Desigualdad y libertades. Ayuso solo es una anécdota

OPINIÓN

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en una foto de archivo.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en una foto de archivo. PP DE MADRID | EUROPA PRESS

12 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay que acostumbrarse a decir la palabra «libertad» en plural. Cualquiera puede alzar la voz por la libertad y, efectivamente, lo está haciendo cualquiera. Además en propaganda el que hace metalenguaje pierde. El que explica que la verdadera libertad no es la del matón del recreo para quitarle el bocadillo al gafotas tiene una razón como un santo, pero pierde. El que usa la palabra libertad sin explicarla gana. La mejor forma de explicar que la libertad está asociada a los derechos, es decir, a las cesiones obligadas que los poderosos tienen que hacer a los demás, es decirla en plural. Si decimos que en Madrid la población tiene debilitadas sus libertades, nos entendemos sin explicar el concepto de libertad. Pero corremos el riesgo de distraernos. Ayuso no es el continente del neoliberalismo. El neoliberalismo crecía rampante antes de ella y florece en dominios mucho más amplios que su reino de cañas y vermú. Ayuso solo añade al neoliberalismo rapaz locura y desvergüenza. Digamos que le agrega fealdad, pero no modifica el dibujo. La radicalidad y gamberrismo de MAR afecta al ritmo, no al rumbo. Quien crea que la sanidad en Asturias no tiene que ver con el bochorno de Madrid está dejándose confundir por el ritmo más lento que lleva aquí el mismo proceso. Por eso es una distracción cegarse con Ayuso.

Leí uno de tantos informes sobre la desigualdad en España, llenos de gráficos de colores y cifras que dicen machaconamente lo que ya se puede ver a simple vista sin mirar gráficos. Después diré dónde lo leí. El índice de Gini (el que pone el 0 en el caso en que toda la población tuviera exactamente el mismo dinero y el 1 en el caso que un solo individuo tuviera toda la riqueza nacional) vuelve a subir en España. Es decir, el dinero sigue saliendo de nuestras aulas, de nuestros hospitales, de nuestros sueldos, de nuestras pensiones y de nuestra protección social para concentrarse donde ya hay mucho dinero. El dinero que no va a la hacienda pública no va a los bolsillos de las familias, como pregona la derecha. Sale de sus bolsillos y de sus servicios públicos y se va a los bolsillos de los que ya son ricos. Eso es lo que dice el índice de Gini y lo que dicen las gráficas de colores.

El informe («Desigualdad y pacto social», se llama) dice que en España la desigualdad crece más que en Europa y dice que esto debería importarnos. No utiliza palabras tan poco científicas como justicia o injusticia. Dice que la cohesión social se deteriora. La cohesión social es eso que hace que mucha gente forme una sociedad o, si se quiere, una nación. Thatcher decía que la sociedad no existía, que mucha gente junta es solo individuos a granel cada uno ocupándose de lo suyo. Luego mandó la Royal Navy a las Malvinas para defender a «la nación». El lenguaje de los trileros es fascinante. El informe dice que la desigualdad debería importarnos porque, llevada hasta un punto, debilita la democracia al aumentar la polarización y anular la capacidad de tomar decisiones colectivas. Ya ven que no hacen falta gráficas de colores. Y dice también que con estos niveles de desigualdad la sociedad se hace menos eficiente, porque desperdicia el talento de los cada vez más numerosos ciudadanos y ciudadanas sin opciones, y se entorpece el crecimiento económico. Nos vale así. Por si la palabra injusticia provoca escozor en la garganta, nos puede valer así.

Sobre las causas señaladas por el informe, destacan dos. Una es la que enlaza con el guirigay sanitario de Madrid que creemos que aquí no ocurre: que se reduce «la capacidad redistributiva del sistema de impuestos y prestaciones». Hablando en plata, que los ricos se hacen más ricos y pagan menos impuestos, mientras los pobres son más pobres y se quedan sin médico y la clase media se hace mediocre y se queda también sin médico. La otra causa es que cada vez hay menos empleo para gente sin formación. Si miramos, solo como ejemplo, la evolución de las rentas y los precios de la Universidad, si observamos que la atribución profesional pasó de las extintas licenciaturas a los másteres, y volvemos a mirar la evolución de las rentas y los precios de los másteres, pues es fácil saber quiénes tienen todas las papeletas para estar en la parte oscura. Cómo no iba a referirse la pija aquella del Santa Mónica a los cabestros colegas suyos del Elías Ahuja como «los que van a liderar nuestro futuro». Les dijeron que las cartas están ya repartidas. Por cierto, y esto no sale en las gráficas de colores, la cuestión no es la igualdad de oportunidades para estar en esa mitad de la población que trabaja y respira. Eso es la guinda. La cuestión es que no tiene por qué haber media población sin trabajo ni resuello, con formación o sin ella.

Dije que diría de dónde saqué el informe. Lo hicieron profesionales con criterios profesionales, pero el envoltorio es la Fundación Caixabank. Tiene un tono parecido a otro informe de FOESSA, vinculada a Cáritas. Cáritas no se parece Caixabank. Caixabank anduvo con fondos buitre desahuciando a familias desamparadas, mientras la banca March, a través de la publicidad de Securitas Direct, nos convencía de que el problema de las familias eran los okupas. Caixabank no se parece a Cáritas, pero los bancos saben lo que hacen. La izquierda cree que la propaganda se hace solo de manera directa, con periódicos de izquierda y fundaciones combativas. Pero no es así como se acaba convenciendo a la gente de que la sanidad pública ya no es sostenible y de que el informe PISA es la radiografía real del sistema educativo. La forma de calar hondo es la que decía aquella frase de Woody Allen que Andy Clark tomó como título para su famoso libro: Estar ahí.

Madrid está escenificando de manera grotesca cómo saltan por el aire las libertades (recuerden, normalmente en plural) cuando la desigualdad se acerca a la de la jungla. MAR y Ayuso siguen la pauta de Batman: escenificar teatralmente las pesadillas del rival, llevar el cinismo al límite para escandalizar y paralizar al enemigo. Con esto de los médicos corriendo de un lado para otro y con las urgencias por cajero automático, mientras vuelve a regalar mordidas fiscales millonarias a los más ricos, igual se les fue la mano y escandalizaron a más gente que la izquierda. Pero decía que no debe cegarnos la legítima repulsa a su bajeza moral y política y a su grosería. Los servicios públicos son la encarnación de nuestros derechos. La gente no se cura porque la ley les dé el derecho a la salud. El derecho a la salud (y todos los demás derechos) empiezan en una ley que los declara, pero se hacen efectivos en el servicio público que los atiende. Esos servicios públicos cuestan dinero. Esa reducción de «la capacidad redistributiva del sistema de impuestos y prestaciones» es una privación de nuestros derechos y libertades en toda regla. Imagínense el aspecto de nuestras ciudades si decidiéramos que la seguridad no es sostenible, la privatizáramos, eliminásemos la policía y cada uno tuviera la seguridad armada que pudiera pagarse. A sindiós semejante se llega desnutriendo cualquiera de los servicios públicos del  estado. El proceso por el que los ricos cada vez pagan menos impuestos y la sociedad se desagrega se está dando en todas partes, aunque en Madrid el Gobierno tenga más prisa. Aquí tenemos ya el Quirón de momento complementando al hospital público. Enseguida actuará como lobby y antes de que nos demos cuenta nuestra salud no será nuestro derecho, sino su negocio. ¿O no estamos ya pagando operaciones, resonancias magnéticas y análisis privados? ¿O no estamos ya esperando mucho más que antes para ser atendidos? No comparemos con Madrid, comparemos con lo que eran las cosas hace veinte años para ir al médico o mandar a la prole a la Universidad, para ver la tendencia de las cosas.

Hay una regla que no debe olvidársenos. Quien quiere bajar los impuestos, quiere bajar los impuestos de los ricos. Quien quiere bajar los impuestos de los ricos te quiere quitar el médico, la enseñanza y la jubilación. Hacer más abundante la mesa de los ricos para que caigan más migajas a los demás no es creación de riqueza.