Desde Gijón a la Torre de Teatinos

OPINIÓN

La torre de Teatinos en los 70
La torre de Teatinos en los 70

14 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La tartana de la línea Gijón-Oviedo ya estaba en el andén de la ya vieja Estación de Autobuses, de olor a petróleo, mirando a la Iglesia gijonesa de San José, lo cual era normal, pues todo y siempre, en aquel tiempo, miraba a la Iglesia, a cualquier iglesia. El interventor de la Compañía, meticuloso como un relojero y al que llamaban don Lisardo, agujereaba los tickets al portador del transporte. Otros empleados subían a la baca del bus la cestería, cestos de mimbres con tapaderas, con pitos y pollos no vendidos, durante la mañana en el Marcado del Sur y que iban de vuelta, al igual que la dueña al corral, de residencia en la aldea, entre la Venta de Puga y la del Jamón. Lo del averío de corral es importante, pues concluiremos esta entrega con otras aves también galliformes.

«Emprendemos la marcha», dijo el interventor en voz alta, palabras que me parecieron sacramentales, que tanto me recordaron luego a «emprendedores» otros, los de las empresas y la innovación. Por los altavoces Telefunken, alemanes y de baquelita, se oía predicar a Luis del Olmo, desde Radio Nacional de España, a sus Protagonistas. Un tal Enrique Rubio, de padre ferroviario en Alcázar de San Juan, explicaba con detalle el último asesinato cometido en Hospitalet, que sería «la primera» del periódico El Caso. En la misma Radio, un tal Fisas contaba las andanzas de la elegante La Begun, con apretada faja y del Aga Khan, por el Mónaco del pirata Grimaldi.

La tartana de la línea Gijón-Oviedo comenzó a correr, aunque despacio: subió al alto de Pumarín desde Magnus Bliskstad, viéndose a la izquierda, lejos, los pudrideros de Ceares, y más allá de Roces, ya en Porceyo, se dejó a la derecha lo de La Boroña, de todo y siempre echado, personas y persianas. Después de pasar junto a las piedras de lo que sería Marieva Palace, lujoso y de glamour, también el de las «lunes de hiel y de miel» al amanecer, la tartana móvil, la de «Los Luarcas», descendió la pendiente peligrosa de Pinzales, girando con brío y garbo a la derecha, ya en Cenero, viéndose esplendorosa la Estación, mito y símbolo de Pinzales, del Ferrocarril de Langreo. Por la importancia de Pinzales, la línea de transporte tenía allí parada fija, no discrecional.

Poco después volvióse a emprender la marcha, subiendo cuestas y bajando pendientes, que si Salcedo de Arriba y Salcedo de Abajo, y así hasta llegar a la Venta de Puga, descendiendo de la baca del autobús, entre los asientos de madera, la cesta de mimbre con el averío de corral indicado al principio. Y otra vez se emprendió la marcha, girando a la izquierda y enfilando la gran cuesta que tiene fin en La Venta del Jamón, lugar de paradona más que de parada. Allí el conductor, que llamaban Belarmo echó agua, con un caldero y embudo, en el radiador de su máquina. Los bocadillos de la Venta del Jamón, en especial, los de jamón, eran excelentes, casi tanto como los voladores que, en vísperas de Santiago Apóstol, el sacristán de la parroquia de enfrente, mandaba al cielo. Un Santiago que entonces era el fetén, subido en su caballo blanco y zurrando a los de abajo, cabezones del Profeta. Un Santiago en el que ahora ya ni cree el Arzobispo de Santiago, que nunca llegó a ser Cardenal. El último cardenal de Santiago fue el gallego Quiroga Palacios, amigo del gallego Franco.

¡Es agobiante lo de tantos gallegos, incluido el Rajoy y ahora el Feijóo!

Y otra vez volvimos a emprender el viaje desde la Venta del Jamón, dejando a la izquierda el emporio de La Campana, que sonó hasta que el badajo lo capó la terrible Hacienda, la de cara de medusa Gorgona. Siempre al pasar por allí me pregunté si los de aquella Campana tenían parentesco con Ulpiano, el de La Campana de San Bernabé, junto a la entrada principal al Restaurante Marchica, siendo la otra entrada, la vulgar, por la del chigre, enfrente de San Juan. Ulpiano, siempre de buen carácter, tenía empleada a una cocinera que hacía el arroz con calamares de manera insuperable. ¡Cuánto sigo echando en falta el arroz con calamares con su tinta de La Campana, la de San Bernabé, enfrente del bar de Artabe, el del jugador del Real Oviedo!

Subiendo por Pruvia y bajando por Pruvia, y si la niebla lo permitía, se veían aterrizar los aparatos de hélice de «Aviación y Comercio» o Aviaco, y de Ibería que trasladaban a asturianos suicidas a Madrid y Barcelona. Y así con esa distracción de temerarios aterrizajes y despegues, se llegaba a la Iglesia de Lugones, de Pola de Siero para fastidio de los ovetenses. Allí también paraba el tranvía que llegaba desde muy lejos, de la Plaza del Ayuntamiento de Oviedo, recorriendo La Corredoria, Teatinos y Pumarín, General Elorza, la Estación del Norte, Uría, Arguelles, El Filarmónica, la Plaza de Riego y el alto Ayuntamiento.

En Lugones, junto a la Iglesia, me apeé de la tartana y allí subí a la plataforma del tranvía, viendo desde él, la Torre de «Teatinos», en la que había, en todo lo alto, un inmenso cartel de la Caja de Ahorros de Asturias, luego asesinadita en los años noventa del siglo XX por la parentela minera, solitos o en compañía de asturcones percherones, unos vigilantes y otros después.  El plazo de prescripción de los delitos parece que está a punto de cumplirse. Después de mirar ese rótulo descendí de la plataforma y miré a la derecha las cocheras tranviarias, yendo a pié hasta el barrio de Santullano, por la calle de Bermúdez de Castro, junto a las casas de «La Inmobiliaria», en cuyos portales se podía leer: «Esta casa goza de los beneficios de la Ley de 19 noviembre de 1948 y es de renta limitada». Es normal que con aquel régimen político todas las rentas fueren limitadas, así como es normal que, con el actual, todas las rentas sean ilimitadas. Y por allí, decían que se veían cortejar en Vespa a don Federico, el de La Mallorquina antes, el de La Mallor ahora, del que ya escribimos hace meses.

Y ahora vuelvo a sacar a esas gallinas y gallos tan especiales, galliformes, cumpliendo anterior promesa. Son los uros/gallos y el uro/gallinas, que fueron pasión de los ovetenses, que, por ser tan cazados y disecados con todas las autorizaciones debidas, apenas quedan. Muy interesantes y originales esos animales, de hembras tan peculiares y originales, pues «ponen» lo que no tienen: los huevos que cuelgan a pares en los machos.

En Santullano, con ruido de cornetas y cornetines de la banda de El Milán, militar, don Rodrigo B. y R. habitaba en su casa, que también era lugar de arte, del arte de la llamada taxidermia. Y tendremos que volver a La Corredoria, pues fue lugar de eventos importantes.

Después de tantas peripecias y de viaje en tartana, tranvía y a pié, es normal que lectora o lector tengan ya la lengua afuera. Se les recomienda que, con mucha suavidad, coloquen la lengua en su sitio y cierren la boca, Como se cierran los estuches de nácar.