Ya vienen a salvarnos

OPINIÓN

MABEL RODRÍGUEZ

13 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

De la limitada madurez política que, pese a cuarenta y tantos años de democracia, todavía adolecemos, es prueba que la base (menguada) y la cadena de mando de los partidos asuman acrítica y felizmente toda clase de decisiones de su dirección, donde deberían tener algo que decir. Aquello de que la estructura interna y funcionamiento de los partidos políticos deberán ser democráticos (¡qué cosas dice nuestra Constitución!) parece que no cuenta en buena parte de los casos, incluso cuando se trata de elegir un candidato a las elecciones autonómicas. Si viviésemos en un sistema de ciudadanos orgullos de su condición y honestamente celosos de su libertad, a ningún partido con serias aspiraciones de ganarse la confianza del electorado se le ocurriría la designación digital, sin posibilidad de primarias ni debate ni escrutinio interno, presentando a un candidato como se ficha a un director de marketing de una empresa. Pero estas cosas pasan, acaban de pasar y probablemente seguirán pasando (y no sólo en la derecha, por supuesto).

Como la primicia al consumidor siempre le atrae, y como el hastío y la desconfianza abundan, florece el deseo de que algo distinto suceda. Y, en esa tierra abonada, con el desgaste de otros líderes asociado a la gestión de las sucesivas crisis y a su sobrexposición, el aterrizaje de Diego Canga como candidato del Partido Popular es una jugada interesante. Que descoloque inicialmente, eso sí, no es garantía de nada, pues de lo novedoso a lo caduco hoy se transita en pocas semanas. Es sorprendente que ni una sola voz se haya levantado para preguntar por el procedimiento de elección y haya sido investido por una suerte de aclamación, como si tal cosa. Y es también sorprendente que ningún periodista se lo haya preguntado a fondo al interesado, hasta el momento. Se da por sentado que decide Feijóo y punto, nadie lo cuestiona. Determinado sector de la prensa, de hecho, lo ha acogido haciéndole la ola, algo en parte lógico por el elemento original que su incorporación a la escena comporta, pero también porque algunos sectores e intereses estaban esperando que la derecha al fin propusiese un candidato con posibilidades, y creen legítimamente que éste las puede tener. Cierto es que, tal y como se presenta, más parece el proceso selectivo del responsable de la Oficina de Fondos Europeos que del Presidente de una Comunidad Autónoma. Otro síntoma, por cierto, de la reducción y empobrecimiento del debate público y de las aspiraciones disminuidas de la política asturiana, si todo se reduce a captar y gestionar fondos comunitarios. Para eso, en efecto, no necesitamos líderes sino funcionarios eficaces, que es como a la postre se presenta el candidato, aunque precisamente carga contra el exceso de empleados públicos; un mantra clásico de la derecha ya sea en época de crisis o de bonanza (mientras vemos servicios infradotados en tantos ámbitos, muchos más que el sanitario). Es curioso que esa consigna suele venir de personas de la misma extracción que se critica. Conviene prevenirse contra los discursos que caen en el campo magnético del populismo (y ese lo es), que atrae incluso al más templado y sensato cuando se le pasa por el tamiz de la mala política de nuestro tiempo.

Otro lema manido al que se echa mano en esta presentación es el del supuesto acomodo de los asturianos. Como nos encanta flagelarnos, enseguida prende esa línea argumental en las conversaciones de café. Ya se sabe que venimos de un pasado dizque glorioso y debemos retornar a él, a la primera división, en palabras del candidato. Nunca se dice cuándo fue ese pasado, pero yo al menos tengo claro que ni a los albores de la Revolución Industrial que nos cuenta Palacio Valdés ni a los años 50 de la autarquía y la hipertrofia de la fabricona y la toneladona quiero volver, creo que por buenas razones. Eso sucede mientras Asturias, que evidentemente tiene muchos problemas, ostenta un nivel de calidad de vida, de servicios públicos y de cuidado del entorno que el resto de España pondera. Y, sobre todo, mientras las generaciones nacidas desde los años 70 (por poner un hito temporal) para acá se baten el cobre para que lo siga teniendo en el futuro. Porque esa idea de que carecemos de dinamismo e iniciativa que se lanza desde los despachos de los cargos públicos conservadores (que vamos a remolque, nos dicen ahora) no se compadece con la realidad de esfuerzo y dedicación que muchos vemos a diario. Podía ser un mensaje medianamente válido hace, pongamos, 20 o 25 años, cuando empezábamos a ponernos en pie después de besar la lona de la reconversión; pero la realidad sociológica, formativa, de apertura al mundo y de actitud de quienes no hemos conocido esos supuestos tiempos gloriosos es muy distinta y lo es desde hace mucho tiempo. Hay que actualizarse y no tratar condescendientemente a los posibles votantes de todo el espectro, que merecen respeto y ya están bien aireados y bastante bien viajados. Ya somos, en suma, mayorcitos («mayorinos», diría aquella) para el deslumbramiento y las lecciones.

Ahora tocan algunas preguntas, porque las suscita este significativo movimiento. El candidato del PP empieza fuerte y tiene un tiempo por delante que parece querer aprovechar. No sé si los números le darán en unos meses para gobernar, apoyo de Vox incluido. No olvidemos que su mentor Tajani y la nacional-populista Meloni hacen tándem en un gobierno corrosivo para el futuro de Europa, aunque aquí es presumible que no haya inversión entre la fuerza principal y la subsidiaria. Estaría bien saber si ese juego le encaja a Diego Canga, algo que tampoco, que haya visto, le ha preguntado nadie hasta ahora con claridad. Pero también sería bueno saber si esas fuerzas que se autodenominan «a la izquierda del PSOE» (por cierto, cada vez que utilizan esta forma de identificarse, pierden votos) seguirán asentadas en esa división tan espesa y oscura, o serán capaces de hacer su parte para ser competitivos. Y también queda saber si el propio PSOE asturiano despertará del letargo o seguirá confiando en la divina providencia mientras otros parece que van a jugar sus cartas. Entre ellas, no es nuevo, la salvación nacional, visita inaugural a Covadonga y al Arzobispo (las bases ahí sí mandan) mediante.