Por primera vez en nuestra democracia, la extrema derecha entra en un gobierno autonómico. Por eso conviene recordar con quién ha pactado el PP para gobernar en Castilla y León y por qué el presidente de los populares europeos, Donald Tusk, se lo recrimina, en la línea de Macron o Merkel.
Niegan la violencia machista y quieren derogar la ley de violencia de género.
Les repugna el feminismo.
Apuestan por suprimir las autonomías.
Abogan por ilegalizar partidos políticos y oenegés y cerrar medios de comunicación.
Criminalizan a los migrantes.
Ponen en su objetivo a menores no acompañados.
Diferencian a los refugiados ucranianos, que deben ser acogidos, de los que nos «invaden» desde África, pero también huyen del hambre y/o de la guerra.
Quieren construir un muro en Ceuta y Melilla a lo Trump.
Están contra lo que llaman el «dogma» del cambio climático.
Son amigos de los mejores amigos de Putin. Sus modelos son los ultras Orban, Bolsonaro o Le Pen.
Consideran que los gobiernos de la dictadura franquista eran mejores que algunos de la democracia.
Son antieuropeístas, quieren recortar competencias a la UE.
Pretenden derogar las leyes de derechos LGTBI. Algunos de sus dirigentes han hecho declaraciones claramente homófobas.
Comparan la política lingüística de Galicia con la de Cataluña.
Quieren implantar el llamado PIN parental en la educación, para que los padres veten contenidos sobre la identidad de género, el feminismo o la diversidad LGTBI.
Feijoo tiene razón, es mejor perder un gobierno que ganarlo desde el populismo. Es decir, interpreto, pactando con la extrema derecha.