He aquí a Pedro Sánchez, el buen anfitrión, en modo Gran Hermano, sobrevolando como un zepelín la sala de prensa habilitada para la cumbre de la OTAN. Hay quien verá en esta imagen a una suerte de Pedro el Grande, un estadista enorme, sobre gustos no hay nada escrito; hay quien verá a un presidente con mucha cara. Hay quien verá a un gigante, hay quien verá a un cabezudo. A Pedro lo que se piense de él no le quita el sueño, eso se sabe desde que se cacheó con Pablo Iglesias. En esta panorámica, el presidente luce relajado, luego lo veremos hasta eufórico: «Todos los españoles deberían estar satisfechos por el éxito de la cumbre», se le escuchará decir. Sí, como que en Unidas Podemos —esos niños que cuando llueve cierran las ojos para que en lugar de lluvia caiga Fanta de naranja, pero no— deben estar ahora mismo echando cohetes rusos. El día en el que Sánchez cuente una verdad sobre sus socios, Vladimir Putin se rinde y entrega las armas.