Aborto, impuestos y guerra. La democracia y el culo

OPINIÓN

Protestas por los cambios en la ley del aborto en Texas
Protestas por los cambios en la ley del aborto en Texas LEAH MILLIS | REUTERS

28 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Inmaterial, inmediato, permanente y planetario. Así es como dicen Chomsky y Ramonet que es el dinero ahora. Ya no es algo que se puede atar en fajos o que se pueda contener ni administrar con una ley. Como Matrix, el dinero nos rodea, nos posee, está en todas partes. Pero Chomsky y Ramonet se quedan cortos. El mundo solo tiene límites y fronteras si se está abajo. A ciertas alturas, muchas cosas, además del dinero, son inmediatas y planetarias. En EEUU el aborto era un derecho constitucional. El punto en que algo vivo es una persona remite a credos que solo pueden ser personales y que nadie puede imponer a los demás. Sobre esta base, la doctrina en EEUU era que el aborto está en esa zona de lo íntimo en la que el estado no puede entrar. Pero esas derechas que se quedan roncas de gritar que el estado no intervenga en nada, que se desregule todo y que vivamos en la jungla, esas mismas derechas quieren un estado estalinista para el cuerpo de las mujeres y su vida sexual y reproductiva. Es lo que el juez del Supremo Samuel Alito logró con un Supremo de ultraderecha, que el estado intervenga en lo que las mujeres hagan con su útero. La Iglesia y los fachas, de allí como los de aquí, ven un triunfo de la libertad. Si los ultras quieren imponerte su credo y tú tienes derecho a que nadie te imponga su credo, la eliminación de ese derecho libera a los ultras de la tiranía de la democracia y les da libertad para imponerte su credo. Los fachas de allí, como los de aquí, solo quieren libertad.

En las alturas de quienes financian la sopa boba de fundamentalistas religiosos y ultraderechistas, como digo, muchas cosas son inmediatas y planetarias. Enseguida el dinero inmaterial y permanente regó el submundo ultra. El aquelarre de Budapest es la mirilla por la que podemos ver las tres maldades que activó el Supremo americano y que ya están aquí. La primera es la eliminación de un derecho, que cada mujer haga con su embarazo lo que le dé la real gana. Es cansino volver a fatigar los mismos argumentos. Eres libre para tomar cañas y nadie te puede obligar a ser madre. Lo entiende todo el mundo.

La segunda maldad es que se hizo un molde para eliminar el derecho al aborto con el que se puede eliminar cualquier otro derecho. El aborto es una de esas pendientes resbaladizas de Lakoff. El aborto es un punto de cruce de muchas cosas. No es raro que en el aquelarre húngaro Mayor Oreja lo relacionara con la exigencia de que el estado pague las escuelas de la Iglesia. Los derechos de la mujer, los derechos civiles, la laicidad del estado, la asistencia social y otros temas resultan afectados por la pendiente por la que resbalemos a partir del tratamiento del aborto. Por mala pendiente nos empuja a todos el Supremo de EEUU. Los derechos son automatismos, protocolos rígidos por los que se movilizan recursos y servicios que evitan ciertos males a la población y les aseguran ciertos bienes. Convertir los derechos en algo que pueda anularse o mantenerse según la mayoría de turno es quitarles el automatismo, lo que tienen de garantía; es decir, es anular el derecho. Recordemos que la democracia consiste en que se puedan cambiar las cosas por mayoría y también en que no se pueda cambiar cualquier cosa. Por ejemplo, no puede estar en juego en unas elecciones si no estar bautizado es un delito por el que haya que ir a la cárcel. El juego de la ultraderecha es que cada límite de la democracia sea discutible, que cuantas más cosas sean discutibles más libertad hay y que sea habitual discutir cada día entre democracia y dictadura. La manera en que se decidió que el aborto no es un derecho abre el camino para poder quitar cualquier otro derecho. Esa es la batalla cultural de la que hablan los ultras.

La tercera maldad es el derrumbe de la independencia judicial y del sistema de contrapoderes. Recordemos que la democracia tiene dos patas y caemos en el sistema autoritario con que se quiebre una de las dos. La primera es la elección de los gobiernos por votación popular. La segunda es la dispersión del poder, el juego de instituciones independientes unas de otras por el que se garantiza que ningún poder es absoluto y que de forma mecánica se controlan unos poderes a otros. EEUU tiene un sistema electoral defectuoso y mucho menos democrático que los que hay en Europa. Pero puede que sea el sistema más sólido en cuanto a dispersión del poder, independencia de los tres poderes básicos y sistemas institucionales de control. Que el mismísimo Supremo sea ya palmero de un Partido Republicano desentendido de la democracia y la convivencia es una amenaza para todos. El autoritarismo no quiere eliminar la morfología externa de la democracia, sino invalidarla reteniendo su fachada exterior. Una pieza clave es eliminar la independencia judicial. Hungría y Polonia ya son dictaduras de facto, en Italia anduvieron cerca, en Francia el espectro ultraderechista cada vez se espesa más, en España tenemos el escándalo del CGPJ secuestrado y los pinitos políticos del Supremo. La ultraderecha americana inflama a través del Supremo las pulsiones autoritarias de Europa.

La corrosión del sistema político se une a la desagregación social acelerada de las democracias europeas. La desigualdad se dispara y el clasismo ya se pasea a plena luz del día. El famoso ascensor social seguramente fue siempre un mito. Desde siempre el principal factor de éxito fue la cuna. Pero aún en los noventa, si un país iba hacia arriba, su población también. España creció mucho a partir de mediados de los ochenta y, aunque los de arriba crecieron más y hubo poco batido entre las capas altas y las bajas, el crecimiento del país provocaba que el nivel de vida de la gente fuera mayor. Eso se debe a que los vínculos sociales eran lo bastante trabados como para que no se pudiera tirar hacia arriba sin que fuera el conjunto el que subiera. Ahora ya no es así. Un país crece y a la vez que su población es más pobre. El crecimiento se lo quedan cuatro con el apellido adecuado. Para muestra, fijémonos en que cada vez hay menos gente con vivienda en propiedad y cada vez se venden más pisos. Hagan la regla de tres. Las ordenanzas laborales hacen que los sueldos sean de pobreza, los derechos inexistentes y los sindicatos un adorno del árbol de Navidad. Igual que nuestra galaxia está llena de agujeros negros que anuncian un cataclismo cósmico futuro, Europa está amenazada por agujeros fiscales internos y limítrofes: Luxemburgo, Holanda, Andorra, Gibraltar, Suiza, …, además de sumideros como el caso llamativo de Madrid en España. Por esas alcantarillas se desagua la fiscalidad que traba socialmente a los estados, al dejar sin recursos a los servicios públicos que encarnan la redistribución justa y civilizada de la riqueza, la que reclaman las constituciones de todos los países.

La guerra está afectando a los bloques internacionales. Para el invierno del 2023 faltará energía y empezará a haber hambre en países clave para el reabastecimiento energético. Las grietas de la UE se acentuarán cuando la situación sea más de urgencia. Una fuente de apego a la democracia es el efecto bandwagon, la tendencia a subirse al carro de lo que se cree dominante. La democracia no será sólida si cada europeo no está convencido de que la democracia está asegurada en el resto de Europa. La guerra amenaza esa fortaleza. El deterioro del sistema de contrapoderes e independencia judicial corroe la democracia. La desigualdad y la golfería fiscal desagrega a una población cada vez más a granel. Y la guerra puede afectar a la percepción que los europeos tengan de Europa. Es una triple tenaza.

La tormenta arrecia y eso no quiere decir que el desenlace sea malo, solo que hay que guarecerse. Con frecuencia se usó para llamar al culo el eufemismo gracioso de lugar donde la espalda pierde su casto nombre. Guarecerse quiere decir reafirmarse y reafirmar la democracia en aquellos límites en que pierde su casto nombre: CNI, agujeros fiscales, Sahara, Qatar, Pegasus, monarquía golfa, infección del sistema judicial, … No se puede hacer frente a la triple tenaza sin reafirmar con fuerza los límites de la democracia y el culo.