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OPINIÓN

La Regenta en Oviedo
La Regenta en Oviedo

25 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Parece que el azar interesa cada vez más, con el convencimiento de su rol fundamental en la vida, en nuestra vida: un tiempo muy breve. La vida, para unos, los sin Dios, va entre la infinitud de la nada, la de antes de nacer y la posterior a la muerte. Y para los otros, los con Dios, queda el consuelo de la Religión. Y siempre una vida muy aleatoria, desde su comienzo al final, transitoria, deshaciéndose como las nubes en el cielo. ¿Y Clarín dónde estuvo, entre los sin Dios, los con Dios, o ambos?

La tristeza que resulta de lo anterior no impide apreciar la estética de la palabra «azar», procedente del árabe zahr, que es flor, «azahar», y tal vez, como escribiera el filósofo Julián Marías (padre), la flor pintada en la cara de los dados. Lucrecio recomendó el Carpe diem, aprovechando lo presente al máximo y dejarse de bobadas e imaginaciones. Boecio se preguntó si en la concatenación de causas sin control hay lugar para el libre albedrio, teniendo en cuenta que el ojo de la Providencia ve, desde la eternidad, todas las cosas. Y Maquiavelo planteó por primera vez que el éxito y el fracaso, también el político, son una convergencia (riscontro) o un desencuentro entre la fortuna y la acción humana.  

Hay azares en si trascendentes; otros, sin serlo al principio, pueden luego llegar a serlo: uno de estos últimos azares es, por ejemplo, encontrar un libro, luego esencial. Ese puede ser el caso de los plurales Tratados de armonía de Antonio Colinas, que, recién llegado del taller de impresión, estaba en una estantería de una librería, a la espera de ser manoseado, atraídas las manos por el dibujo en portada de cuatro pájaros, que, como se sabe, son obsesión de poetas y de cantores.  

El libro de las armonías, que es «un laberinto de reflexiones apacibles y, a la vez, reveladoras de problemas de nuestro tiempo y siempre», lo componen cuatro tratados de armonía, y se inicia con varias citas, destacando la del poeta ruso, del simbolismo ruso, Aleksandr Blok (1880-1921): «¿Y qué es la armonía? La armonía es el acuerdo entre las fuerzas del mundo y el orden de la vida del mundo». Ese poeta ruso que vivió dos revoluciones, la de 1905 y la de 1917, había escrito anteriormente que «arte, vida y política son indivisibles e inseparables», que también lo escribió Clarín, en castellano y no en ruso.

Es en la página 63 donde está la cita del Eclesiastés, ya indicada en la 1ª parte, ahora repetida: «No seas justo en demasía, y no seas sabio en exceso ¿Para qué destruirte?» Sabido es que ese libro sapiencial, del Antiguo Testamento, era de cabecera de ese político cínico que fue François Mitterrand, obseso de Dios y de la muerte. Y en la página 125, Antonio Colinas escribe: «De repente, con la brutalidad con que se rompe un gran espejo, se quiebra la armonía. ¿Qué ha pasado? Y nos preguntamos de nuevo, ¿por qué el mal?»

Habiendo pensado desde hace tiempo en Clarín y sus circunstancias, fue leyendo hace unos días esas frases entrecomilladas, cuando caí en la cuenta que eso mismo y por eso mismo, Clarín y su hijo fueron «malditos». Terminó Clarín siendo destruido por ser justo en demasía y por ser sabio en exceso; rota la armonía como un gran espejo, roto. Y no sólo por escribir La Regenta, asunto de ovetenses, sino también por sus miles de paliques periodísticos, asunto de españoles. Se rodeó de enemigos, condenado a la desarmonía. ¿Era posible lo contrario? No lo creo.

De diciembre de 1984 a febrero de 1985, a los 100 años de la aparición de La Regenta, tuvo lugar en la Biblioteca Nacional (Madrid), bajo el patrocinio del Ministerio de Cultura (Dirección General del Libro y Bibliotecas), con la colaboración de la entonces Caja de Ahorros de Asturias, una Exposición titulada Clarín y La Regenta (1884-1984). En el Libro-Catálogo de esa Exposición, hay un texto de don Jaime Salinas, hijo de poeta y editor de éxito, entonces director general del Libro y Bibliotecas, en el que señala que la Exposición pretende mostrar a Clarín y a La Regenta «como tal fueron y como seguirán siendo, en lo que tienen de clásicos sobre los que el tiempo, lejos de agotarlos, abre incesantemente nuevas claves». Los profesores Amorós y Martínez Cachero, comisarios de la Exposición, explican en el libro: «Ha pasado ya la época de prohibiciones y olvidos, de prejuicios ideológicos e incomprensiones estéticas». ¿Seguro? No lo creo.

En ese mismo libro, el Capítulo V se titula: Sus enemigos (omitiéndose ahora y aquí comentarios de extrema descalificación contra «Clarín»). Los «enemigos» son los siguientes, entre otros: Luis Bonafoux, que escribió Novelistas tontos. Don Leopoldo Alas (1887), Juan Fraile Miguélez, que escribió Cascotes y machaqueo (1892), Pompeyo Gener, que escribió El caso Clarín, Monomanía maliciosa de forma impulsiva. Estudio de psiquiatría (1894), y Dionisio de las Heras, que escribió El besugo «Clarín» (1895). El conservador escritor, el andaluz Juan Valera, en el tomo II de sus Obras completas, Aguilar 1961, página 606, calificó a Clarín de «crítico duro, cruel, injusto a veces y sobrado descontentadizo».  

Acaso ahora sea ya el tiempo para abandonar «divinizaciones», beateríos y de cosas de Santoral sobre Leopoldo Alas. Pudiera ser cierto lo que, sobre la relación entre el autor de La Regenta y Emilia Pardo Bazán, contó el gallego Darío Villanueva, director que fue de la Real Academia Española, en «El Cultural» del periódico El Mundo (7-13 de mayo de 2021): «Clarín, quien llega a escribir acerca del furor literario-uterino de doña Emilia», y escribió luego sobre maniobras para el no ingreso de la coruñesa en la Real Academia Española.

La gran biógrafa de la Pardo Bazán, Isabel Burdiel, también conferenciante en la Fundación Juan March, escribió: «Para el español, por más liberal y avanzado que sea, el ideal femenino no está en el porvenir, sino en el pasado (…) sus hijas, hermanas, esposas y madres no pueden ser más que acendradas católicas. Esas eran, en general, las mujeres que querían los hombres, incluso los intelectuales y escritores más liberales, como Castelar, Galdós o Clarín». Impresionante y definitivo, por cierto, el libro el de Isabel Burdiel sobre Emilia Pardo Bazán, en 2019.

Pero el «malditismo» de Clarín, tuvo un centro geográfico provinciano, Oviedo, cuya burguesía, naturalmente conservadora, zaherida, nunca perdonó el republicanismo y el krausismo clariniano, teniendo como aliados lo más retrógrado y conservador de la siempre poderosa y compleja Iglesia católica, antes y durante la Guerra, y cuyas torres de los templos presiden los cielos ovetenses, con el añadido del Sagrado Corazón en lo alto del Naranco.

Se rechazaron con furia, como bufidos de toros bravos, las verdades de lo contado en la novela: El magistral, el obispo, el provisor, los canónigos de Vetusta, las beatas. Una burguesía ovetense triunfante en la Guerra y en la Postguerra, gobernando a su antojo Asturias desde Madrid, desde la Diputación Provincial y desde el Ayuntamiento de Oviedo. También hubo «conspiración de bragas», de ilustres damas en Oviedo, para que, por ejemplo, coadjutores fuesen nombrados y catedráticos también. Y no debe un Magistrado dar nombres y apellidos conocidos, facilitadores de querellas.  

Una sociedad ovetense muy peculiar, que como queriendo olvidar y hacerse olvidar, inventó eso, tan aparentemente entrañable, casi como una nana infantil, el llamado «Oviedín del alma». Y trató de pasar página de las barbaridades, de los extremos episodios de violencias acontecidas durante la Guerra Civil en la ciudad carbayona, posterior la Guerra a la muerte de Clarín (1901), pero coetánea al asesinato de su hijo (1937), rector entonces de la Universidad de Oviedo. El hijo, que recibió en herencia, junto a activos importantes, el pasivo de unas cuentas debidas por «causa de padre», sin posibilidad de acogerse al beneficio de inventario, lo cual, en detalle, es contado por Ricardo Labra en El caso Alas Clarín.

No lo sé. Acaso sea imprudente contribuir a reabrir heridas. En cualquier circunstancia no se pueden omitir dos hechos:

a): Fue durante el primer confinamiento cuando leí al poeta francés Roger Caillois, al que llegué porque a su muerte, su sillón de «Inmortal», por ser miembro de la Academia Francesa, fue ocupado por Margarita de Crayencour (la Youcenar). Roger Caillois se asombraba de haber jugado, siendo niño, entre escombros de edificaciones derribadas en la 1ª Guerra Mundial. Pues bien, los niños ovetenses (segunda mitad de los años cincuenta del pasado siglo) jugamos en el Oviedo alto, en la calle Muñoz Degraín y en el llamado Campo de Maniobras, entre restos de la Guerra Civil: la Iglesia bombardeada de Las Carmelitas (calle Muñoz Degraín ), o nos metíamos en las «cuevas», que, al parecer, fueron de ametralladoras, en el «Campo de Maniobras», el de las barracas. Y allí jugábamos sin que nadie, nadie, ni en la familia ni en la calle ni en parte alguna, se explicase a los niños qué eran aquellas ruinas y por qué.

b): El segundo hecho es la publicación de un libro de Jaume Claret, titulado Ganar la guerra, perder la paz. Memorias del General Latorre Roca. La base del libro son las memorias de ese general, Gobernador Militar de Asturias tras su conquista por los «nacionales», de octubre de 1937 a diciembre de 1938. A lo «asturiano» se dedican las páginas 93 a 216. Muy interesante y de recomendable conocimiento.

Y pensando en Clarín, recuerdo en las ficticias Memorias de Adriano, la introducción (Animula Vagula Blandula), en la que la escritura de Margarita Youcenar hace decir al Emperador, ya en decadencia final: «Veo allí mi naturaleza ya compleja, formada por partes iguales de instinto y de cultura. Aquí y allá afloran los granitos de lo inevitable: por doquier, los desmoronamientos del AZAR». De un azar como el de Clarín -añado-.

Otro azar, muy diferente, es que no hubiésemos desarrollado lo que anunciamos al final del artículo anterior, sobre el libro de Francisco Javier Pérez Latre, El descrédito de los medios, en tiempos actuales de tanta corrupción, como en los de la otra Restauración borbónica, la de Clarín. Para eso, como sastres con dedal, aguja y tiza, tendremos que volver atrás y recoger el hilo.

Continuará.