
Con los dolores que tiene cada día Rafa Nadal, cualquier persona normal no sería capaz de levantarse de la cama -hay muchos que están como una rosa y tampoco se levantan- y mucho menos a ponerse a jugar al tenis y ganar por decimocuarta vez Roland Garros. Veinte días antes de debutar en París, el español estaba cojo, caminaba con dificultad y dolores. Un mes y pico después levantaba la copa de los mosqueteros, sin cojear pero con dolor.
Nadal es de carne y hueso, pero por eso es un héroe. Decía el otro día el doctor Ripoll en lo de Juanma Castaño: «Lo de Nadal es algo verdaderamente admirable, nunca he visto una actitud igual, con esa firmeza y determinación para aguantar el dolor y superar la lesión, es algo admirable (…) Es un monumento a la resistencia mental, una lucha contra sus propios límites». Unos límites que sólo él conoce, o no, porque cada vez va ensanchando ese límite que se creía infranqueable.
RN reconoce que es feliz fuera de la pista, que va a aguantar hasta donde pueda y se lo permitan las lesiones. Pero a esto, cuando hablamos del de Manacor, hay que añadirle un poco más. Sigue saliendo a la pista como aquel niño que jugaba con Moyá a la play y poco después se deshacía de Mariano Puerta y lograba su primer Roland Garros. Hace de esto 17 años, él tenía 19 y su leyenda, aún era imposible saber las cotas que ha llegado a alcanzar, empezaba a forjarse: voluntad, trabajo, sacrificio, técnica e inteligencia. El mayor de sus dones, no hay duda, es su fortaleza mental; con una cabeza tan privilegiada podría haber sido lo que se hubiese propuesto, y ha conseguido ser un héroe. Un referente cuando no tiene por qué serlo, su labor es ganar al tenis, no educar ni ser un referente moral y educacional para la juventud. Y, sin embargo, lo ha sido y lo es.
Si en este país, en este y en cualquiera, tuviéramos un pequeño porcentaje de la capacidad de trabajo y sufrimiento de Nadal seríamos la primera potencia mundial; y si a esto le sumamos su humildad, respeto y educación seríamos la hostia.
Doy la bienvenida al verano con la primera captura de bonito del norte que llega a la rula de Avilés, con la Corrida de la Beneficencia y con Rafael Nadal Parera mordiendo su trofeo en la Philippe-Chatrier. Todos héroes en un tiempo actual acostumbrados a la mediocridad, todos eternos. Y que así siga siendo.
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