Jornada de puertas abiertas del PP

OPINIÓN

El líder del PP, Pablo Casado, este viernes, a su salida de una entrevista radiofónica en la cadena Cope.
El líder del PP, Pablo Casado, este viernes, a su salida de una entrevista radiofónica en la cadena Cope. EDUARDO PARRA

26 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo justo y lo injusto no tiene que ver con lo merecido e inmerecido ni con la bondad o maldad de la gente. Yo creo que debe forzarse una redistribución de la riqueza, pero no porque crea que los ricos son mala gente y los pobres son los buenos. Simplemente creo que es lo justo. También estoy contra la pena de muerte, pero no porque crea que nadie merece morir. Solo desde una actitud evasiva o perezosa se puede decir que nadie merece morir. No se trata de merecimiento, sino de justicia. Lo justo es lo que es acorde con los principios que creemos que relacionan mejor los intereses individuales con los colectivos y las conveniencias propias con las ajenas. Así que uno puede estar convencido de que Casado se merece lo que le está pasando y a la vez de que es una bajeza moral que le esté pasando. El estrépito de su caída le da a su situación personal un cierto tono funerario que parece inducir la compasión debida a los difuntos. Parece que deberíamos imponernos cierta contención en cualquier crítica para no ser parte de la indignidad que se nos exhibe con tanta impudicia. Y, como es tan grosera la degradación de uno de los partidos que hacen de viga maestra del sistema, parece también que debería recibirse con afabilidad a la directiva entrante, como facilitando que se repare esa viga. Pero seguramente lo que mejor hacemos, más que jugar a sentirnos buenos o malos, es tomarnos en serio las evidencias y razonar a partir de ellas. Si nuestra política fuera un trozo de algún tejido, este episodio lo estiró hasta hacer visible la trama de sus entretelas. Todo esto fueron jornadas de puertas abiertas en las que el PP mostró cómo son los partidos, cómo es el PP y cómo es el momento que vivimos. No es que hayamos visto algo que no supiéramos, pero suelo acordarme del androide Data preguntándole a Picard si tocar con los dedos una cosa que de todas formas ya estamos viendo les hace a los humanos sentirla más real. Algo de eso hay.

No podemos pasar por alto lo que fue el recorrido de Casado por la primera plana de la política. Casado viene de las juventudes de su partido. No sé si arreglaría algo que no existieran las Nuevas Generaciones o las Juventudes Socialistas. Desde luego todos esos jóvenes peperos o socialeros que a los 16 años ya saben que quieren ser políticos y, como decía Coll, directores de cualquier cosa, cuando crecen y se diseminan en comisiones, subcomisiones y pliegues de la cosa pública, sin más oficio conocido que el partido, son una plaga de mediocridad como el pulgón. Casado está repetido muchas veces: ambición, estudios hechos a zarpazos y oportunismo. Las falsedades de su currículum solo lo hacen más pintoresco, no una rara avis. En la vida política inyectó los peores vapores de la derecha: desfiguración hiperbólica del oponente, mentiras apocalípticas, excitación del odio, manipulación inmoral del dolor y la muerte, utilización de los símbolos comunes para la exclusión sectaria (estar contra el Gobierno no es de fachas; estar contra el Gobierno por España sí lo es), no tener patria más que si la gobiernan (es inolvidable la falta de escrúpulos para intentar impedir los fondos europeos que nos evitan una ruina segura), asalto burdo al poder judicial, quebranto de la Constitución saboteando la renovación de órganos, patrañas sobre nuestra historia que blanquean la dictadura y sus crímenes … Casado introdujo en nuestras instituciones a la extrema derecha y normalizó, además del clasismo que ya es propio de su partido, la zafiedad, el machismo y racismo desvergonzados y provocadores de los ultras. Y mintió hasta con sus últimas palabras: no respetó a los adversarios (los insultos no son respeto) ni se entregó a sus compañeros (el matonismo de Egea no era compañerismo). Fue un personaje sin talento que no deja nada memorable.

Parte de lo que vimos estos días de puertas abiertas es cómo es el tejido de los partidos, del PP y de los demás. Si la fidelidad a una persona tiene algo que ver con la coherencia personal y la constancia de principios, esa fidelidad es la virtud de la lealtad; si no, es el vicio del clientelismo. No debería ser difícil distinguir una cosa de otra. La caída de Casado fue un espectáculo indigno de desleales que mostraron groseramente que solo formaban redes clientelares. No hubo principios que refrenaran una destitución decretada desde un par de periódicos y tres mil hinchas ruidosos. No hubo principios, solo ansiedad y nerviosismo para saber cuál era la cola buena en la que había que ponerse para seguir en la pomada. Algunos casos fueron especialmente lastimosos. Es lógico que Casado, como presidente del partido, llamara a gente para ponerla en cargos. Pero, en el caso de Iturgáiz y de Suárez Illana, la llamada tuvo que ser con alguna sesión de güija, porque eran ya políticos de ultratumba. Fue digno de ver a esos dos zombis abandonar el barco pidiendo un Congreso. Fue un espectáculo el goteo que lo fue dejando solo a medida que se olía quién era el perdedor. No es cosa del PP. El tejido de los partidos es ese.

Lo que es específico del PP es el detonante que pudimos ver en puertas abiertas. El detonante fue una acusación de corrupción. Mientras el país se hundía en la pandemia y los muertos se acumulaban, mientras los fachas lucían banderas nacionales con crespón negro para culpar de la tragedia al Gobierno, fieles a su tradición de aprovechar cualquier muerte comestible, y mientras Ayuso se sumaba a esos crespones vestida de negro y llorando en público, mientras todo esto ocurría, Casado dice que el hermano de Ayuso chapoteaba en la venta fraudulenta de mascarillas obteniendo comisiones de seis cifras. Es la típica canallesca que aparece en guerras y calamidades arañando miserias. La Fiscalía Anticorrupción se toma en serio el asunto. El cobro parece confirmado. Casado lo sabía porque había espiado, sin duda con mala leche. MAR decidió quemar la casa, llegó el cisma y nadie preguntó a Ayuso si todo eso era cierto. El PP mostró que sencillamente eso no le importa. La corrupción era de Ayuso, pero el que lo aireó fue Casado y el PP mostró qué es lo que le importa. Creen que la corrupción no afecta a sus expectativas. Feijoo tuvo mucho que ver en la manera anómala y mezquina con que se defenestró a Casado. Forzó la única vía con la que podía llegar a la Presidencia sin bajar al fango de unas primarias. Puede que corrija algunas miserias de Casado, como la renovación del CGPJ. Pero no cabe esperar que indague y actúe sobre la corrupción que pueda rodear a Ayuso. En el PP eso seguirá siendo estructural. Tampoco es esperable que actúe sobre los pactos que tiene el PP con la ultraderecha y las negociaciones ignominiosas que se traen con semejante banda. Ni creo que Feijoo indague las relaciones de Vox con Orbán ni con el hilo que conecta a la ultraderecha con Putin. Y esto no son cuentos bolivarianos de tebeo, esto va en serio. Feijoo no es nuevo en política. Es distinto a Casado, pero no es distinto al PP.

Y las jornadas de puertas abiertas nos mostraron lo que ya sabíamos de nuestro momento. La estructura interna de los partidos flota sobre el país cada vez más impermeable a él. No solo son estructuras endogámicas (cómo si no puede estar atravesado alguien como Carromero), sino que además cada vez pintan menos como canal de participación y orientación política de la gente. En este episodio la organización interna del PP, la manera en que se toman decisiones, se presenta y nombra un líder o se le destituye, no pintó absolutamente nada. Los barones no son un órgano del partido, ni el ABC, ni ayusers gritando transidos de fe. Los partidos son agencias de colocación y las elecciones cada vez obedecen más a pulsiones populistas. Aunque no tiene por qué ser siempre así, el populismo ahora mismo es la horma que está permitiendo regímenes totalitarios envueltos en la morfología de una democracia. Aquí en Europa. Nada de lo que mostraron estos días de jornadas abiertas del PP es bueno.