Nos llaman tontos y nos toman por tontos. Debemos parecerles tontos

OPINIÓN

El presidente de Iberdrola, Ignacio Galán, en el hall del Reconquista
El presidente de Iberdrola, Ignacio Galán, en el hall del Reconquista

07 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Nos espían, puede que Marruecos. Y el presidente de Iberdrola dice que muchos de nosotros somos tontos. Es parte de la magia de las palabras. Ya sabemos que hay espías, ya sabemos que tenemos líos complejos con Marruecos y que nos espiamos mutuamente. Y ya sabemos que el presidente de Iberdrola nos toma por tontos. Dijo que diez millones y medio de españoles son tontos, pero sabemos de sobra que nos toma por tontos a todos. Mientras esas cosas que sabemos no se dicen, están ante nuestro entendimiento como paisaje exterior. Como digo, esa es la magia de las palabras. Basta que se diga lo que ya sabemos para que los hechos que ya sabíamos encajen en nuestro organismo, se distribuyan en nuestro sistema nervioso y nuestras glándulas y entonces nos enfademos, nos frustremos y nos escandalicemos. Ya lo decía aquel personaje de Ettore Scola al que otro llamó idiota sin que él se percatara. Cuando lo supo, dijo que lo habían llamado idiota y no se había dado cuenta, luego tenían razón. A lo mejor nos toman por tontos porque lo parecemos.

Ignacio Galán, José D. Bogas y Francisco Reynés. La mayoría tenemos que buscar en internet el nombre de los presidentes de Iberdrola, Endesa y Naturgy, porque es parte de su trabajo. Parte de su trabajo es que sintamos que no hay decisiones humanas, con caras y cuentas corrientes, detrás de las subidas de la electricidad que nos cortan el resuello, arruinan empresas y empequeñecen nuestros salarios. Su trabajo es que eso parezca como una tormenta o el pedrisco, algo que hay que aguantar. Cuando Teresa Ribera acusó a las eléctricas de falta de empatía social, ellos hicieron su trabajo y ella no. El de ellos consiste en ser «las eléctricas», sin rostro, y que hablar de empatía parezca tan chistoso como decir que son poco empáticas esas rocas de la playa que cortan si las pisas descalzo. El trabajo de ella consistía en que creamos que manda quien tiene los votos y no quien tiene por tontos a los votantes. Si hay algo peor en un gobierno que mangonear es gimotear.

La electricidad no se recoge en el campo, como las setas. La electricidad se parece más a las bicicletas o los zapatos. Esos objetos hay que fabricarlos, distribuirlos en camiones o barcos y comercializarlos, es decir, ponerlos a la venta en tiendas. La UE dice que en el caso de la electricidad hay que diversificar en empresas distintas esos tres procesos, garantizar la libre competencia y dejar actuar al mercado sin intervención del estado en los precios. La UE está muy motivada sobre este último punto. Ya se puede estar cayendo el país a cachos por los precios de la electricidad, la UE defiende el principio de no intervención con una firmeza que da al mundo un ejemplo de constancia. Lo suyo costó que dejaran a España y Portugal algún margen, siempre bajo su atenta mirada. En cambio, en los otros dos aspectos ese padre severo que es la UE se nos hace un padre liberalote y casi hippie. Sabemos que no hay competencia porque las eléctricas son un oligopolio, es decir, un monopolio con más zampabollos. Sabemos que ese oligopolio fabrica la electricidad y es el amo de su distribución y de su comercialización, justo lo que la UE dice que es una distorsión del mercado. Pero la UE agota sus fuerzas en impedir que los gobiernos intervengan en el precio final. Al final, la única parte del mercado que les interesa es la de que no intervenga el Gobierno en el precio. Como diría Rajoy, lo demás ya tal.

Uno diría que la CEOE debería estar que trina con las eléctricas. Siempre clama al cielo por los costes que suponen los impuestos para las empresas. Más duro debería ser el coste desmedido de la energía. Pero no ruge por eso. Parece que solo el coste que va a la protección social, sanidad, educación y similares les hacen bramar. El coste de las empresas que van al bolsillo de unos pocos no les estorba tanto. Garamendi rechazó explícitamente que el Gobierno intervenga en el precio de la electricidad y pidió ayudas públicas para que las industrias puedan costear el alza del precio. Es decir, pide que se ponga una manguera en nuestros hospitales y escuelas para que succione los recursos de esos servicios y, pasando la manguera por las industrias, los recursos acaben en los bolsillos de esos oligarcas nada empáticos que tienen nombre y cara (mucha cara). Debemos parecer muy tontos. Porque ¿qué sería de aquel billón y pico de pesetas públicas que inyectó con el cambio de milenio Piqué, ministro de Aznar, en las eléctricas, para que pudieran correr solas y adultas por el mercado? Seguro que Ignacio Galán no cree que sean tontos solo diez millones de españoles.

Y el asunto energético anda poniendo del revés nuestros delicados intereses en el Magreb y el Sahel. Ahora el tubo que debería traer desde Marruecos gas argelino a España debe llevar gas desde España a Marruecos «sin una sola molécula de gas argelino». Tiene que fluir energía de España a Marruecos para que pueda fluir en sentido inverso y a lo grande energía desde Mauritania y Nigeria a Europa, con España como punto de conexión, y para que Mohamed VI no enrede en nuestro territorio ni abra la manilla de la inmigración y provoque un flujo incontrolado en las fronteras de España. Gas, personas, todo es parecido cuando la moralidad desaparece. Se empieza dejando a los saharauis a la intemperie y se acaba manejando la desesperación colectiva como recurso y riqueza. Claro que nos espían y claro que los espiamos. Y Argelia espiará las moléculas de su gas que pasen a nuestro territorio y las andanzas que tengamos con Marruecos. Curiosamente, lo que parece más grave, que es el espionaje al Gobierno, es lo más esperable. Más torcido es el espionaje a independentistas catalanes. El móvil del espionaje interior al independentismo se ve claro: cuerpos de seguridad, agencias y entes de distintos pelajes quieren combatir la secesión. El problema del espionaje al independentismo es el que pueda venir de fuera. Desde fuera el asunto catalán no tiene más interés que su potencial desestabilizador, para España o para la UE, según quién sea el interesado. Parece que Pegasus estuvo muy activo en los días de hospitalización de Brahim Gali. ¿Qué va a hacer el Gobierno? ¿Más pasos políticos con Marruecos? Que digan algo y que traten de no hablar todos a la vez, que aturullan.

Y es que no es Ignacio Galán el único que nos tiene tontos. Hay algo llamativo en la postura del Gobierno, con toda la carga de piedad que tiene ese singular. No soy capaz de detectar de qué nos quieren convencer. Margarita Robles, Félix Bolaños, Paz Esteban o el propio Sánchez, ¿qué quieren exactamente que creamos? No parece que quieran convencernos de que no hubo espionaje; o que lo hubo pero que siempre fue legal y con autorización judicial; o que siempre se hizo por bien del estado, puesto que el Gobierno fue víctima; o que solo nuestros cuerpos de seguridad espiaron; o que está bien espiar fuera de la ley; o que está mal, pero no es responsable el Gobierno ni el CNI. Si no entiendo de qué me quieren convencer, ni de uno en uno ni en conjunto, es que no entiendo qué me están diciendo. Y, cuando me hablan de temas serios sin decir nada, tengo también la sensación de que me toman por tonto. O a lo mejor sí están diciendo algo y soy tonto y no lo entiendo.

El PP también parece que nos toma por tontos, pretendiendo que el gobierno de Rajoy no es parte de esta gracia, o pretendiendo a la vez aplaudir a Margarita Robles y exigiendo responsabilidades políticas, cuando justo la posición de Robles es que no hay responsabilidades que valgan. Y por cierto, y cambiando de tema, en el momento de salir este artículo ya se habrán cerrado las candidaturas para las elecciones andaluzas. Cuando salga este artículo ya sabremos si Unidas Podemos, Izquierda Unida y Más País, entre otros, nos ven mayores de edad o nos toman por tontos como el de Iberdrola. Porque esto parece una epidemia.