Algunos hombres tristes

OPINIÓN

25 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

No está bien burlarse de aquellas personas que por la razón que sea son vírgenes contra su voluntad. Está mal, es algo feo que puede hacer daño gratuitamente a una persona. Por supuesto, se puede vivir sin tener sexo con otras personas, pero aquí no estamos hablando de elegir, y nadie normal aplicaría a una persona que vive esas circunstancias el apelativo de incel. Aunque los incel dicen ser célibes involuntarios, no todos los que no se comen un torrezno acaban vomitando odio en foros de internet, o comprando un arsenal de armas que haría morirse de envidia a Chuck Norris o atropellando a gente subiéndose a la acera al volante de un absurdo y descomunal vehículo SUV propiedad de sus padres.

El movimiento incel no es un movimiento de hombres que serían felices si tuvieran sexo. No son hombres tristes por no descargar, vaya. En 2014, en California, Elliot Rodger  decidió que esa supuesta tristeza de hombre triste tristísimo debía terminar con varios cadáveres, dando así por inaugurada la era del terrorismo misógino matando e hiriendo a personas con una espeluznante variedad de maneras y armas. Murió matando. No sé si Rodger tenía algún problema psiquiátrico además de una ideología, pues el movimiento Incel lo es, lo segundo, no lo primero, pero sí sé que en los lugares de internet donde se dan cita los de su calaña, su acción fue debidamente jaleada y aplaudida hasta el punto de que el asesino de diez personas en Toronto cuatro años después, Alek Minassian, dejó un inequívoco mensaje en su Facebook antes de cometer la matanza de diez personas asegurando que la rebelión incel había empezado. Minassian fue influenciado por Rodger. Desde 2014 se atribuyen sesenta y un muertos al movimiento incel. Probablemente las acciones terroristas de estos hombres sean lo que más alarma produce, pero con todo el horror que suponen, sirven también para apartar la mirada del pozo de odio, misoginia y misantropía que se esconde tras la palabra que en otro tiempo, cuando fue creada, no pretendía convertirse en una terrible caja de resonancia cuyos peligros han sido advertidos hasta por el FBI.

Comprendo el sufrimiento de quienes se encuentran con el rechazo sistemático, pero es que aquí no estamos hablando de esto. Estamos hablando de cómo hay hombres radicalizados de forma no muy diferente a los europeos que acabaron en el ISIS. Confundir al personal con que la deriva de hombres tristes es necesariamente el odio y la violencia, o que esta es fruto del rechazo, o que las burradas que dejan caer en internet son inocuas, es manipular.

Así, una vez establecida la diferencia entre un incel y alguien que no tiene mucha suerte en cosas de amores, ¿qué clase de empatía puedo sentir por alguien que pretende forzar a mujeres, a las que considera inferiores, a tener sexo con él? ¿Es la tristeza el paso previo al terrorismo? ¿A la violencia machista? ¿Estamos tontos?

Uno elige libremente sus batallas y puede equivocarse como un general romano, pero no puede quedarse en la mera nomenclatura como si las palabras no encerraran más significados arrastrados por el tiempo y quienes las emplean. Como señalaba hace unos días un amigo, qué tiempos en los que la tristeza llevaba a los hombres a escribir poesía o pintar cuadros. Nos hemos quedado para cobrar la tristeza alimentando el odio, planeando ataques y comiendo Doritos.