Cabello al viento

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

ABEDIN TAHERKENAREH | EFE

25 sep 2022 . Actualizado a las 09:27 h.

Los verdaderos lujos son pequeños. Esos caramelos que nos va lanzando la vida entre los festines y los ayunos. El abrazo del sol al salir del mar. La risa de un niño. El primer sorbo de una cerveza. La brisa en el pelo. Se dan por sentados. Pero no siempre. No en la misma dosis. No para todos.

El cine iraní ha contado repetidamente cómo el régimen asfixia a la población con normas que van minando su vida diaria. Ha retratado cómo un hecho de lo más cotidiano hace que se desencadene el desastre porque el más mínimo detalle puede ser considerado una afrenta para las autoridades, el círculo de amigos o la familia, porque el pecado y sus consecuencias siempre están acechando.

Sus largometrajes nos han dejado claro que contratar a una cuidadora para un anciano puede ser un reto casi imposible. No es aceptable que una mujer sola trabaje con un hombre que no es de la familia que necesita ser vestido y aseado. No es normal que salga a la calle en manga corta. No es de recibo que retire su pañuelo y deje su cabello al viento.

Para los que ostentan el poder ese tipo de comportamientos merecen insultos, detenciones, latigazos e incluso la muerte. Y ha sido este último extremo el que ha provocado que los iraníes estallasen. La muerte de una joven que había sido detenida por no cubrir apropiadamente su pelo. La guinda de un pastel amasado durante años. Con millones de personas haciendo equilibrismo sobre los supuestos hilos de la virtud y el bien común mientras los guardianes de los valores y las esencias miden todos sus pasos. Y soportando el discurso de que sus mandatarios son los héroes que los están salvando de Occidente y de sí mismos. No vaya a ser que disfruten de algún caramelo.