Los entresijos del 10 de Downing Street

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

OPINIÓN

Una señal de advertencia por riesgo de tropiezo, sobre la imagen, al fondo, del Parlamento británico
Una señal de advertencia por riesgo de tropiezo, sobre la imagen, al fondo, del Parlamento británico ANDY RAIN | EFE

05 feb 2022 . Actualizado a las 10:01 h.

En política se ha abusado demasiado del famoso dicho de que las ratas son las primeras en abandonar un barco que se hunde. Pero lo realmente grave es cuando se les adelanta el contramaestre, que es lo que le ha pasado al primer ministro británico. Acosado por el escándalo del Partygate, Boris Johnson se ha encontrado con la carta de dimisión de Munira Mirza, su principal asesora política, que ni siquiera ha dimitido por esto, sino por otra cosa. Mirza se va indignada por una insinuación que hizo Johnson contra el jefe de la oposición laborista, sir Keir Starmer. Johnson dejó caer que cuando Starmer era fiscal quizá no hizo todo lo posible para investigar un famoso caso de abuso de menores que sacudió el país hace unos años. Recriminado incluso dentro de su propio partido, el primer ministro pronunció una de esas disculpas que no son disculpas, y que tanto se han puesto de moda desde que también se ha puesto de moda exigir disculpas por todo; y Mirza, en un gesto de dignidad ética que la honra, le ha dejado. Su marcha es significativa porque llevaba con él catorce años, y el primer ministro se refirió a ella en una ocasión como «una de las cinco mujeres» que más admiraba. No puede haber indicación más clara de que Boris ha perdido su magia. Sobre todo, porque ella, respetada en muchos ámbitos y con un talento político muy superior a los demás colaboradores del primer ministro, era clave para que Boris recuperase el rumbo.

A la dimisión de Mirza ha seguido inmediatamente la de otros tres altos cargos del equipo del primer ministro: el jefe de gabinete, el jefe de prensa y el secretario personal, nada menos. Pero es un error interpretarlo como una desbandada. Se trata más bien de una jugada calculada de Boris, que quiere así enmascarar la marcha de Mirza con una renovación que hacía tiempo que le exigía su partido. Deja así caer a Martin Reynolds, su secretario personal, que se había convertido en la encarnación del escándalo de las fiestas de Downing Street por su famoso email circular con el acrónimo BYOB, «Bring your own booze», traéte tu propia bebida (que no se sabe si escandaliza más por la superficialidad o la tacañería). Boris se desprende también de Dan Rosenfeld, su jefe de gabinete, detestado en el partido porque, y aquí llegamos a la clave del asunto, se le consideraba un valido de la mujer de Johnson, Carrie, a la que el partido culpa del Partygate.

El insólito problema que se le presenta ahora a Johnson es que no le está siendo fácil encontrar gente que quiera trabajar para él. Ha tenido que retractarse tras anunciar la incorporación del gurú político australiano Lynton Crosby, muy apreciado en la derecha del partido, que se suma así a una larga lista de figuras que están declinando cortésmente la invitación a entrar en el equipo de Johnson. Y es que lo que se ha dado casi nunca es que las ratas (en este caso, sin ánimo peyorativo) se suban a un barco que se hunde.