menos que una guerra entre grandes potencias en territorio europeo, que se sabe cómo y por qué puede empezar, pero se ignora —como en todos los conflictos armados— cómo puede desarrollarse y terminar. Y todo eso, con el inquietante e incierto efecto colateral del aprovisionamiento de gas ruso. Tener la llave del gas es un arma tan convincente como los tanques de Putin en formación de combate.

¿Y todo eso se puede dirimir resucitando el «no a la guerra» contra Sánchez igual que contra Aznar? ¿Todo eso se puede debatir con los simplistas argumentos de una ministra de Podemos que proclama su pacifismo, como si el resto de los ciudadanos fuésemos asquerosos belicistas? ¿No es denigrante que una parte del Gobierno aproveche la crisis para ajustar viejas cuentas con la ministra de Defensa? Añadan ustedes a estos interrogantes la posición de los partidos independentistas que sostienen al Ejecutivo, como Esquerra Republicana, que hacen sospechar que fue cierto que en algún momento pidieron el apoyo de Rusia a una hipotética independencia de Cataluña. Es decir, todo el marasmo político nacional reflejado ahora en la mayor crisis internacional del último medio siglo. La credibilidad de España ante la OTAN y los demás aliados puede ser grande después del envío de dos barcos de guerra y anuncio del envío de cuatro cazas, pero ya está condicionada de cara al futuro por las frivolidades de una parte del Gobierno y de sus socios.

Probablemente, todo esto será superado por la necesidad de mantenerse en la Moncloa. Lo hemos visto en anteriores discrepancias. Estamos acostumbrados a una continuidad forzosa con apariencia de unidad. Pero lo mínimo que se puede exigir a formaciones políticas adultas son estas dos cosas: que respeten los acuerdos internacionales, entre ellos el que nos vincula a la OTAN, y que se pongan de acuerdo en algo tan serio como el interés nacional en lo que puede ser un conflicto mundial.