¡Misión cumplida!

OPINIÓN

Mañueco se abraza a una simpatizante tras conocer los resultados de la noche electoral en Castilla y León
Mañueco se abraza a una simpatizante tras conocer los resultados de la noche electoral en Castilla y León Manuel Ángel Laya | EFE

15 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

¡Misión cumplida! Así definió Teodoro García, secretario general del PP, el resultado de las elecciones de Castilla y León el domingo por la noche. ¿Cuál era esa misión? ¿Abrir las puertas del gobierno de la comunidad a la extrema derecha neofranquista? ¿Fastidiar a castellanos y leoneses con una multiplicación innecesaria de elecciones al separar las autonómicas de las locales? ¿Hundir todavía más a Ciudadanos?

El PP quedó como primera fuerza, casi empatado en votos con el PSOE, pero bajó en apoyo popular. Es un parco consuelo que el PSOE haya perdido más. Fue el señor Mañueco, por orden de Pablo Casado, quien decidió adelantar las elecciones, es de suponer que para lograr una mayoría holgada, no para cambiar un socio más moderado por otro, no solo más radical e incómodo, sino con más escaños que el anterior y, en consecuencia, con más capacidad de exigir.

Las elecciones tuvieron dos grandes vencedores: Vox y las candidaturas provincialistas. No son resultados que puedan satisfacer a ninguno de los dos grandes partidos estatales, reflejan el resurgir del nacionalismo español, ya se había visto antes en Andalucía y, sobre todo, en Madrid, y el profundo descontento que pervive en gran parte de la población, desengañada de la política tradicional. Unidas Podemos ha dejado de atraer ese voto descontento, no solo se percibía ya en la constante pérdida de sufragios en las consultas electorales, también en la desmovilización de los jóvenes que habían impulsado a Podemos. Fui miembro de una mesa electoral en un importante colegio de la capital leonesa, había apoderados e interventores, incluso varios, de PSOE, PP, Vox y UPL, pero de Ciudadanos y UP solo pasó uno volante unos minutos. No sorprende que los primeros careciesen de militantes o simpatizantes, pero sí la ausencia de los segundos, que antes los llenaban.

Contrastaron los discursos de los dos grandes derrotados, Luis Tudanca y Pablo Fernández. El primero reconoció el fracaso y, aunque no dimitió, expresó su voluntad de retirarse, el segundo ni por asomo. No se trata de personalizar las derrotas, pero es sano que los líderes las asuman y que las fuerzas políticas se renueven cuando no logran sus objetivos, también que los dirigentes sean conscientes de que la política debe ser una actividad temporal al servicio de los ciudadanos, no una forma de buscar la promoción personal. Europa nos sigue dando lecciones en este aspecto.

El fortalecimiento de un nacionalismo radical español, impregnado de ideología franquista y, en consecuencia, autoritario y centralista, solo puede ahondar los conflictos con las comunidades autónomas de la periferia, en las que nacionalistas o independentistas son mayoritarios, incluso con una Galicia que, aunque vote mayoritariamente al PP, tiene un profundo sentimiento de identidad. Tampoco ayuda a normalizar la política española, a poner fin al bloqueo de los órganos constitucionales, a superar la incapacidad de los grandes partidos para llegar a pactos de Estado, indispensables cuando se pretende salir de una grave crisis. ¿De qué están satisfechos los señores Casado y García Egea?

Fue muy sintomático lo sucedido con la reforma laboral. Lo peor no fue el esperpento de la votación, ni la ridícula reacción de los actuales dirigentes del PP, sino la incapacidad de alcanzar un consenso sobre una ley que lo merecía, especialmente con un parlamento tan fragmentado, y los discursos sobre la división de España en «bloques», que daban por supuesto que, independientemente de su contenido, lo que contaminaría la norma es quién la votase. Ridículo hicieron también ERC y Bildu al no abstenerse si la consideraban insuficiente y, en cambio, apoyar con sus votos el mantenimiento íntegro de la legislación de Mariano Rajoy.

No es fácil que vuelva la sensatez, los partidos políticos españoles son poco democráticos y sus direcciones difíciles de remover, pero si algo reflejan estas elecciones es que es indispensable un cambio, no solo de caras, sobre todo de formas de hacer política. Yolanda Díaz es una luminosa excepción, pero no va a tener un camino fácil.