Aquí el negro soy yo

OPINIÓN

Fotograma de la película «12 años de esclavitud»
Fotograma de la película «12 años de esclavitud»

17 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Mientras escribo esto, la Guardia Civil busca los cuerpos de dos jornaleros africanos en una finca de Jaén.  Al parecer, los hombres desaparecieron en 2013 y 2021 respectivamente después de cantarle las cuarenta al patrón por las terribles condiciones laborales que sufrían. En 2014, el patrón, según he leído en varios medios, aseguraba que los jornaleros africanos viven muy bien, y para que quedara claro coronó sus extrañas declaraciones con la frase «aquí el negro soy yo».

Hace unos años vi en televisión a un jornalero africano haciendo unas declaraciones sobre lo que le había sucedido. Otro patrón decidió clavarle una navaja en una pierna cuando se le ocurrió quejarse de las condiciones de trabajo. El patrón le llevó al médico y el hombre agredido grabó el viaje con su móvil. El africano era un hombre educado que conservó la sangre fría y que contaba a cámara lo sucedido con espeluznante lucidez.

La puñalada o acabar enterrado a los pies de un olivo son excepcionales, pero dejan entrever un turbio trasfondo de explotación laboral generalizado que a nadie parece importar. Aunque no todos vamos a acabar muriendo o agredidos en el trabajo, la explotación y las ilegalidades son la norma en España, no la excepción. No nos damos cuenta porque los dos chicos a los que se busca en la finca son negros y eso no nos va a pasar a nosotros, ni lo de pasar a abonar el campo ni lo de ser negros. Pero las declaraciones del patrón sobre su propia negritud son también el escaparate obsceno que exhibe el relato mediático y político de este país: tenemos que compadecernos de los ricos. El que el negro blanco de Jaén no sea multimillonario no es obstáculo para que sea rico, y para quien no tiene más que el pellejo, sin duda lo es.

Siento cero empatía por todos aquellos que protagonizaron en su día las tractoradas contra el Gobierno como siento cero empatía hacia los ficticios problemas de los que se queja el presidente de la CEOE. No puedo compadecerme ni mostrar mi apoyo a quienes no dudan en precarizar el mercado laboral. Me resulta imposible no reírme cuando veo sus lloros sobre lo mucho que tienen que pagar. Es ridículo. Todos y cada uno de sus axiomas van cayendo como moscas por mucho que sus aliados de la prensa salmón se empeñen en lo contrario: ni los impuestos hacen huir a Varsavsky, ni el SMI trae desempleo, ni hay algo más allá de una moral perezosa y egoísta en las constantes negativas a mejorar las condiciones laborales de los trabajadores.

En España es perfectamente lógico que alguien llegue a la conclusión de que puede eliminar a un trabajador si se pone a reivindicar sus derechos. Al fin y al cabo la ilegalidad es la norma. Y así, mientras los cuerpos de los jornaleros africanos aparecen o no, me acuerdo del personaje de Michael Fassbender en «12 años de esclavitud» y me lo imagino absolutamente ebrio soltando el látigo contra uno de sus esclavos que tiene ya la espalda en carne viva mientras le grita «aquí el negro soy yo».