Una persona mayor, con un teléfono inteligente, en imagen de archivo.
Una persona mayor, con un teléfono inteligente, en imagen de archivo. ANGEL MANSO

06 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Si hay un tema del que la industria del cine se ha nutrido bastante es el de los espías. Desconozco si las caracterizaciones a lo James Bond están en sintonía con la realidad de los servicios secretos, aunque supongo que como se suele decir, la ficción dista mucho de la realidad (salvo en el PP, que más parecen imitar a Mortadelo y Filemón). También hay otras películas como la española Perfectos Desconocidos, en la que la historia versa sobre algo tan cierto como que en nuestro móvil guardamos más que información reservada. Por lo que sea nos causa más seguridad el mundo digital que las cuatro paredes de una habitación. Ante las noticias de espionajes (en los casos realizados por el CNI fueron con autorización judicial, entre ellos a Pere Aragonès) es muy grave que hayan conseguido robar información (no se sabe el contenido, pero sí el volumen de información) del móvil del Presidente del Gobierno y de la Ministra de Defensa a través de Pegasus. Nos muestra lo vulnerables y controlados que estamos. Se sabe y se conoce los pasos que damos sin que nos demos cuenta. No obstante, y sin que sirva a modo de equilibrar al pueblo llano de dirigentes con responsabilidades políticas, lo que está aún claro es que estamos en la actualidad más vigilados que nunca. Creo que a medida que avanza la tecnología (ahora con lo que se llama el ‘metaverso’) vivimos con una sensación engañosa de privacidad. El trabajo de investigación de un teniente policial para descubrir al autor de un homicidio hoy sería radicalmente distinto al que protagonizaba Peter Falk en Colombo. Se puede ver en muchas investigaciones policiales y judiciales que la principal fuente de información emana de recopilar movimientos y mensajes que se transmiten a través de los móviles. Cada vez que salimos de un restaurante, Google nos hace una encuesta para que respondamos qué nos ha parecido la comida. Obviamente ocurre porque el teléfono conoce nuestra geolocalización y calcula el tiempo que nos hemos quedado parados en un sitio (si pasáramos de largo, en ningún caso nos preguntarían qué nos ha parecido este lugar). Todos aceptamos las cookies de una web sin leer absolutamente nada (y eso que nos confiesan que van a utilizar nuestra visita para fines publicitarios con los que ganan dinero). En definitiva, nos fiamos y confiamos demasiado, tanto como si dejásemos las puertas de nuestras casas abiertas para que entrase quien quisiera.

Me alegra mucho que ante una noticia positiva e histórica, como es la de que España ha alcanzado los 20 millones de afiliados a la Seguridad Social, quienes votaron en contra de la reforma laboral se hayan tenido que morder la lengua. El pasado domingo en Avilés estuve en la manifestación del 1 de mayo y creo que se respiraba otro ambiente distinto a anteriores convocatorias previas a la pandemia. Me gustó ver a muchos miembros del Gobierno de Pedro Sánchez en las calles de Madrid, además de coincidir con lo expresado por la portavoz Isabel Rodríguez. Es de celebrar los pasos que se han dado para revertir la política de recortes (además de los 20 millones de personas afiliadas a la Seguridad Social, añadió el medio millón de trabajadores más que hay respecto a las cifras prepandemia; la subida del Salario Mínimo Interprofesional a 1.000 euros; y la equiparación en 16 semanas de los permisos de maternidad y paternidad), pero hay que reconocer que aún queda mucho por hacer, porque por una parte hay más de tres millones de personas sin empleo (pese a que España tiene la cifra más baja en un mes de abril desde 2008) y entre quienes estamos activos sigue existiendo trabajo precario.