España uno, Alemania otro

Álvaro Boro

OPINIÓN

Friedemann Vogel | EFE

28 nov 2022 . Actualizado a las 11:18 h.

Los aficionados alemanes forman parte de esa clase de gente, no sé bien qué pasa en su cabeza, que celebra los saques de esquina como goles. Alemania es Alemania, dijo Mariano Rajoy en su artículo sobre el anterior partido de España, un artículo que no puede explicar más al personaje, pero lo peor de todo es que lo visto hoy no hizo más que refrendarlo. Los alemanes no dejaron de apretar en ningún momento, no se ya si por su forma de juego o porque sabían que todo lo que no fuese ganar les acercaba a decir adiós a Qatar: en Alemania hace mucho frío y la calefacción está muy cara.

En la primera parte España dominó el balón, pero Alemania mantuvo una presión muy alta. Un tempranero latigazo de Dani Olmo, que se fue al larguero por la acción de Neuer, generó la sensación de que todo iba a ser más fácil de lo que al final fue. Pedri para el tiempo cuando tiene el balón, hace de la nada una eternidad, pero es difícil jugar con tres tudescos colgados.  La selección toca y toca y toca, son capaces de hacer seis pases en una baldosa: balones medidos y tacto extremo. Busquets no aparecía y sufrimos, necesitábamos jerarquizar  y ordenar el juego para marcar, porque gana el que anota más goles y no, pese a lo que parece que muchos creen, el que más tiene la bola.  Rüdiger, que anda por el campo como una pantera enfadada y borracha, nos metió el miedo en el cuerpo con un gol que el árbitro anuló por fuera de juego. En ese lapso de tiempo, entre el gol y el VAR, a toda España se le atragantó la cerveza y las olivitas.

Volvieron los españoles del vestuario con ganas de solucionar rápido el partido, pero no había manera. Los pases se volvieron menos incisivos y cada vez más en nuestro campo. Alemania mantenía la presión sin muestras de agotamiento. Pero apareció Busquets, que no estaba y se le esperaba, empezó una jugada, se asoció con Jordi Alba, que hizo de la banda su tartán particular para habilitar a Morata que puso el 1-0. Morata acababa de salir por Ferrán, y la primera que tuvo, con ese olfato goleador que parece surgirle cuando está bajo las órdenes de Luis Enrique, la metió. Un golazo de delantero de siempre: un toque y listo. El gol de España llegó cuando estaba sufriendo más, pero los germanos no se achantaron y quisieron morir matando. Cuando en los bares se ya pedía la cuenta, un error de Laporte fue aprovechado por Sané y Fuellkrug, con un bombazo que Unai Simón ni vio, logró el empate.

Estamos en octavos, no pero sí, porque España depende de sí misma y la combinación rocambolesca que tiene que darse para quedar fuera no entra dentro de una cabeza tan cuadriculada como la de un teutón. Sigamos disfrutando.