No entregarán la cartera ni con aceite hirviendo. Solo hay que verlos, a Irene Montero y a Fernando Grande-Marlaska, titulares de Igualdad y de Interior, ministros en telísima de juicio donde los haya, de entrañable charla en el Senado. Pues claro que Montero dedo pulgar sí quiere dimitir, pero con educación, haciendo las cosas sin apelotonarse. No hace falta ni escucharla, podemos imaginarla: Yo dimito, pero por Dios, dimita usted primero. Y Marlaska dedo índice diciendo que no, que después de usted, faltaría más, señora ministra. Así se escribe la historia de estos ministros a los que el protocolo impide dimitir, como dos vecinos ante la puerta del ascensor, y el ascensor que se cansa de esperar y pasa de largo, hasta el final de la legislatura y los trienios. Porque Fernando e Irene saben que solo dimitir es dimitir. Pero, ante todo, un ministro o ministra ha de cuidar las formas. Usted primero. Y los dos, a coro: «Si no, qué ejemplo estaríamos dando».