Pizza, birra y Calamaro

Álvaro Boro REDACCIÓN

OPINIÓN

Andrés Calamaro
Andrés Calamaro Marcos Míguez

06 jul 2022 . Actualizado a las 17:12 h.

Andrés Calamaro, enfundado en negro y camisa vaquera, el vestido de las grandes faenas, hizo el paseíllo en Gijón con el pecho ungido, la mirada alta y la miel en los labios. Amenazaba lluvia cuando pisó el escenario, pero el cielo respetó al genio. No pasaba nada porque no hacía frío y se sentía como en casa. Como un pasmo saludó con dificultad y se entregó al escenario.

Un lleno como de «no hay billetes» arropaba al bonaerense, uno de esos llenos que se dan en su plaza, en Las Ventas, donde todo el mundo tropieza y nunca pasa nada. Lo mismo a las orillas del Piles, porque cuando el fin supera a los medios nunca pasa nada.

Una puesta en escena recatada, timorata y elegante; como el Bob Dylan español en el que se está convirtiendo. Cada vez se rodea de mejor gente, cada día es mejor.

La gente pronto abandonó los bocados que se llevaban a la boca, los cambiaron por el móvil. Quién tiene hambre y se pone a grabar cuando se parece el Espíritu Santo. Últimamente la gente se pierde la experiencia de vivir porque parezca que están viviendo en las redes sociales.

Como en todos esos vídeos que me tragué de pequeño, AC llena el escenario sin necesidad de nada más, cuando se sienta al teclado para el tiempo.

Calamaro es la banda sonora de tantas generaciones que ha conseguido lo máximo a lo que puede aspirar un artista: el acervo popular. Como a Lorca y Machado, a los Quintero y Quiroga, sus canciones ya no le pertenecen, la gente las conoce y las canta pero desconoce su autoría. Ha conseguido ser sublime sin interrupción. Ahora la  moneda siempre cae por el lado que él quiere.

Lo que no logró Ali, que nunca más pudo ser Cassius Clay; lo que no pudo hacer Gardel que se tuvo que quedar en el Uruguay; lo que se le resiste a José Tomás, lo ha logrado AC: volver y triunfar. Una y otra vez, pase lo que pase, siempre descerroja la puerta grande.

Este tipo que hace de la música algo que te llega tan dentro que hace imposible olvidar sus canciones, es como Maradona, el mejor amigo que todos queremos tener. Si yo fuera como ellos, quizá ya no viviría. Es difícil tocar el sol sin quemarse.

Tocaban ‘Media Verónica’ y se remangaba. Como las buenas faenas: empezó de más a menos: de lo poco a lo mucho. Llega el turno de ‘Estadio Azteca’ y todos estamos contagiados de la magia de esa letra y esa melodía. Todo el mundo se puso duro al conocer al Gigante.

En esta ceremonia profana en la que Andrés Calamaro es el Rey y a todos nos hace disfrutar, no nos queda más que entregarnos y dejarnos el cuerpo y la voz. La cerveza corre, los abrazos y los besos siguen y van más. El público tiene el hambre que da la felicidad, el alcohol y la droga. Qué sería de nosotros sin sus canciones.

Andrés está Andrés orgulloso de volver a pisar Asturias, tierra nunca hostil y de algunos de sus compadres. Y cuando todo acaba coge un capote eterno y deleita a todos con algo que se asemeja a unas verónicas. Por esto Calamaro es un genio, porque no se conforma nunca con la corrección política, porque el bebé de la ilustración y de esa izquierda coherente y de la derecha liberal: el vive y bebe del conocimiento, del arte, de la Cultura, del hedonismo.

El escenario vacío pregunta cuándo volverá.