Solo dos opciones: sus pros y sus contras

OPINIÓN

Urnas
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22 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Identificación de la cuestión

En la primavera e invierno por venir los electores que acudan a las urnas tendrán dos opciones principalísimas, y solo dos. Ambas se presentarán, con velo o sin él, como coaliciones de partidos una vez que el bipartidismo está congelado. Estas coaliciones están enfrentadas absolutamente y, por ende, enfrentan a los españoles de un modo sin igual desde 1976, y cuyas causas, profundas, están marcadas por el declive de las democracias occidentales. Por un lado, hay una alianza forzosa, sobremanera para las generales de diciembre, que se trata de encubrir por imagen, entre el PP y Vox. Por el otro, y muy enfrente, un agrupamiento de PSOE, Podemos, IU y una Yolanda Díaz con satélites orbitando a su alrededor. A nuestro entender, cada bando (señalaremos con la letra A al primero y con la B al segundo) tiene sus pros (A1 y B1) y sus contras (A2 y B2), de los que destacaremos solamente algunos mayúsculos, porque este no es sitio para pergeñar una tesis. 

A. Los pros y los contras

A1. Los pros. El principal activo, si no estamos equivocados, del binomio PP-Vox es su defensa de la unidad de España, permanentemente retada por vascos y catalanes, y muy incisivamente tras los acontecimientos de 2017 en Cataluña, que han empujado a baleares, valencianos y navarros a dar pasos en el cuarteamiento territorial (efecto dominó).

Llama en primera instancia la atención que, en estas tres últimas comunidades, gobiernan unos socialistas que, por consiguiente, van en dirección contraria a la señalada desde Ferraz. Sin embargo, en segunda instancia, este contrasentido se disuelve al entrar en juego las pulsiones humanas tendentes a poseer el poder por el poder (o el dinero por el dinero, etcétera, etcétera); poder del que carecerían sin el cardinal sostén de los grupos identitarios; poder que los excitan. A no ser que desde la periferia la cuestión presente otro prisma (caso de Meritxell Batet que, estando en Barcelona, pedía el referéndum de autodeterminación y, hoy, en Madrid, presidiendo el Parlamento, lo soslaya).

Como quiera que la cuestión catalana ha derivado en el indulto a los condenados, la sustitución del delito de sedición por otro menos punible y la reforma del de malversación en la línea de reducción de penas en supuestos que favorecen a los sublevados, el bloque A está en disposición de presentar a los ciudadanos, en negativo, una suerte de claudicación parcial del Gobierno de Pedro Sánchez frente a los nacionalismos, siempre elitistas y autoritarios.

A la par, y muy publicitado por la oposición, los errores de la ley conocida como «solo sí es sí»>, por la que se están rebajando las penas, con alguna excarcelación, de los agresores sexuales, es un argumento de calado, pese a que esta ley contiene elementos que convierten al país en uno de los más avanzados del mundo en protección de las mujeres, violentadas sistemáticamente por los hombres. Pero el impacto derivado de las ventajas que otorga, o puede otorgar, el texto legal para los convictos es superlativo, pudiendo además el Ministerio de Igualdad remendar el extravío y exhibir las virtudes de la ley, dándole la vuelta a la tortilla.

A2. Los contras. Juan Baldoví, diputado nacional por Valencia, dijo a principios de esta semana que las medidas que se pretenden (pretendían a día de hoy) implementar en Castilla y León para disuadir a las demandantes de la interrupción voluntaria del embarazado son el «piso-piloto» de lo que será un Gobierno central de PP y Vox. Es esta comparación, entendemos, una visualización de 360º del escenario de lo que puede representar para España esta coalición en materia de derechos y libertades incuestionables en una democracia.

Porque, y esto es todavía más significativo, una parte de los populares está más cerca de la derecha dura que del centro, la que lidera Díaz Ayuso, quien va crear un servicio telefónico para dar «información» a quien tenga inclinaciones abortivas, detectándose bien al contrario que la información a dar es un grosero chantaje psicológico, ruin e intolerable, y un cordón umbilical que conecta a Madrid con Valladolid. Los malabares de Núñez Feijoo para sortear este dislate, cuando no las contradicciones, son un lastre para el bloque A y corrobora la percepción de que las manos de Feijoo no sujetan con firmeza la rueda del timón de Génova. La presidenta de la comunidad madrileña, que habita Sol, también tiene lecho, a lo que parece, en el puente de mando.

Pero acaso el talón de Aquiles de Génova sea la «cosa pública»> aristotélica. Porque distinto es afirmar la preeminencia de la propiedad privada (Aristóteles) frente a la de lo común (Platón) que enriquecerse unos pocos a costa de la ruina de muchos. Aristóteles condenaba la acumulación de bienes e insistía en la necesidad de educar para evitarlo. Y Aristóteles era conservador; es decir, hoy votaría al PP.

¿O no? Porque, ¿cómo puede una persona instruida y reflexiva concordar con una ideología que se enroca en la partición completa de una sociedad determinada que ha de esforzarse, por el contrario, en acortar en lo posible el abismo que separa a los pocos de los muchos (con la pandemia, como se ha podido saber recientemente, esta distancia se ha agrandado más, como nunca antes de 2019)? ¿Cómo una persona instruida y reflexiva que piensa en sí, pero sin dejar de la mano de Dios (la caridad, las donaciones benéficas al estilo gringo o de Ana Patricia Botín…) el bien común, puede respaldar desatinos y avaricias de esta magnitud que quiebran el propio Estado democrático, el de derecho y bienestar? La izquierda tiene con esta falla socioeconómica una baza que puede inclinar la balanza a su favor.

Obligado es desde luego, para terminar con los contras de A, que incrementa el peso de las bazas de B, la apelación falaz (de A), desde el inicio de la legislatura, a la ilegitimidad del Gobierno, y ello antes de los pronunciamientos de Trump y Bolsonaro tras no salir victoriosos en sus países. Negar la validez de las urnas cuando no respaldan a uno equivale a colocar barriles de pólvora bajo la arquitectura de la democracia. Es, sencillamente, demoledor. 

B. Los pros y los contras

B1. Los pros. Justamente, los contras de la A son los pros de B. El capital es ya dueño y señor indiscutido del mundo porque el individualismo no tiene ya contestación, ni siquiera por la religión (Max Weber atinó: no es la fe quien alienta al comerciante; es el comerciante quien blande los libros sagrados para justificar, manipulándolos, la acumulación). El individualismo es tan rutilante que, cegados, quienes tienen todas las de perder con esta doctrina, la abrazan. El dogma remarca que «solo» el esfuerzo personal, el mérito «os hará libres, plenos y ricos», soterrando paralelamente, entre varias, las circunstancias de partida, que quizá desvelen algún que otro relieve, habida cuenta de que no es lo mismo nacer en la Cañada Real que en el «barrio» de Salamanca.

No resulta fácil determinar que las políticas divergentes del grupo B, con presentar un aspecto saludable, sean suficientes para atraer a los votantes. Lo desarrollamos: como quiera que la recesión económica es realmente lesiva para la mayoría, la coalición A estaría en condiciones de, como mínimo, valoramos, contrarrestar la desventaja de ser pro hipercapitalista. La potencia penetradora que exhibe la «sociedad del individuo» es de magnitud sobrada para que porciones generosas de esa mayoría, aun con lesiones graves, se desgajen de lo que se atribuye al «sentido común», sea ello lo que fuere, y ratifiquen una gobernanza que suprima tributos a los ciudadanos acumulativos y, en consecuencia, reduzca las partidas presupuestarias de sectores públicos vitales, que, asimismo en consecuencia, de alas a los «dispensadores» individuales (privados) de esos servicios.

Así como Castilla y León es púlsar delator en derechos y libertades, Madrid lo es en lo social y económico. No obstante, y lo reiteramos por transcendental, es quimérico deducir que las políticas divergentes de B sean suficientes para que los electores respalden a los partidos que la componen, comprometidos más por lo social que por lo individual, pues, y esto es añadir adversidad, no nos es viable pretender sellar la afirmación de que el bloque B haya o vaya a resolver todas las penurias de los penitentes que amontona el capitalismo individualista, egoísta y egocéntrico. Y demencial.

B2. Los contras. La geografía sociopolítica es accidentada y está salpicada de colosales cordilleras y ausencia de planicies (La Mancha, de la lengua árabe que designa una alta planicie). Acudimos a esta metáfora para incidir en el cambio operado, que fue brusco y determinante en los inicios del presente siglo y que, con otra metáfora, bursátil ahora, sería: en el parqué, el valor de las acciones sociales y monetarias ha caído y el interés de los inversores busca otros refugios más rentables, que es lo que hacen los accionistas de los bancos que carecen de escrúpulos para permitir subir indecentemente los sueldos de los banqueros siempre y cuando sus beneficios sigan en ascenso (no solo la banca, según las noticias que a ustedes les llegan igualmente: petroleras, eléctricas, tecnológicas de la información, químicas, farmacéuticas, alimentarias, de transporte y, en general, todas aquellas que, y no es sorprendente por más que lo parezca, se saltan las reglas de la economía de mercado: monopolios, oligopolios y sus prácticas mafiosas).

En efecto. Como se señalaba en los pros de A, el catalanismo excluyente, perverso (Junqueras ha pasado de ser héroe a villano; el jueves de esta semana: «Junqueras, traidor, a prisión»), manipulador de la historia y de los sentimientos primitivos de las personas en beneficio de unos principales hombres con pretensiones de nobleza bajo medieval, está dañando al Gobierno de Sánchez, en el sentido de que lo lleva al despeñadero por decisiones contestables y de dudosa eficacia futura.

La coalición A no carece del todo de argumentos al negar que los beneficios que se otorgan a los impulsores del «procés» sirvan para «pacificar»Cataluña, como reiteran desde La Moncloa. Cataluña es la lanza clavada por el soldado romano en el costado de Jesús; o sea, la lanza clavada en el costado del Estado. Pero que no se engañe nadie: esta lanza ha dejado un boquete por el que tampoco A puede para la hemorragia del cuerpo del Hijo; o sea, del Estado (demostración: el alzamiento contra la Constitución en 2017, el referéndum, la huida de parte de los sediciosos y el terror desatado, singularmente en Barcelona, por los ultra nacionalistas).

(Curiosamente, el intelectual regeneracionista aragonés Joaquín Costa, en el último tercio del siglo XIX, aventuró una España unida en el XXI. Más todavía: toda la península Ibérica. Los caprichos de los hombres son inescrutables, habría que decirle al humanista Costa de estar con nosotros).

Ahora bien, que A, con contramedidas distintas a las de B, no evite el sangrado masivo, no excluye que explote los desatinos sanchistas que, pretendiendo un bien, ha enfurecido a millones de españoles. Ayer mismo se escenificó en Madrid esa furia, no obstante adulterada por ideas oscurantistas.

Cierre

Dicho lo antedicho, que no es una completa instantánea del campo de batalla, como advertimos al principio (El estado de la cuestión), queda aguardar a ver quién es el ganador de esta enloquecida y sucia carrera que disputan estos dos caballos de Troya. «Alea iacta est».