Paralelismos inquietantes en el fin de año de 2022

Gaspar Llamazares y Miguel Souto Bayarri

OPINIÓN

MABEL RODRÍGUEZ

26 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Como si de un relato distópico se tratase, que sin embargo es real, en una fecha reciente, el 6 de enero de 2021, un presidente de Estados Unidos que había sido elegido democráticamente cabalgando sobre la frustración y la rabia de América First, asestaba un golpe sin precedente a las instituciones democráticas, de su país y también del mundo, e intentaba consolidarlo mediante todo tipo de presiones y excusas con objeto de manipular los resultados electorales y evitar los recuentos, en un intento de hacerse pasar por víctima, siendo por el contrario el villano.

Salvando las distancias, algo parecido a lo que hizo el PP tras los atentados del 11M (2004), con la teoría de la conspiración de un supuesto contubernio entre ETA, los autores intelectuales del horrible atentado de Atocha y la oposición política, acusando a la izquierda de dar una suerte de golpe de Estado en complicidad con otros poderes del Estado, sustituyendo asimismo a partir de entonces los argumentos políticos por unas acusaciones desproporcionadas de «Gobierno ilegítimo y desmembrador de España», que nos han venido acompañando hasta el día de hoy.

Que el avance del populismo ultra está poniendo en riesgo las democracias no admite ninguna duda, pues así queda acreditado por las noticias que nos llegan a diario, así como en los eventos que acabamos de recordar, en los que la tensión política ha alcanzado niveles no alcanzados desde hace mucho tiempo. Entre otras experiencias cercanas de la geografía, en Europa, hay que destacar la deriva autoritaria permanente de Orbán hacia el desmantelamiento del Estado de derecho, ante el que la UE tiene que responder de manera firme con sanciones y reducir o congelar sus ayudas en fondos estructurales o subvenciones si quiere preservar su modelo de derechos políticos y sociales. Por eso tampoco deberían quedar impunes los oscuros negocios y la corrupción política de algunos eurodiputados con una autocracia como la catarí para obtener cualquier tipo de beneficio, como ha pasado con la designación de la sede del mundial de fútbol. La UE no debería dejar de profundizar en la calidad de sus democracias y de sus servicios públicos.

Existen serios motivos para pensar que se está produciendo una ofensiva del populismo ultra y las derechas más extremas para aprovechar el encadenamiento de catástrofes como la pandemia, la guerra tras invasión de Ucrania o la emergencia climática para recortar derechos y libertades democráticas, con un flagrante ataque al debilitado Estado social de los países en los que este es determinante, como ocurre con el nuestro. Un claro fraude que convierte sus consignas de una supuesta pérdida de libertades (para beber cervezas) en un alarde de cinismo y un insulto inaceptable a los valores de la democracia.

La invasión y la guerra de Ucrania sirve de escenario de una nueva tragedia, tras la que se deconstruye y al tiempo se construye un mundo bipolar comercial, tecnológico y de seguridad, pero al margen de los derechos humanos y del derecho internacional.

Por lo demás, aunque es obvio que el emprendimiento tecnológico y la revolución digital forman parte de los grandes avances de nuestro tiempo, no lo es menos que no están siendo utilizadas tan solo para lograr y consolidar avances hacia la revitalización de la democracia, sino más bien para lo contrario, en particular en los países autocráticos y totalitarios esto es: controlar aún más a los ciudadanos de una manera invasiva por medio de las tecnologías digitales. Por no hablar de las veces que también entre nosotros sentimos lo alejada que nos quedan la administración o los servicios públicos, cuando no conseguimos completar una gestión importante, porque solo podríamos hacerlo si en unos casos se recuperase la atención presencial y en otros fuéramos duchos en una educación digital de la que aún carecemos.

Si las aludidas actuaciones del trumpismo en Estados Unidos y del Partido Popular en nuestro país son extraordinariamente graves, y no tienen precedentes en las democracias occidentales, qué decir de su más reciente acusación de que el gobierno de coalición en España intenta dar un golpe de Estado, mientras bloquean la renovación del CGPJ y del TCE, deslegitimando así la funcionalidad de dos órganos esenciales de nuestro Estado de derecho, cuando se trata de intentos, más o menos afortunados de reformas en defensa de la Constitución y de las leyes.

La decisión de Trump de ir a por todas y no reconocer los resultados electorales pudo haber arrasado con cualquier sistema constitucional, para cuya supervivencia es esencial que haya un respeto a la ley electoral y a las instituciones democráticas. Es cierto que tras las pasadas elecciones de mitad de mandato en USA y de las presidenciales en Brasil, gracias sobre todo a la resistencia democrática de la mayoría de los ciudadanos, el populismo ultra es más ahora débil que antes, mientras las democracias han recuperado cierta capacidad de influencia. Es cierto que por el contrario el nacional populismo lidera el gobierno italiano y condiciona el de Suecia. Conviene que no olvidemos tampoco que hay un relato trumpista de una violencia verbal similar muy cerca de nosotros, en la comunidad de Madrid. Ojalá que la resistencia democrática se configure como una dinámica positiva que logre una recuperación global de las democracias frente al nacional populismo que hoy se aprovecha de sus debilidades. La recuperación de la confianza política, del bienestar social y del dominio democrático de la sociedad digital es algo que nos atañe a todos nosotros. Porque la situación política en la que el mundo podría entrar con una nueva victoria de Donald Trump, con el avance de nuevas opciones y gobiernos de ultraderecha o con una nueva guerra fría entre los dos grandes colosos de EEUU y China, podría provocar una crisis democrática sin precedentes.

 A pesar de todo, todavía es posible un mejor año 2023.