Impotencia

Manuel Blanco Desar ECONOMISTA Y POLITÓLOGO, AUTOR DE «FRATERNIDAD EUROPEA»

OPINIÓN

BENOIT TESSIER | Reuters

23 mar 2022 . Actualizado a las 09:32 h.

Somos impotentes. Tranquilos, por ahora solo en términos estratégicos, o sea, en la defensa de nuestro modo de vida. Lo otro ya llegará, vista la desidia colectiva ante la galopante senescencia europea. El joven Emmanuel Macron —de 44 años— es el único estadista que puede marcar un rumbo hacia la salvación. Francia es el músculo de Europa, el Quai d'Orsay su cerebro, el Elíseo su corazón y nervio. Los demás Estados o no tienen criterio, o carecen de coraje, o son liliputienses, o enredan con sus paletos odios cainitas —caso de España o Bélgica— y juegan a la balcanización ad infinitum.

Macron nos alerta de la necesidad de trabajar por nuestra autonomía estratégica como civilización. La puesta en escena de su plan para Europa en el Panteón, con dos inmensos retratos de Jean Monnet y de Simone Veil, fue digna de su grandeza. Von der Leyen se sumó al envite. Faltaban cuando menos las fotografías de Ursula Hirschmann, Spinelli, Adenauer, De Gasperi y Robert Schuman. Claro que sus restos no descansan allí, pero sí los de Victor Hugo y Jean Jaurès, probo socialista y apóstol de la paz, asesinado en 1914 por un endemoniado nacionalista galo.

Que padecemos una creciente dis-autonomía resulta obvio. La gestión del covid va camino de ser tan desastrosa como la norteamericana. La UE carece de un mando científico unificado y de visión. Hace poco se ha sabido que gracias a Irlanda se han retirado test de detección defectuosos. Estos, así como las simples mascarillas, continúan llegando en masa desde China porque aún somos incapaces de poner en marcha una industria propia. Pero lo peor es que, si seguimos la evolución de la pandemia a través de los registros de la John Hopkins University, veremos que somos unos negados en la gestión vírica, a la luz de los resultados chinos: unos 5.000 muertos en China frente a los más de 100.000 de Francia, de Italia y de Alemania. De España, qué decir. Con un tercio de la población china, los europeos tuvimos cien veces más muertos. Y nos consolamos comprobando que los norteamericanos todavía lo han hecho peor.

Mucho tendrá que bregar Macron en solo seis meses para convencer a la abúlica ciudadanía europea de que vamos hacia el desastre socioeconómico si no cambiamos de manera radical. El liderazgo francés es indispensable, pero también ha de desprenderse de su híper-chauvinismo si de verdad quiere guiar a Europa en la huida de su actual dis-autonomía, una patología propia de quien ni siente ni padece y solo flota en un decadente carpe diem, para gozar del último rayo de sol.