Queda por saber

OPINIÓN

Liz Truss, en una comparecencia pública
Liz Truss, en una comparecencia pública DANIEL LEAL | REUTERS

21 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En España hay una norma no escrita por la que a todo dirigente político se le concede la cortesía de 100 días para que se asiente y para que pueda poner en marcha los primeras medidas de su acción de gobierno. Es cierto que hay excepciones, como la huelga general que convocaron los sindicatos en 2012 a los 98 días de llegar M. Rajoy a La Moncloa, pero lo que no ha pasado hasta la fecha en nuestro país es una dimisión tan rápida de un presidente y encima con mayoría absoluta.

El meme de que iba a durar Liz Truss menos que una lechuga se ha cumplido. Ayer presentó su renuncia tras 44 días en Downing Street (contando incluso los días de luto por la muerte de la Reina, que no tuvo más agenda que estar en actos protocolarios) y eso que había rectificado su intento de rebajar impuestos (alrededor de 60.000 millones de euros, sin los cuales podía provocar la desestabilización del sector público).

Ahora queda saber quién será su sucesor (ella reemplazó a Boris Johnson, y se suponía que era la mejor candidata), una vez que los tories no parecen dispuestos a convocar elecciones ante el riesgo de que los laboristas les arrebaten el poder. Bien parece que los primeros ministros en países como el Reino Unido e Italia saben que lejos de perdurarse en el poder años y años su estancia en lo más alto puede durar más bien poco o nada.

Estos últimos días he estado en París para presentarme a unas oposiciones a ordenanza y a auxiliar administrativo en un instituto español de la capital de Francia. Recorriendo sus calles, me ha llamado poderosamente la atención que aunque en España se esté dando cobertura a las huelgas y de los problemas con los carburantes (Macron ha forzado la reapertura de un mínimo de gasolineras), me da la sensación de que una diferencia notable con nosotros es que están aplicando más medidas de ahorro energético ante la posibilidad de vivir un invierno duro.

Por citar algunos ejemplos diré que el alumbrado público no está en funcionamiento en horas muy tempranas (hablo de antes de las ocho de mañana, que todavía no ha amanecido y en mi camino hacia la embajada de nuestro país para hacer los exámenes todo estaba en penumbra), que grandes almacenes como Galeries Lafayette tienen varias entradas y salidas a la calle Haussmann cerradas (imagino que para evitar pérdidas de temperatura dentro del local) y que cintas para recorrer pasillos largos del aeropuerto de Orly están apagadas.

Creo que ya en muchas ciudades de nuestro país se están instalando los adornos navideños, por lo que parece que en algunos lugares no van a esperar a que haya un criterio a seguir, aunque queda por saber si algunos sitios podrían verse obligados a no encender todas las luces si las circunstancias de la invasión rusa a Ucrania van a más y, sobre todo, si la factura a pagar continúa por las nubes.