Negar el machismo es negar la verdad

Alejandra Tejón Olaya Suárez

OPINIÓN

Cementerio efímero instalado en la plaza de Porlier en Oviedo con lápidas que recogen los nombres de las mujeres y niños que han sido víctimas de la violencia de género en España en 2019
Cementerio efímero instalado en la plaza de Porlier en Oviedo con lápidas que recogen los nombres de las mujeres y niños que han sido víctimas de la violencia de género en España en 2019 Carla Vega

25 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Cada 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. En lo que va de año, el número de feminicidios asciende 76. Setenta y seis.

En la última macroencuesta de Violencia contra la Mujer (2019) se determinaba que un 57 por ciento de las mujeres en España había sufrido algún tipo de violencia a lo largo de su vida por el mero hecho de serlo.

El 14 por ciento de las mujeres han sido víctimas de violencia sexual, lo que significa que 2.802.914 mujeres de este país la habían sufrido en algún momento de su vida. ¿Podemos imaginar cada vida detrás de esta cifra? No se queden con el número ni con la teoría: pónganles cara, cuerpo y vida; imagínenlas yendo a trabajar, tomando una copa con sus amigas, en un supermercado haciendo la compra de la semana o paseando a su mascota. Cada una, tiene su historia. Y su trauma.

Esta violencia es, en la casi totalidad de los casos, ejercida por hombres (el 99,6 por ciento) (porque sí, es violencia machista). Las mujeres con discapacidad han sufrido violencia sexual fuera de la pareja en mayor proporción (10,3 por ciento) que las mujeres sin discapacidad (6,2 por ciento). Por su parte, las mujeres nacidas en el extranjero también la han sufrido en mayor escala (9,8 por ciento) que las mujeres nacidas en España (6 por ciento).

Pero es que, sin olvidar esta lacra, la violencia ocurre también de muchas otras maneras y se manifiesta de muy diferentes formas.

Es violencia laboral y económica que haya empresarios que nos expongan a jornadas interminables y retrasos en el cobro de las nóminas porque dependemos de ese salario para subsistir, especialmente en casos donde es conocido que pertenecen a una familia monomarental, y lo es también negar la reducción de jornada o la adaptación de los horarios para facilitar la mayor conciliación familiar que el puesto de trabajo permite.

Es violencia reducir los ingresos de la familia a la mitad cuando muere el hombre, que mayoritariamente es el receptor de la pensión en primera instancia, pero sus gastos ordinarios no se ven reducidos en la misma proporción: el alquiler o la hipoteca, la cuota de la comunidad, el IBI, el seguro de hogar, los gastos relacionados con el vehículo privado, la factura de luz o de gas… ninguno de estos gastos disminuye a la mitad al enviudar.

Hay violencia institucional cuando no se invierte suficiente en la conciliación y faltan escuelas de 0 a 3, lo que dificulta y a veces imposibilita la inclusión de las mujeres en el mundo laboral. También lo es cuando no hay perspectiva de género en el modelo de ciudad, pues hombres y mujeres nos comportamos de manera distinta: por ejemplo, los traslados a pie y en transporte público son mucho más comunes en el caso de las mujeres, mientras que los hombres se desplazan en mayor medida en vehículo privado.

Debemos recordar en estas líneas la existencia de violencia política en este país: Basta con leer la prensa o las redes sociales para darse cuenta de que la víctima más evidente de este tipo de violencia es la ministra de Igualdad, Irene Montero, que esta misma semana ha escuchado en el Congreso de los Diputados, sede de la soberanía popular, como la llamaban «inútil» o decían que su mayor mérito había sido «haber estudiado en profundidad a Pablo Iglesias».

Rezuman machismo, no lo pueden evitar, pero les deben un respeto a quienes nos representan, al Gobierno, al pueblo y a las mujeres de este país en general, que somos muy capaces de desarrollar nuestras carreras profesionales sin que ningún hombre nos bendiga. Y también recibimos esa violencia otras mujeres que, a niveles de exposición mucho más modestos, decidimos dar un paso al frente en política.

Cuando se es mujer, joven, de izquierdas y encima de Podemos, vamos provocando y los insultos que recibimos son más que merecidos por nuestra coherencia en la acción que nos enorgullece.

Negar la existencia de la violencia machista como un problema estructural de nuestra sociedad, porque nos afecta particularmente a las mujeres de manera más que evidente, es como negar el cambio climático o la pandemia. No hay más ciego que el que no quiere ver. Como sociedad, tenemos la capacidad de cambiarlo si se tiene la determinación y la voluntad para ello. Hagámoslo cuanto antes porque, literalmente, nos va la vida en ello.

Alejandra Tejón es portavoz de Podemos Xixón y Olaya Suárez es candidata de Podemos a la Alcaldía de Xixón