España, nación de naciones

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

María Pedreda

19 may 2022 . Actualizado a las 17:20 h.

Núñez Feijoo fue al Cercle d'Economia de Catalunya y se metió en un charco: tuvo la osadía de recordar el artículo 2 de la Constitución, donde se afirma que España está integrada por «nacionalidades y regiones». Aunque la carta magna no distingue entre una cosa y la otra, el presidente del PP citó entre las nacionalidades a Cataluña, Galicia y Euskadi. Elías Bendodo, coordinador general del partido, dijo lo mismo que su jefe de filas pero con menos paños calientes: «España es un estado plurinacional».

Y se armó la marimorena. A Núñez Feijoo le llovieron chuzos de punta desde la extrema derecha, pero también fuego graneado amigo: el artículo segundo de la Constitución resulta indigesto para muchos estómagos de derechas. A los neocentralistas de Vox, pero también a gran parte del PP, les gustaría extirpar ese precepto que forma parte del pacto constitucional. Y como no pueden, porque no disponen del bisturí que proporcionan las mayorías reforzadas, tratan de reinterpretarlo mediante alambicados juegos verbales. Incluso Edmundo Bal, de Ciudadanos, se apunta al descafeinado al sostener que nacionalidad es un concepto «ambivalente».

Lo será para él, pero los padres de la Constitución lo tenían meridianamente claro. El socialista Gregorio Peces-Barba: «Para nosotros, nacionalidad es sinónimo de nación». El comunista Jordi Solé Tura: «En el artículo dos se define que España es una nación de naciones». El nacionalista Miquel Roca: «Estas naciones sin Estado es lo que ha venido en llamarse nacionalidades; es evidente que España es una realidad plurinacional». Manuel Fraga coincidía —«hecho indiscutible»— en que «nación y nacionalidad son lo mismo», y por esa razón el fundador del PP rechazaba «con toda energía» la introducción del término en la carta magna. El propio Tribunal Constitucional que mutiló el estatuto de autonomía de Cataluña respetó la caracterización de «Cataluña como nación», aunque puntualizó que la expresión carece de «eficacia jurídica». Ustedes son una nación en el seno de la nación española «unida e indisoluble».

Núñez Feijoo tuvo la valentía de recordar que el artículo segundo de la Constitución también existe. Pero en cuanto sintió en la nuca los perdigones del fuego amigo, se acobardó y desdijo a su número tres: «España no es un Estado plurinacional». No aclaró si Cataluña, Galicia y Euskadi, superado su calentón momentáneo en el Cercle de Economia, también han dejado de ser nacionalidades históricas. La marcha atrás supone en todo caso rectificar lo que Fraga consideraba un «hecho indiscutible». Y significa enmendar la Constitución para abolir de facto lo que no nos gusta de ella.

En todo caso, la enmienda le saldrá gratis. No tiene coste político. La ultraderecha aplaudirá el gesto. Los nacionalistas no figuran entre su clientela potencial. Los socialistas, que han saltado de la España «plurinacional» a la España «multinivel», no están en condiciones de dar lecciones. Y los suyos, incluida la prensa amiga, han acogido con alivio la rectificación.