Dignidad

Miguel Niño Martínez REDACCIÓN

OPINIÓN

El papa Francisco, en una imagen de archivo, en la Plaza de San Pedro, en la ciudad del Vaticano
El papa Francisco, en una imagen de archivo, en la Plaza de San Pedro, en la ciudad del Vaticano FABIO FRUSTACI | Efe

13 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Si, las cifras no engañan:  330000 personas

Señor Bergoglio.

Sí, Santo padre.

 Vuelven las cifras: 330000 personas indefensas en manos de aquellos que hacen votos de pobreza castidad y obediencia.

Voto de castidad, respetar al otro, luchar por su dignidad.

Y, ahora tantos años después

Y, ya en un nuevo siglo.

 Siguen al margen de la justicia, libres del patíbulo, campando a sus anchas...Disfrutando del «bien y del mal».

Siguen...

 Vergüenza, Bergoglio, organizado el tinglado en una institución bimilenaria: anclada en el judaísmo y bajo la bandera de la dignidad humana….

 Qué ironía. Qué entienden ellos de dignidad.

 En sus múltiples formas y en sus diversos colores de información, en su infinidad de matices de visualización, las NN.TT. enmarcan, difunden el mismo guarismo: 330.000 vírgenes e inocentes mancebos sacrificados/as a manos de limpios confesores: impíos, puros y castos. Consagrados al Altísimo.

¡Qué ironía de la vida!

 Qué ridículo comportamiento de quienes defienden el orden, la pureza de la religión, la dignidad de la persona, la salvación de hombres y mujeres.

 Qué organización, que en pleno el siglo XXI, sigan flotando sobre la persona las cáscaras de manos sucias y manchando vírgenes girasoles.

Qué vergüenza, repito

Qué dolor en las familias y, sobre todo, en los pobres jóvenes.

 Así, en el rincón de mi ventana o en la opacidad de mis recuerdos iría desgranando a uno la vejación y el oprobio de tan inútiles sufrimientos.

 Personas en la flor de la vida sometidas a la mayor degradación de la persona humana. Marcado para siempre en la infinitud de su alma blanca y limpia la negrura de la maldad y vileza humana.

Marcados para siempre con ese sello de la impotencia y de la indefensión.

 Por más que intento serenar mi vocabulario y allanar las aristas de mi indignación, no encuentro consuelo en la «multitud» de sinónimos que podría entresacar en ese campo de ilimitadas mieses que invade cada página de nuestro diccionario.

 Me siento con la imaginación agostada, con la sutileza roma, con la palabra vacía, con la retórica desechable.

Me siento, cómo me voy a sentir, si estos son «crímenes» irracionales.