No estamos ante una huelga de transportistas. Es un paro patronal cuyo objetivo es tumbar al gobierno. Una huelga tendría servicios mínimos para, entre otras cosas, evitar que trabajadores y empresas ajenos al sector en huelga se vean obligados a detener su actividad. La «huelga» de empresarios del camión va camino de provocar el paro en empresas de alimentación o medicamentos a cuyos trabajadores por cuenta ajena que sí tienen derecho a huelga nadie va a apoyar.
A la ultraderecha le gustan mucho este tipo de «huelgas», y si no, que se lo pregunten a Pinochet. Uno de los cabecillas del paro empresarial se presentó hace unos días con declaraciones delirantes sobre el sionismo satánico y el Nuevo Orden Mundial. Solo le faltó aludir a Soros y al lobby gay, fetiches todos ellos de la extrema derecha trumpista hoy, aunque sus orígenes sean anteriores.
Además han aparecido hasta Chalecos Amarillos, tan lepenistas ellos, que admiten sin ambages que pretenden hacer caer al gobierno. Todos estos pequeños Jimmy Hoffa de Hacendado no buscan otra cosa, y cualquier grupo de trabajadores por cuenta ajena que estuviera haciendo algo remotamente parecido estaría recibiendo porrazos día tras día.
Esta «huelga» está incumpliendo todas y cada una de las normas al respecto. Así que no es una huelga, por mucho que el partido que pretende limitar el derecho a huelga, Vox, diga lo contrario.
Así que solo se me ocurre que un grupo de empresarios está extorsionando al gobierno y a toda España para que la cosa se tense hasta tal punto que los salvapatrias de siempre ofrezcan su solución al caos. En otras palabras, nos quieren hacer un Allende. Se me ocurren pocas cosas menos democráticas.