Y para terminar, la traca

OPINIÓN

Mural de Clarín en Oviedo
Mural de Clarín en Oviedo Festival Parees

08 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Con ocasión del centenario de la muerte de Clarín (2001), al experto francés, Jean-François Botrel, se le preguntó: ¿Qué periodismo practicaba Clarín? Y respondió: «Entre 1875 y 1881 practicó un periodismo de oposición en el que hace de todo: folletines, artículos de fondo, gacetillas, sueltos…Ve la prensa como una tribuna para la enseñanza popular: los obreros leen pocos libros, pero leen prensa. El periódico les da alimento espiritual...Con los directores de periódicos mantiene un pulso permanente: lo que escribe Clarín sólo lo dicta Clarín…»

Y ahora, debemos hacer una pirueta poco clariniana, pues a Clarín, a pesar de su escaso peso y estatura, no le gustaban las acrobacias y se mareaba. Hace años recibí el libro Oviedo, la huella del tiempo, editado en 1999 por la Fundación de Cultura del Ayuntamiento de esa Ciudad, del que son autores, como concertistas a cuatro manos, dos aún con movimiento, las de Juan de Lillo, y las otras dos, ya sin movimiento ni nada de nada, las de José Vélez, muerto; ambos periodistas ejemplares, a los que, por merecimiento, habrá que dedicarles un recuerdo debido, primero a Vélez y luego a Juan de Lillo, que aún es joven y escribe, optimista, de la vieja Transición.

A los acordes musicales sobre Oviedo/Vetusta, en aquel libro, Juan de Lillo puso letra y Vélez fotos. En la Introducción, Juan de Lillo escribe: «La magia de las imágenes revive el pasado merced a la recuperación de cada una de ellas del archivo de José Vélez, que durante este tiempo, gota a gota, ha completado una excelente colección de muchos miles de fotografias». Y en ese libro monumental, de formato grande y cerca de quinientas páginas, es comprensible que se cuele algún gazapo, que como se sabe, es muy de periódicos. En la página 52, que corresponde a la foto número 31, al pie de la misma, se dice: «La iglesia de las adoratrices, en la calle Muñoz Degraín, entonces extrarradio de la ciudad». 

La foto, en verdad, es de una iglesia, situada en la calle Muñoz Degraín, siendo verdad que en aquel tiempo tal calle, que bajaba al barrio de San Lázaro, era el extrarradio de la ciudad. Entre tanta verdad, no es que tal iglesia fuese de las Adoratrices, entonces de clausura, como se escribe, cuyo convento estaba cercano, en la calle Sacramento. La iglesia fotografiada era de las entonces Madres Carmelitas, siempre enclaustradas, hijas de Santa Teresa de Jesús, hoy en el Naranco, haciendo pastas y confituras, cosas muy de monjas. E impresionante era la iglesia en estado ruinoso por acción de guerra, la Guerra Civil, a la que hice referencia en anteriores artículos míos, jugando los niños de aquel extrarradio entre las ruinas de guerra. 

En La novela de un literato, gran obra de Rafael Cansinos Assens, de principios del siglo XX, surgen unos noveles literatos, que repetían: «Somos literatos y no escritores de periódicos». Eran los llamados «modernistas», frente a los ya antiguos como Juan Valera, Pardo Bazán, Clarín y otros que, siendo novelistas de postín, literatos o escritores consagrados, también escribían en los periódicos. El escribir en periódicos como hacían esos literatos del siglo XIX era novedad de lo que se llamó el romanticismo. 

Eso, escribir en los papeles, era tan romántico como los cementerios abandonados, con restos de ataúdes y huesos a la vista. Nada tenían que ver los románticos con los literatos neoclásicos del siglo XVIII, como Jovellanos, de engolamiento y de pedantería infinitas. Mas en los periódicos del siglo XIX, también escribieron periodistas; y periodistas otros, que estaban en nómina aunque jamás escribieron, haciendo de la mudez el colmo de la brevedad, fieles todos al lema periodístico: «Todo breve, incluso la inteligencia».  

Hoy Clarín sigue siendo un gran desconocido, pues de él apenas se conoce La Regenta y algunos cuentos. Se ignora su esencial condición de crítico, que fue lo que le dio fama en el siglo romántico, publicando en diarios y revistas («Paliques, Mezclillas y Solos de Clarín»). En esas críticas Clarín fustigó a poderosos políticos como Silvela, Cánovas, Alejandro Pidal y otros; y no sólo a esos, sino también a los que haciéndose pasar por escritores, eran vulgares grafómanos, copistas o periodistas de letras mediocres. Apuntando tan alto, y llamando ignorantes a tanto vanidoso, hueco o lleno de banalidades, es lógico que Clarín tuviera que enfrentarse a los directores de periódicos, simples mercenarios de los propietarios, los propietarios de prensa. «Chinchorrerías» de directivos se escribía entonces. 

Ahora se escriben libros que antes era imposible. En Crisis de confianza (2007-2022) El descrédito de los medios, de Pérez Latre, se apunta: «Distintas investigaciones apuntan a la falta de confianza en los medios y los comunicadores, dentro de una caída generalizada de la confianza en las instituciones y actores sociales». El mismo Pérez Latre señala como hipótesis de partida las malas condiciones de trabajo en las industrias de la comunicación, destruyendo la motivación de los trabajadores. Y pregunto: ¿A qué llaman libertad de información? 

He ahí la causa de tanto «malditismo», al que ya hicimos referencia en anterior artículo; pero aquel tiempo los periódicos todavía tenían dinero para pagar a sus colaboradores, gracias a lo cual Clarín podía ir al Fontán y comprar comestibles, pues las lecciones de Derecho Natural en la Universidad del Inquisidor Valdés no daban para ello. En aquel tiempo, en los periódicos, se podían tener buenas redacciones sin tener dinero las empresas periodísticas, sin pagar a los redactores. Ahora es imposible, pues la hambruna de las redacciones y los becarios hacen ilegibles los periódicos. ¡Cuánto me reí en el pasado diciembre después de haber visto y escuchado la conferencia en la Fundación Juan March (el 5 de diciembre de 2022), titulada: «El periodismo de investigación hoy». 

Con facilidad se encuentran ediciones buenas de novelas de Clarín, La Regenta (1884) o Su único hijo (1891). No es difícil leer sus cuentos, unos llamados cordiales, otros satíricos y/o caricaturescos (La mosca sabia, Boroña, La trampa, Un candidato. Es más difícil encontrar recopilaciones de escritos de Crítica en diarios y revistas. Por eso fue de agradecer que en el año 2001 el Gobierno del Principado de Asturias publicara un libro titulado El siglo pasado, en cuya última hoja se lee: «Se terminó de imprimir este libro el día 13 de junio del dos mil, cuando se cumplen noventa y nueve años de la muerte de Leopoldo Alas». 

El título del libro no corresponde con su contenido, pues contiene no sólo El siglo pasado, que es la última recopilación crítica de Clarín, preparada por el mismo, aunque no aparecida hasta meses después de su muerte, sino también Lecturas y Otros artículos. El prologuista de la recopilación, Juan Alfonso Valdés jadeó: «¡Qué pena perder en la republica de las letras a un hombre sabio, un hombre bueno, un hombre sincero, cuando el pan de cada día es tropezar con hombres necios, con hombres malos, con hombres farsantes!». Muy interesantes son los apartados Romano, donde Clarín proclamó: «Gloria y fortuna es de León XIII», calificado de Pontífice liberal y noble, un Papa de excelente latín. Son inevitable los apartados Del Quijote y Cartas a Hamlet, siendo sabida la obsesión de los románticos por Cervantes y Shakespeare. 

En Lecturas, es importante el artículo Psicología del sexo, en el que Clarín escribió en 1894: «Enviar a las mujeres a las universidades, a las aulas de los hombres a estudiar lo que ellos, como ellos y para lo que ellos, es absurdo; es un caos; peor, porque el caos es natural, y más repugnan estas confusiones artificiosas imposibles». Siguiendo con Psicología del sexo, añade: «En las mujeres a una masa orgánica, por lo común, menor que la del hombre. corresponde, naturalmente, una masa cerebral menor». Y sigue: «La mujer tiene formas redondeadas, es más pesada, necesita comer menos, es menos activa porque lleva consigo el peso muerto de que se ha de alimentar la generación venidera». A la misoginia de Clarín ya nos referimos en anterior parte. 

En Otros artículos, está Notas de un enfermo, escrito un mes antes de morir, en Artes y Letras (mayo 1901) que lo termina así: «La enfermedad, es claro, inclina a la desorganización interior y exterior; el análisis, insuficiente y lleno de microbios, desmigaja el mundo ¡el cosmos es caos! ¡Fuera, fuera metafísica gripal… ¡Venga la lógica antiséptica!... Enfermo, no opines». 

Y José Carlos Mainer, catedrático de Literatura, nos recordó que Leopoldo Alas escribía entre insistentes dolores y bajo la amenaza de ominosos estreñimientos que le ocasionaba una tuberculosis intestinal. 

Todo esto, los cuatro artículos sobre Leopoldo Alas, fue consecuencia del reencuentro con La Regenta, en edición de José María Martínez Cachero, mi profesor de Geografía en los Maristas, en Aula situada en la tercera planta, cuyos ventanales miraba al Instituto Alfonso II, en la otra mano de Santa Susana (Oviedo) y en cuyas revalidas (las de 4º y 6º) mandaban, como era natural en aquellos tiempos, los curas, del clero secular: que si don Benedicto, que si los canónigos don Martín y don Rafael. Y la larga novela sobre Vetusta se hace pelma por exceso de romanticismo. 

Quedo con lo de Umbral, otro gran escritor que también escribió en los periódicos. El sábado 5 de junio de 1999, bajo el título Clarín: Pecados capitales, escribió: «Los pecados mortales de Ana Ozores, hoy nos parecen travesuras provincianas». Y añadió: «A Dostoievski, a Tolstoi, a Balzac, a Hugo, a Galdós, a Clarín, los leemos hoy por disciplina, pero se nos quedan ingenuas, provincianas, tontas, las pasiones y reprensiones que nos relatan». 

Y es que el tiempo acaba con todo, por sus totales afanes para alcanzar la Nada. Nada que no queda ni quedará, ni del clasicismo, ni del romanticismo ni del modernismo de Rubén Darío o el de Valle-Inclán. Un año antes, el mismo Umbral preguntó: «¿Cómo eran las ligas de Madame Bovary?».