Argentina es un desfibrilador

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

María Pedreda

20 dic 2022 . Actualizado a las 09:17 h.

El país es un show. Los argentinos son unos personajes increíbles. Y su selección ganó los tres títulos en las tres finales más emocionantes desde que tengo memoria. Argentina es un inmenso desfibrilador. Siempre en el filo. Siempre en el diván. Jugaron otras dos finales, pero fueron más romas. Las que perdieron con Alemania por 1-0, con un penalti injusto y con un gol en la prórroga. Las que ganaron fueron de época. La del domingo, inolvidable. La mejor en décadas. Merecieron ganarla dos veces. Y las dos veces se la remontó una Francia que no apareció en el partido hasta el minuto 70. Alucinante. A Deschamps le tienen que dar el premio al peor entrenador de la historia. Su equipo gana a pesar de él. Quiere sacar todo adelante con lo mínimo, y la vida no va de eso.

Tengo un recuerdo leve de la final del 74, Cruyff frente a Beckenbauer. Fue un buen partido. Dos penaltis. Y primer palo para Holanda. El primer título de Argentina ya fue de infarto, en el 78. Si llega a entrar aquel cabezazo del holandés Naninga al palo casi al final del partido, adiós Argentina. Luego, matador Kempes lo arregló con una exhibición en la prórroga. Luego el mundial de España, con Italia bailando con Sandro Pertini en el palco a Alemania. El segundo título argentino llegó en el 86, el de Maradona, 3-2, después de ir ganando dos a cero, como el domingo. Cardíacos perdidos, Alemania empató y Argentina pudo evitar la prórroga al límite. Luego vinieron mundiales con finales más fáciles o aburridas hasta hartar. Incluidas las dos que perdió la albiceleste. Fácil victoria de Zidane en París. Fácil triunfo de Ronaldo, a la segunda, en Corea. Brasil e Italia se apuntaron dos títulos a los penaltis. Brasil, el de Bebeto y Mauro en Estados Unidos; e Italia, el de Alemania, con Cannavaro y el cabezazo de Zizou a Materazzi.

España ganó en la prórroga, pero seamos sinceros. Fue un partido extraño, muy bronco por parte de Holanda. Un encuentro que casi nos mata aquí y en Holanda, aunque no creo que despertara tantas pasiones en otros países que no se jugaban nada. Francia, con el Mbappé más crío, goleó a Croacia. Un panorama de finales más normales, como les decía, hasta que llegamos al guion disparatado de Catar. Y estaba Argentina otra vez en el cartel, colgada de un hilo. Parece que juegan sobre las brasas del asado. Decimos que son exagerados y así de exageradas fueron las tres finales que ganaron. Al límite. Le empatan, les remontan. Y ellos siguen masticando corazón, chinchulines, tripa gorda, mollejas, ubre de vaca, riñones, criadillas, sus entrañas. No sé qué hubiese pasado si Francia en vez de a Deschamps tiene a un seleccionador de verdad. Dos veces tuvieron que remontar en esta tercera final para la historia. Si Francia, que empezó fatal los penaltis, les remonta también ahí, serían las penas máximas. La injusticia sideral. Messi no tendrá más oportunidades. Mbappé puede repetir título con un país que si juega con la teórica Francia B puede optar igual a todo. Que Argentina juegue una final es sinónimo de alma partida, de operación de riesgo, de uci, sobre todo cuando triunfa. Es como si ser argentino llevase cosido ser sufridor. Una final como la del domingo hace que otros deportes parezcan sosos entretenimientos. Como ver rumiar a una vaca, esa vaca que ellos se comen.