Normas, normas y más normas

OPINIÓN

María Pedreda

31 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Decía Fernando Sabater que «somos todo lo malos que nos dejan ser», y siguiendo esta máxima, sería lógico pensar que la falta de normas acabaría por revelar nuestro lado más perverso. Es por ello que la mayoría de nosotros considera necesario cierto orden, aunque este sea impuesto de una forma caprichosa o arbitraria.

La religión con su batería de preceptos morales fue, hasta no hace mucho, el freno moral que reprimió nuestros pensamientos más infames, aunque estará conmigo en que muchos de ellos no eran para tanto. Ahora con la otra religión, la del estado, las normas divinas son sustituidas por otras más mundanas, y como muchos políticos que presumen de progresistas son más papistas que el Papa, pues nada, las multiplican por miles y sin problema, total como la vida es sencilla. Debían parecerles pocas las 10 normas que bajó Moisés del Sinaí, a ver quién es más fundamentalista.

Traigo como reflexión este tema porque hace unos días, me enteré -sorpresa mía-, que en un periodo no superior a 12 meses de pandemia aparecieron más de 3.000 normas en forma de resoluciones, órdenes, decretos o leyes. Claro que si no hubiera el desmadre legislativo fruto de las 17 autonomías pues no me lo creería. La cuestión es que habrá que conocerlas porque ya sabe el aforismo «el desconocimiento de la ley no exime de culpa».

Siguiendo con tema y como la cuestión me parecía como poco jocosa investigué y ¿sabe usted cuantas normas tenemos en España? Pues grosso modo más de 100.000 eso sin contar las que se publican semanalmente. ¿Pero quién puede conocer, pongamos un 10% de ellas? Serían unas 10.000 ¡Qué locura! No me malinterprete, si hay algo que nunca entendí del todo fue el anarquismo. Pero lo cierto es que como sigan imponiéndome más normas voy a acabar delinquiendo… es cuestión de estadística, dígame usted qué fervoroso creyente es capaz de cumplir 100.000 mandamientos.

Y es que papá gobierno tiene que ponernos límites, no vayamos a desmadramos. Vaya a saber qué sería de nosotros si nos dejaran libres. Papá gobierno sabe que somos díscolos e irresponsables y como un padre exigente nos castiga cuando nos salimos de la pauta. Papá gobierno nos trata como niños imprudentes porque en el fondo… Papá tiene razón, nos ha criado como a niños mimados, como aquellos que nunca han gozado de autonomía y cuando se les da, pues se sienten perdidos y claro… la bacanal. Pero con qué derecho se exige al ciudadano responsabilidad si el gobierno no deja de imponer la tiranía de la norma.

Puede que usted se sienta identificado con alguno de esas personas que: cuando coje el coche y ve un radar frena, da igual la velocidad a la que vaya, o aquellos que escoden su bolsa de basura en el fondo del cubo porque no reciclan como deben, o aquellos que enjaretan al buzón del vecino la propaganda que no les interesan… pues si lo es, no se preocupe es normal, pero tampoco le quepa duda que cuando se den la circunstancian propicias hará cosas peores, porque como le ocurre a un niño desobediente, su mayor deseo es emanciparse de Papá. Si nos quitan la libertad para tomar nuestras propias decisiones nunca aprenderemos a comportarnos bien, -es un principio pedagógico elemental-. Cuando veo a la gente tirar papeles en la calle, escupir en el suelo, enconder colillas en la arena o saltarse semáforos… pienso que no sólo es mala educación -que lo es-, sino una consecuencia lógica de un exceso de normas.

Desde un punto económico, los estudiosos no se ponen de acuerdo sobre cuál es el punto óptimo normativo para que un estado comience a generar más beneficios que gastos. Pero en lo que todos coinciden, es que las trabas burocráticas legislativas constituyen una carrera de obstáculos para las empresas. Se frenan las iniciativas y sobre todo la inversión.

Por otro lado, esto del COVID me ha permitido descubrir la completa manipulación y control de unos autoritarios dirigentes que gobiernan como sátrapas. Supongo que por eso todos los días aparecen normas y más normas, muchas de ellas absurdas, incoherentes, injustas y contradictorias, seguro que sabe a cuáles me refiero. Y esto me hace pensar que, en otras cuestiones, el modo de obrar es parecido. La mayoría de las veces los que nos dirigen buscan titulares para simular ser competentes, cuando en realidad lo que hacen es embrollar nuestras vidas con inútiles e ineficaces normas que hacen cumplir de forma arbitraria. Hace unos días mientras observaba a unos jóvenes como echaban una partida a un juego de mesa, de estos que están de moda ahora y que tienen un manual de más de 10 páginas, me di cuenta de que el enrevesado reglamento se aplicaba según quién dirigiese el juego y claro a su conveniencia, y me pareció un símil perfecto de lo que está ocurriendo ahora en este país, porque la sobreabundancia de normas está causando una quiebra jurídica, una parcialidad hacia quién se salta la norma o hacia qué norma ha de ser respetada o no.

No se extrañe que los delincuentes hayan desbancado a los caducos héroes, los nuevos paladines de la justicia son chorizos, narcos, o asesinos. Mire Netflix, Amazon Prime o cualquier plataforma de televisión… créame los villanos han triunfado y han conquistado mucho más que la pantalla.