La hora de Asturias

OPINIÓN

José Vélez AbascalMuséu del Pueblu d'Asturies

15 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Una vez más ocurre un fenómeno gramatical, más allá de géneros y de pretéritos misteriosos: sustantivos aislados, más o menos concretos, caso de «hora» y de «Asturias», juntados o empalmados, como en oración, caso de «la hora de Asturias», resultan, al final, una abstracción. Eso suele pasar, también en las oraciones pías y no gramaticales, que son una total abstracción, a la búsqueda del Dios escondido, que unos encuentran y que otros dicen que no está ni que se le espera.

El título «La hora de Asturias», por ser abstracto, da lugar a confusiones y es susceptible de malas interpretaciones. Pudiera ser un programa político en el que los principales partidos, los políticos, una vez más, prometen que vigilarán a sus militantes para que no roben en exceso, sino lo habitual. Tampoco «La hora de Asturias» es una homilía de clérigo, con bonete colorado, subido a púlpito gótico o abajo desde la «catedra» no menos gótica, el cual, por no creer ya en teologías, le queda creer en lo político. Y no es, por supuesto, un editorial de esos, de la prensa de papel.

Y nada que ver con un problema de relojería, no sabiéndose con precisión cuál es la hora de Asturias, ignorantes incluso los de Suarez de la Riva, antes sucursal del Banco de España, no sabiendo ahora de qué son sucursal y que ni saben si Asturias tiene hora, lo cual es idéntico a los otros, los Canga o los «ganga» flamencos y azules. Eso es grave teniendo en cuenta que Oviedo fue lugar de buenos relojeros, en las calles del Rosal, Cimadevilla y Jesús (esquina a Fruela), y tan buenos como los «federicos» confiteros, muy de aquí, dulces hasta de humores, aunque se llaman como los de allí, los de la Mallorca, la chica.  

Y ya va siendo hora de saber qué fue eso de La hora de Asturias. Y fue un periódico mensual que murió como su propietario, José Vélez Abascal, un día nefasto, el 18 de marzo de 2012, mucho más joven el periódico que su propietario, el cual, al día de morir, y sólo por un día, no llegó a cumplir 81 años. Don José Vélez Abascal fue periodista, y cuyo instrumento no fue el papel y la péndola sino una máquina de fotografiar. Se decía: «Tú, Vélez, es que escribes con la cámara fotográfica».

De Vélez dijo don Juan Ramón Pérez las Clotas, dandi, señorito y contertulio en el Café Cervantes de Oviedo, muy importante acaso por ser nacido en Gijón e importante para el llamado «Oviedín del alma», el de la postguerra, lo siguiente: «Vélez era un revolvín, un estimulante y un cascarrabias». Recuerdo a lectores y lectoras, que don Juan Ramón, elegante, culto y de risa ostentosa, llegó a ser director de un periódico que fundara el falangista Paco Arias de Velasco, caminante a saltitos, que dormía en la calle Campomanes, pues vivía en la calle Asturias, la del Movimiento, incluida la Radio del tal con Menchu Álvarez del Valle y Manolo Aguadé al micrófono.

De Vélez y de Juan de Lillo me acordé al escribir el artículo anterior, Y para terminar, la traca, manejando el libro Oviedo, la huella del tiempo, del que son autores, habiéndolo escrito, tal como escribí: «como concertistas a cuatro manos, dos aún con movimiento, las de Juan de Lillo, y las otras dos, ya sin movimiento ni nada de nada, las de José Vélez, muerto». Fue gracias a ese libro, y no por haber visto esquela de aniversario en ese periódico de esquelas fascinantes -que no esquelético- denominado ABC, periódico fundado por un «jabonero», que no llegó a escribir una línea, según explicara Rafael Cansinos Assens. Y mientras haya recuerdo, por magia de la literatura, el muerto sigue vivo, no precisando por ahora resucitar, que eso para luego.

Y por Vélez recordé a Juan de Lillo, siempre tan unidos, no siendo casual que en febrero de 1991, Vélez sustituyera a Lillo en la dirección de La Hoja del lunes de Oviedo, dirigiéndola hasta el final, siendo el último número el del lunes 1 de julio de 1992. Tuve el honor de ser el conferenciante en el «X Ciclo de Conferencias de la SOF en el año 2012», impulsado por la Cronista Oficial de Oviedo, la adorable y muy simpática doña Carmen Ruiz-Tilve, titulándose mi conferencia «La culpa la tuvo Vélez», y recuerdo ahora la presencia en la misma de José Cosmen Adelaida, contándome Vélez, días antes de su muerte, la razón de la buena amistad entre ambos: «jamás nos pedimos ni nos hicimos favores».

En esa Conferencia dije que Vélez fue hombre de casualidades, también de causalidades, que suenan como parecidos y son muy diferentes. Por ser de casualidades, Vélez nació en Pola de Allande, como tantos otros en la aldea, e integrándose más tarde en el «Oviedín del alma» (¿Qué sería de Oviedo sin los de la aldea?). La llamada rustiquez de la aldea y de lo aldeano también son muy ovetenses. 

Y por ser de casualidades, Vélez que fue un radical anti-sportinguista por ser un radical forofo del Oviedo, resultó que su amistad con el gijonés Valentín Rodríguez, propietario entonces de BTP Ediciones, empresa de correos y mensajería, y del periódico gratuito «Bajo Techo», le salvo de la ruina económica y periodista. Ese periódico gratuito fue la matriz del que luego sería La Hora de Asturias. Y también por ser de causalidades, ahora lo máximo: llegar a ser periodista de Región, de La Nueva España y hasta de si mismo: La Hora de Asturias

El número 1 de La hora de Asturias se publicó en abril de 1995, encabezado con la siguiente frase bélica de Ramón y Cajal: «Los hombres guerrean para adquirir un pedazo de tierra donde ser prematuramente enterrados». Y a la Primera del nuevo periódico se llevó un editorial titulado «Cambiamos», del que copiamos lo siguiente, de alto interés en la actualidad: «Un factor de preocupación ha sido el giro dado por los periódicos. El escritor y comunicólogo italiano, Umberto Eco, denunció recientemente que los diarios se convierten en espectáculo, imitando a la televisión, convencidos de que eso es lo que le gusta a la gente, mientras que los lectores abrumados por las imágenes sin reflexión, prefieren otra cosa, saber más y mejor».

Y a modo de conclusión, se añade: «A una sociedad como la nuestra, cada vez más opaca, compleja y difícil de interpretar, no se le debe ofrecer un periodismo simplificado de griterío o espectáculo. BAJO TECHO cambia a LA HORA DE ASTURIAS porque ha sido una demanda del mercado».  ¡Muy bien escrito, Vélez, sí señor!

Y ese fue el periódico de Vélez cuya muerte puso fin al mismo. Un Vélez del que me consideré amigo como tantos, fotógrafo autodidacta y referente histórico del mejor fotoperiodismo asturiano durante los «cuarenta años» y unos pocos más. Un Vélez que también escribió mucho, siendo muy importante para conocer al personaje las respuestas dadas a las preguntas que le formuló el periodista de La Nueva España, Javier Cuervo, publicadas los días 13 y 14 de junio de 2010, de obligada referencia para conocer al verdadero fotoperiodista.

De las muchas respuestas interesantes, destaco la siguiente a la pregunta: ¿En la Nueva España qué hacía?, y dijo esto: «Recorrer Asturias en busca de reportajes con Graciano García, Diego Carcedo y Juan de Lillo en un Dodge con chófer. Al principio, mis cosas; en las Corridas, seguir al hombre que fumaba cinco puros; en los actos, fijarme en que el presidente de la Diputación, López Muñiz, tenía costumbre de rascarse el culo».  

Y a la pregunta, ¿cómo vivió el paso de la dictadura a la democracia?, este ovetense de adopción, tan del «Oviedín del alma», respondió con inteligencia y exquisita prudencia, de traumatólogo: «Sólo conocíamos la dictadura, una escayola que hay que quitar si la pierna está recuperada». Antes se había explicado: «La democracia, sin un periodismo muy vigilante, no tiene sentido. Pero no se puede parar a un tanque con las manos».

Verdaderas joyas se pueden aún encontrar en los números de La hora de Asturias, a las que dedicaremos el siguiente artículo. Y para que los lectores y lectoras lo tengan en cuenta, destacaremos las sabias, sabrosas y requemadas, como al fuego con largo gancho, palabras de don Francisco Rodríguez, el de la mejor leche del Occidente, que, en mayo de 2008, escribió:

«Extraño postre éste del arroz con leche, que pone de relieve que el azúcar y el arroz viajan con mayor facilidad que la leche. Comenzó su gastronómico texto, don Francisco, así: «En la Fiesta de San Roque, en su pueblo de Llamera y cuando más aprieta la canícula, se servían no menos de diez platos, en un almuerzo que comenzaba por la sopa de arroz y terminaba frente a una gran fuente de arroz con leche».

En octubre de 2011, don Ramiro Fernández, el de San Miguel de Nembra, mi amigo, muy dado a lo facial y también a lo cosmético, teñidor de canas y pintor de viejos para parecer jóvenes, en uno Los Guisos de la Abuela, predicó lo siguiente, después de preguntarse por los rellenos:

«En el relleno de les patates rellenes estaba el arte de dar nuevos sabores a manjares ya degustados en otras combinaciones».

La última vez que me encontré con Ramiro fue en un funeral en Gijón, en febrero de 2022, no obstante lo cual me acordé de les patates rellenes y de otros manjares de allá arriba, de Collanzo, Cabañaquinta y  Moreda.

Los «humanitarios» también fueron unos fartones.

Prometo más sorpresas en el siguiente.