Da igual los actos de contrición que practique el premier británico tras sus fiestones en Downing Street. Es como si en todos sus movimientos el ritmo de Boris Johnson no parase. Ya se puede poner orejeras antirruido, que la música le acompañará siempre, casi se puede escuchar de fondo el eco del chunda-chunda cuando se introduce en un helicóptero militar indio: el hombre está girando visita al país de Mahatma Gandhi. Por el color del pelo lo reconoceréis, a un millón de kilómetros de distancia. Podría decirse que es una especie de Rubiales británico, aunque el tono capilar el Rubiales español solo lo tenga en el apellido. Con pelo o sin él, entre un Rubiales y el otro hay una tendencia a recurrir al victimismo. Uno no sabía, el otro es la diana de una confabulación mafiosa. La historia del mundo se escribe con demasiados Rubiales escurriendo la pelota, esa que tan bien manejan personajes de la talla moral de Gerard Piqué.