La carne y otros pecados

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

ZIPI | EFE

22 may 2022 . Actualizado a las 11:10 h.

Vuelve Alberto Garzón contra la carne. Es una de las causas en las que se ha embarcado el ministro de Consumo. Es cierto que todo debería ser más sostenible y que la pandemia debiera habernos hecho entender que, en cualquier momento, esta nave que parecíamos tener bajo control, puede estrellarse. El «no va a pasar nada» es un tic más de la soberbia del ser humano. Pero estaría bien mirar más allá de las explotaciones ganaderas, porque hay pecados más allá de la carne. Porque no deja de tener un punto cínico abrazar la religión de lo sostenible excomulgando al filete y recurriendo a los altares de los presuntos superalimentos exóticos llegados desde Asia, la quinoa importada del otro lado del Atlántico, el aguacate fuera de temporada y esos pantalones anchos tan monos enviados directamente a casa desde Guangdong. Es una visión muy urbanita y muy revestida de modernidad. Gran parte de lo que consumimos llega en cargueros gigantescos que dejan una inmensa huella medioambiental. Es uno de los sectores más contaminantes (y la competencia es dura), pero al que nadie quiere ponerle el cascabel, porque lo mueve todo en este mundo nuestro. Sus prácticas son más que cuestionables. De hecho, Mongolia, un país sin acceso al mar, tiene bajo su bandera una flota mercante que ya quisieran otras naciones con costa. Es un pieza clave en esa maraña internacional en la que se diluyen como azucarillos las responsabilidades (también las de la polución). Pero parece que la mayor presión se le aplica al propietario de un coche diésel, a la señora que saca adelante una explotación ganadera y al chaval que se come un entrecot. Presas fáciles. Del dedo acusador y del descontento.