Ya querría España para sí políticos tan serios como Volodímir Zelenski. Pues resultó casi cómico ver cómo le aplaudían los de Vox y (casi todos) de Podemos, los de Junts y Bildu, en fin, aquellos que hasta hace un cuarto de hora templaban gaitas con ese señor de apellido tan esclarecedor como Putin, al que el BNG y la CUP se las siguen templando. Sí, se lo tienen que mirar. Los aplausos llegaron 48 horas después de que a base de tiros en la nuca se colocase en el mapa Bucha, ciudad a sumar a una lista en la que ya están Kigali, Srebrenica, Grozni, Alepo o Guernica. Zelenski comparó lo que sucede en Ucrania con aquel 26 de abril de 1937 en Guernica. Es inevitable pensar en cómo se habrán revuelto en sus asientos bastantes diputados de esta foto. Ay, los aplausos. Hay que reconocer que en el ejercicio del aplauso el hemiciclo es imbatible. Quizá porque aplaudir consiste en batir las palmas. Solo eso. Pero Zelenski demostró que de los políticos se espera infinitamente más.