Las mujeres y la religión

OPINIÓN

03 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Siempre se dijo que las llamadas «religiones del desierto», los tres monoteísmos, el Cristianismo, el Islam y el Judaísmo, tuvieron un problema con las mujeres, con su sexo, girando como peonzas en torno a la figura masculina de un Dios-Padre en el Cristianismo, un impronunciable YHWH en el Judaísmo y un Al-láh en el Islam. Es como si en el desierto se agravase, junto a la sequedad de las arenas, el problema de los hombres con las mujeres, venciendo aquéllos y humillando a éstas, silenciándolas. ¿Siguen encerradas y escondidas las mujeres tuaregs del Sáhel desértico o Sáhara?  

No se debe mezclar lo que es diferente en las respectivas «escrituras santas». En los textos evangelios del Nuevo Testamento se destaca el excepcional respeto de Cristo, «reformador virulento, profeta inclasificable, orador incontrolable, Hijo de Dios y del Hombre» (Odon Vallet), hacia las mujeres en tiempos tribales y patriarcales. Es suficiente, para comprobar ello, con leer episodios evangélicos como los del encuentro de Jesús con la mujer samaritana, los diálogos con Marta y María, y lo de la mujer adúltera, entre otros), que no ocurren en La Torah judía ni en el Corán musulmán.

Un Corán, según los musulmanes, que es más que un texto escrito, pues es la misma palabra de Dios, transmitida letra a letra al profeta Mohamed. Y que es también revolucionario cristiano, rechazado por disparatado y blasfemo por judíos y musulmanes, que Dios se haya hecho hombre (Verbo Encarnado se dice), esencia del Cristianismo, muy de cuerpos, de hombres y de mujeres. San Bernardo ya cantó: «En tu vientre se encendió el año, por cuyo calor, en la eterna paz, esta flor germinó».    

¿Qué tuvo que acontecer para que con unos textos cristianos, de tanta consideración a las mujeres, tan escasamente misóginos, el sometimiento de éstas a los varones, clérigos y no clérigos, en el Cristianismo, se terminase equiparando con el del Judaísmo y al Islam? ¿Será acaso una prueba más de la tergiversación de la doctrina evangélica? El llamado «problema» de las mujeres golpea ahora mismo con dureza a las religiones monoteistas, en donde la llamada Tradición, tan importante, es reducto de concepciones patriarcales, confortables y para escondite de los miedos de los hombres a las mujeres. Un rechazo que se mantiene a la «mujer hembra», que es lo otro a lo masculino y una fusión, fácil, hacia la «mujer mamá». Esto tiene muchas consecuencias y explica muchos trastornos.

La exitosa revolución de las mujeres, que comenzó allá en el siglo XIX, sigue hoy imparable. Quizá no haya habido revolución de más éxito que la feminista o de las mujeres, siendo esa la causa de que la Política, el Derecho y la Religión se inclinen más por conveniencia que por convicción (sobre Femenismo y Covid 19 y también sobre El miedo al sexo, ya escribimos aquí mismo, en La Voz de Asturias. Y una Revolución, de intensidad variable y de diferentes tipos, que afecta a una mitad de los humanos habitantes del planeta, y que no hace caso de los pronunciamientos religiosos sobre derechos tan de mujeres como los de procreación y aborto. Y tampoco puede evitar esa revolución la violencia física contra las mujeres, acrecentada por el sentimiento de impotencia masculina ante lo que ocurre.

Mujeres importantes en el Judaísmo, tales como Delphine Horvilleur y Florane Chinsky, llegaron a alcanzar la condición de rabinos en tiempos muy recientes, contribuyendo desde el complicado rabinato, que no es clerecía, a una lectura en clave feminista de los textos sagrados hebreos. Más sorprendente es la pretensión de Kahina Bahloul, que desde su condición musulmana de imán, que tampoco es clerecía, lucha contra una concepción masculina del Corán, al tiempo que denuncia los fundamentalismo clericales, exacerbados desde la llegada al Poder, en Irán, de los clérigos chiitas, con el clérigo Khomeyni a la cabeza. Interesante el reportaje titulado La imán que defiende el Islam liberal, publicado en ABC sobre ella el pasado 17 de junio de 2022, si bien la apellida indebidamente Bahlqui.

Y en la Religión Católica mucho se está moviendo en la dirección de su feminización; ya no se trata de la mujer-beata, tan importante en la historia, sino de la presencia femenina hasta en las estructuras de Gobierno y ministeriales o sacramentales, hasta ahora ocupadas por varones célibes y sin familia, camino de la marginalidad. A esos efectos, el Sínodo convocado por el Papa Francisco (2021-2023), cuya finalidad es «escuchar a toda la Iglesia», puede ser importante. Una institución tan poco revolucionaria como es la Conferencia Episcopal española, en las conclusiones sinodales de la fase diocesana, con fecha de 11 de junio de 2022, destacó que uno de los temas que han tenido mayor incidencia en el proceso sinodal ha sido el papel a desempeñar por la mujer, «habiéndose también hablado de la ordenación de mujeres».

Y no puede sorprender que se diga que la participación de mujeres católicas en el Sínodo, hasta ahora, haya sido mayoritariamente de mujeres, y tampoco puede sorprender que mujeres sumisas, llamadas incluso Esclavas y Adoratrices, ahora estén a la cabeza del progresismo eclesiástico. Entretanto, que en los sesudos y asexuados tratados de Antropología teológica no se mencione ni una vez a las mujeres, carece ya de importancia. Y en el bíblico Cantar de los Cantares, el más bello y breve de .los cantares se escribe: «¡Mi amado metió la mano por la hendidura; y por él se estremecieron mis entrañas!».